Si hubiese un manual de cómo destruir la estructura de un partido político, no hay duda que Alejandro Moreno, dirigente nacional del PRI, sería su principal protagonista, personificando el papel de verdugo. Esa, sin duda, puede ser su más grande obra en el fracaso que vive como líder de una expresión que, actualmente, se cae a pedazos. Estamos, todo parece indicar, en el preludio del final del Revolucionario Institucional que, con el paso que lleva, va camino a la extinción.

Es paradójico y a la vez curioso que una maquinaria que acumuló una gran estructura territorial desde el poder, esté en manos del destino, o más bien de un milagro. De hecho, el PRI vive tiempos difíciles, por más que su dirigencia quiera minimizar los hechos que desnudan la crisis interna. Son momentos en que, el Revolucionario Institucional, tiene que realizar una reestructuración de fondo. Primero, si Alejando Moreno tiene un poco de dignidad, debe renunciar a su cargo porque él, en este paso, ha sido tóxico y, por supuesto, el principal responsable del revés del PRI.

Alito podrá decir lo que él piense, pero la realidad es que, en este preciso momento, el PRI está condenado a la degradación. Las renuncias de cuatro senadores son el claro ejemplo de la nula operación política que ha hecho Moreno. El error más grande fue haber monopolizado el control de la toma de decisiones del partido que, en lo que lleva de su gestión, no le ha aportado nada, más que puras derrotas. Su mayor reto fue, ni más ni menos, retener el Estado de México por todo lo que significa esa entidad federativa. No se enfocó en ello y, al final de cuentas, el PRI no pudo meter ni las manos ante el dominante paso de Morena.

Lejos de alcanzar números positivos, la decadencia es el común denominador del PRI. Esa nula capacidad política, ha llevado al Revolucionario Institucional al agujero donde se encuentra. Han perdido el voto duro que durante muchas décadas conservaron. Asimismo, les han arrebatado entidades federativas claves que, en su momento, fueron laboratorios importantes de votantes. Eso, a la postre, ha desencadenado crisis y tropiezos y, lo peor de todo, una desbandada mayúscula que no ha sabido contener Alito. Incluso, conforme pasen los días y los meses veremos cómo se diluye aceleradamente la intención del voto que, de por sí, es técnicamente pobre.

Actualmente, el PRI tiene una intención del voto de menos del 10%. Es decir, una proporción mínima que no le podemos augurar un futuro competitivo. Su lucha, más bien, estará centrada en la supervivencia. O sea, el objetivo será, en estos meses próximos, evitar la pérdida del registro, pues las rupturas internas son un axioma de lo que vivirá el partido. Eso puede entenderse claramente; no hay nada que pueda remediar esa situación. Le pasó al PRD. Se trata de una circunstancia semejante a lo que hoy llamamos: fracaso.

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No hay otra palabra más que esa connotación. Si analizamos desde cualquier ángulo, todos los especialistas coinciden en esa crisis profunda que vive el PRI. En lo personal lo denominaría como la autodestrucción del Revolucionario Institucional. Desde que Alito se ha mantenido al frente, la decadencia es lo más preocupante. Su condición es precaria; no tienen cuadros competitivos ni muchos menos liderazgos para lo que viene en puerta. Están, lo hemos fundamentado, a merced de lo que decidan otros perfiles en relación con el ejercicio electoral del 2024.

Ni siquiera tendrán injerencia en la toma de decisiones. Quizá la prioridad es, a todas luces, conservar el registro y, por esa razón, estarán dispuestos a sujetarse a las determinaciones que tomen desde otra posición. Y como al PRD, los únicos premios de consolación serán espacios legislativos, tanto locales como federales, lo mismo que ayuntamientos. No dan para más.

Lo peor de todo es que, en esa avalancha de fracasos, restan a lo que será una coalición variopinta para el 2024. Me refiero al Frente Amplio por México que, sin duda, está condenado a perder el ejercicio presidencial, sea cual sea su candidato o candidata.

Notas finales

Ayer hablamos de Michoacán. De hecho, lo hemos hecho constantemente porque, la entidad, ha alcanzado resultados positivos con el gobierno de Alfredo Ramírez. Y no solamente a nivel estatal, sino también municipal, donde hay acciones que vale la pena considerar. Hablo del momento coyuntural que vive Pátzcuaro, que además de ser un epicentro altamente turístico, las autoridades locales han asumido una responsabilidad social significativa y, con obras potencialmente atractivas, la administración que encabeza Julio Arreola, está sentando un precedente importante. Está claro que la puesta en marcha del nuevo Mercado será, en términos históricos, la acción de mayor impacto.

De acuerdo con la Revista Forbes, Pátzcuaro es uno de los siete municipios más atractivos y acogedores a nivel nacional. Su riqueza gastronómica y su histórica arquitectónica, son algunos de sus componentes. Por ello, una vez concretada la obra de Julio Arreola, el municipio entrará en la antesala para competir a la vanguardia de cualquier otro que cuente con esos instrumentos sofisticados. Pátzcuaro lo tendrá y, en un futuro inmediato, será la puerta de acceso a que más turistas nacionales y extranjeros visiten la región.