Mucho se habla de la aviación de nuestro país: que si fuimos degradados a categoría 2, que si fue por más de dos años, que si eso limitó su recuperación tras la pandemia de Covid 19. Lo que es un hecho innegable es que todos y cada uno de esos eventos, fueron utilizados por diferentes sectores como “bandera” para golpear a la actual administración.

He leído todo tipo de opiniones, la gran mayoría aseverando que la actual política llevada por la 4T es un absoluto fracaso, desde la decisión de cancelar el NAIM, pasando por la creación del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), y la reducción de slots en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), igual que el reordenamiento del espacio aéreo, y la compra de la marca Mexicana de Aviación, y la consiguiente creación de una nueva aerolínea del Estado; todos estos, los temas más “candentes”.

En todo este tiempo he observado que el interés de esas voces críticas, por voltear a ver a nuestro vecino del norte, es nulo. Sí, al mismo que nos vino a “auditar” porque nos degradó a categoría 2. En una columna pasada, expliqué que la mayor parte de las razones por las que nuestra aviación fue degradada se debían a temas burocráticos.

Ahora en este mes tenemos en puerta la auditoría por parte de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), para verificar que estemos cumpliendo con ciertos anexos de su normatividad, como país miembro de esa organización. No es poca cosa, se trata de cumplir con todo un sistema técnico normativo que hace que la aviación sea el medio de transporte más seguro.

Sin embargo, que nos vayan a revisar, es como el banderazo de salida para usar el tema, y de un día para otro hay un desmedido interés en el tema aeronáutico, pero que a todas luces se detecta que es solo como como bandera política. Y en ese sentido, yo me pregunto: ¿y a Estados Unidos, quién lo audita?

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Esto viene a colación porque desde mi punto de vista lo ocurrido con su fabricante de aviones debería de ser un motivo suficiente para degradar a los Estados Unidos de categoría, ya que permitieron que sus aviones fabricados por Boeing, o -como nos hemos ido enterando- por otros que le manufacturan al gigante gringo ciertas piezas de sus aviones, tengan tantas fallas que ponen en riesgo a los pasajeros, no solo de su país, sino del mundo entero.

Lo he señalado, si esta cadena de fallas le hubiese sucedido a Airbus, no lo duden, estarían por cerrar su fábrica por las presiones de las autoridades norteamericanas e internacionales, y poniendo en tierra todos y cada uno de sus aviones, con las pérdidas que este tipo de medidas conlleva.

Pero lo que hemos visto ha sido complacencia por parte de la Agencia Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA por sus siglas en inglés), y no actuar, no solo en el caso de Boeing -que de verdad basta y sobra-, sino de todo lo que ha ocurrido en el país vecino, y que parece no ser noticia.

Para mí, la aviación norteamericana está pasando por una severa crisis, y nadie quiere darse cuenta de ello, porque terminan volteando para otro lado. Es un hecho: mientras la FAA degrada las categorías de los países “que no cumplen” con los lineamientos de seguridad ¿quién castiga a Estados Unidos?

Si bien el fabricante de aviones Boeing es un gran protagonista, también han sido otros incidentes los que debieran tomarse en cuenta. Hubo un caso del que muy poco se habló, pero que resurgió gracias a un sketch del programa “Saturday Night Live”, que usando la comedia, dejan al descubierto las deficiencias de la aviación norteamericana.

Mencionan el caso del desprendimiento de la ventanilla/puerta de emergencia del B737MAX-9 de la aerolínea Alaska, pero ese mismo sketch recordó el incidente acontecido el pasado 22 de octubre del 2023, cuando un piloto precisamente de Alaska Airlines, que iba de pasajero sentado en el “jumpseat” de la cabina de pilotos, intentó apagar los motores en pleno vuelo.

Joseph David Emerson, de 44 años de edad, en su defensa dijo estar “bajo la influencia de hongos alucinógenos”, además de reconocer que llevaba más de 40 horas “sin dormir”. Según la información que ha salido a la luz por parte de la FAA, asegura que J.D. Emerson llevaba ya seis meses luchando contra la depresión, y comenzó un tratamiento “alternativo”, que consiste en la ingesta de hongos.

Sí, no leyeron mal, resulta que en el estado de Oregón es legal el consumo de hongos alucinógenos desde el 2018, cuando le dieron el visto bueno para ser utilizado en “terapias”, gracias a que la sustancia “psilobicina” se supone sirve para “curar” la depresión.

Por supuesto por este hecho el piloto enfrenta cargos por “intento de homicidio” contra 83 personas, el número de pasajeros y tripulantes que ese día viajaban junto con él en la aeronave. Sin embargo, el papel de la FAA ante este terrible incidente fue el de enviar “una alerta” y aclarar que el evento en sí no se trató de un acto terrorista.

¿En serio? ¿Me estas diciendo que la máxima autoridad aeronáutica del país más poderoso del mundo solamente emitió una alerta?, ¿qué su máxima preocupación se centró en que no fue “un acto de terrorismo internacional”?

No vayan ustedes a creer que esto fue así porque el piloto en cuestión, padre de familia, con dos pequeños hijos, residente de la ciudad de San Francisco es el típico estereotipo del norteamericano anglosajón.

¿De qué manera David Emerson burló al Departamento Federal de Transportes? Se supone que esa oficina hace pruebas antidopping antes o después de sus vuelos al personal aéreo, sobre todo cuando existen las sospechas de que están bajo la influencia de sustancias “ilícitas”.

Parecería un caso aislado, pero no lo es; en este mismo espacio les he mencionado el grave problema que tiene la nación norteamericana con los controladores aéreos que se han presentado a laborar literalmente alcoholizados, o que en sus descansos utilizan el tiempo para fumar mariguana.

Esto nos lleva de la mano a recordar que el año pasado el sistema “Notice to Air Missions” (Aviso para Misiones Aéreas) también conocido como NOTAM, tuvo una falla tal que tuvieron que suspender todas las operaciones aéreas de dicho país… ¡Todas!

Posteriormente, el presidente Biden salió a los medios a decir que “desconocían las causas del apagón de dicho sistema”, pero que se llevaría a cabo una investigación a cargo de la Agencia Nacional de Seguridad en el Transporte de dicho país.

Pero esta oficina se vio involucrada en varias investigaciones por diversos incidentes suscitados en distintos aeropuertos de nuestro país vecino. Uno de los más sonados fue el caso de cuasi colisión entre un B767 de carga de FedEx y un B737 de Southwest, el día 4 de febrero del año pasado, en el aeropuerto internacional de Austin-Bergstrom, en Texas.

El famoso diario “The New York Times” investigó que este incidente se debió a la falta de personal de tráfico aéreo; o sea, no había controladores suficientes para gestionar las operaciones aeroportuarias. Sin embargo, después de esto la FAA saldría a decir que no era cierto que hubiese escasez de personal. De hecho el gran trabajo realizado por este diario arrojó un dato inquietante: desde la torre de control del aeropuerto de Austin, con niebla, no tienen nada de visibilidad, por lo que los controladores se apoyan en “FlighRadar24″.

Sí, reconocen que usan esta aplicación que pueden ver en línea o bajar a su teléfono, para monitorear los aviones tanto en las calles de rodaje como en las pistas. Es obvio decir que esta plataforma para seguir vuelos no está -en lo absoluto- autorizada por la FAA; los que la usamos, sabemos que es un espacio cibernético donde los apasionados de la aviación se divierten monitoreando vuelos.

La cereza del pastel: hasta el año pasado de 313 torres de control, solamente 5 de ellas contaban con el personal suficiente. Y ya no hablemos de los edificios en mal estado, o de falta de herramientas para desempeñar su trabajo, que también ya abordé en otra columna.

La FAA, en junio del año pasado, aceptaba mediante el reporte titulado “La FAA enfrenta desafíos de dotación de personal de controladores a medida que las operaciones de tráfico regresan a los niveles previos a la pandemia en instalaciones críticas”. Este informe hace un recuento de la serie de graves problemas a los que se tienen que enfrentar por la falta de los controladores aéreos.

Están por debajo del 85% del personal que necesitan para operar de manera eficiente, llegando incluso en algunas partes a contar solamente con el 77% de personal. Hay algunos casos verdaderamente alarmantes, donde solamente operan entre el 54% y el 66% del personal de tráfico aéreo (ATC por sus siglas en inglés).

Uno de los retos más grandes es la capacitación de este personal, la cual puede tardar hasta 3 años. Y en dicho informe también nos advierten que de los más de 13 mil ATC, el 26% son “aprendices”.

De verdad, después de ver todo esto me sigo preguntando ¿por qué no se han degradado ellos mismos de categoría?, han demostrado que ni los aviones que fabrican, ni sus operaciones aéreas son del todo seguras, y esto es apenas una pequeñísima muestra.

Cierro con lo que empecé, ¿y a Estados Unidos, quién lo audita?