Caníbal. Indignación total
Ese es el título de una serie de TV y también de un artículo que leí, hace unos días, en el diario Milenio, propiedad de un empresario entrañable, Francisco A. González.
El autor del texto, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, anunciaba que la institución que preside —la Suprema Corte de Justicia de la Nación— “ha producido una serie documental que relata el caso del caníbal de Atizapán”. ¿Caníbal? Un feminicida, quizá el más cruel de la historia de México, pero no el único… tristemente no el único.
El caníbal de Atizapán era un tipo de clase baja, a quien probablemente su situación social y económica convirtió en sanguinario, terrible, inhumano. ¿Solo entre la gente de clase baja hay caníbales? Evidentemente no. Estamos los mexicanos ahora mismo consternados por la violencia machista de un hombre rico y poderoso, el caníbal del Suntory.
Aplaudo la decisión de la corte suprema de producir un documental periodístico que, según me dicen, participará en festivales con una alta probabilidad de ser premiado.
El ministro presidente cuenta en Milenio que la historia del caníbal de Atizapán es perturbadora, pero que debe ser “el punto de partida para reflexionar sobre las razones por las cuales este hombre pudo perpetrar feminicidios por décadas sin ser denunciado; sin que nunca nadie buscara a las mujeres que desaparecían en la comunidad; sin que, hoy en día, decenas de familias puedan saber si sus hijas murieron a manos de este hombre”.
¿La SCJN de la nación debe producir documentales? Por supuesto que sí. Zaldívar lo justifica correctamente argumentando que la corte da continuidad a una tradición histórica —que se remonta a los murales de José Clemente Orozco y pasa por el de Rafael Cauduro— de patrocinar obras que cimbren las conciencias para denunciar las injusticias sociales”.
Por cierto, la obra de Cauduro en el edificio de la SCJN es extraordinaria. Deberían ministros y ministras, como parte de sus actividades, promover visitas de gente de todos los sectores y todas las edades para que se conozca.
En lo relacionado con el documental periodístico sobre el caníbal de Atizapán, el ministro Zaldívar afirma que exhibe una realidad atroz: “La de un psicópata que mató mujeres por años frente a los ojos de toda una comunidad”. Pero el jurista subraya que el trabajo patrocinado por la corte suprema exhibe algo todavía peor: “la realidad de la impunidad, del desdén y la negligencia de los sistemas de procuración de justicia; la realidad de una sociedad indolente que no se inmuta por la violencia sistemática contra las mujeres; la indiferencia de una sociedad para la que las mujeres pobres son invisibles, prácticamente desechables”.
El caníbal de Atizapán no es el único en México. Como se comentó antes, acaba de aparecer en la escena de la tragedia nacional el caníbal del Suntory. Estos dos salvajes en esencia son iguales. Solo los diferencia su nivel económico: el primero era pobre; el segundo es rico, poderoso e influyente.
En una restaurante bastante bueno y aún más caro de la Ciudad de México, el caníbal del Suntory, Jesús Hernández Alcocer, de 79 años de edad, mató a balazos a su esposa, Yrma Lydya Gamboa, de 21 años.
Hernández Alcocer pertenece a la clase alta mexicana. Ha sido un hombre con poder, cercano a políticos importantes —en redes sociales se ha dicho que Felipe Calderón lo protegía—, entre sus amigos hay abogados prestigiados, hizo negocios con el capo Genaro García Luna y con obispos que viven como potentados (Onésimo Cepeda) y muy probablemente ha sostenido relaciones de todo tipo con ministros de la corte actual o de las anteriores.
El próximo 27 de julio se estrenará la serie Caníbal. Indignación total en el canal de la corte suprema, justiciaTV, y en la televisora más importante de México, Las Estrellas, de Televisa.
La segunda temporada
Tiene la Suprema Corte de Justicia de la Nación material de sobra para una segunda temporada todavía más impactante. Los negocios y las amistades políticas del caníbal del Suntory merecen todo un capítulo. Otro episodio debe estar centrado en las soluciones, como la de atreverse el sistema político mexicano a llevar hasta sus últimas consecuencias el empoderamiento de las mujeres, que ha sido uno de los logros de la revolución pacífica emprendida por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Debe quedar en el olvido lo más pronto posible el México de los feminicidios —cito al ministro Zaldívar—, el “país en el que están matando mujeres, niñas y adolescentes impunemente, como si fuera un mal inevitable”.
Es verdad, si como sociedad nos miramos en el espejo —desde luego con objetividad— lo que vemos es una nación en la que imperan “violencia de pareja, violencia doméstica, violencia sexual, violencia institucional, en donde los feminicidios no son sino la consecuencia de una cultura que ve a las mujeres como desechables”.
Mujeres con poder
Las mujeres deben ir a lo más alto del poder. Ya han avanzado bastante. Ahora mismo, como nunca antes, hay muchas en cargos de gran relevancia:
√ SCJN. Nunca antes había habido cuatro ministras: Ana Margarita Ríos Farjat, Yasmín Esquivel Mossa, Loretta Ortiz Ahlf y Norma Lucía Piña Hernández.
√ Gobernadoras. Nunca antes las mujeres habían gobernado, al mismo tiempo, nueve entidades federativas (serían diez si no hubiera muerto Martha Érika Alonso). Ellas son: Marina del Pilar Ávila, Maru Campos, Claudia Sheinbaum, Índira Vizcaíno, Layda Sansores, Evelyn Salgado, Lorena Cuéllar, Teresa Jiménez y Mara Lezama.
√ Banxico. Nunca antes una economista había sido la gobernadora del Banco de México: Victoria Rodríguez Ceja.
√ Gabinete. Nunca antes en el gabinete presidencial había habido ocho mujeres: Tatiana Clouthier, María Luisa Albores, Rocío Nahle, Alejandra Frausto, Delfina Gómez, Luisa María Alcalde, Rosa Icela Rodríguez y Adriana Montiel.
√ INE. No recuerdo que cinco mujeres hubieran sido consejeras electorales en el mismo periodo: Carla Humphrey, Beatriz Zavala, Dania Paola Ravel, Adriana Favela, Norma Irene de la Cruz.
Para las mujeres es ahora o ¿cuándo?
Seguramente la SCJN no realizará un nuevo documental, pero en este momento —para darle sentido al trabajo periodístico que financió— debería exigir, como una medida absolutamente necesaria para verdaderamente empezar a cambiar el rostro feminicida de México, que las mujeres presidan lo que todavía no les ha tocado encabezar:
√ Ministra presidenta. Una mujer debe estar al frente de la corte suprema. Pronto abandonará esta posición Arturo Zaldívar, entonces debe este hombre —para dar ejemplo a los otros ministros— pronunciarse abiertamente en favor de que lo reemplace una ministra. Hay cuatro excelentes juristas para elegir: Esquivel Mossa, Ortiz Ahlf, Ríos Farjat y Piña Hernández.
√ Gobernadora de Edomex. Solo debe hacer mujeres candidatas al gobierno del Estado de México. Esta tendría que ser una obligación ética de los partidos políticos que se las arreglaron para acabar en esa entidad y en Coahuila con la paridad de género de las candidaturas. Como en las elecciones coahuilenses ya decidieron Morena y el PRI —este seguramente en alianza con el PAN— postular solo machitos, entonces en Edomex el partido de izquierda debe jugársela con Delfina Gómez o con Mariela Gutiérrez y el PRI-PAN con Alejandra Del Moral o Ana Lilia Herrera.
√ Consejera presidenta del INE. Ya se va Lorenzo Córdova, así que no debe desaprovecharse la oportunidad de que lo sustituya una mujer. Hay talento de sobra entre las consejeras Zavala, Humphrey, Ravel, Favela y De la Cruz.
√ Primer gentleman de la nación.
En efecto, el esposo de la próxima presidenta de México debe ser llamado gentleman, no caballero. El término damo quizá sería adecuado, pero personalmente no me gusta y se utiliza poco; de hecho creo que solo en Chile se aplica al “varón adulto que generalmente desempeña un rol atribuido a una mujer en una ceremonia o tarea social”.
Sin duda me gusta más el vocablo gentleman, pero insisto, no debe confundirse con caballero, porque no significan lo mismo. El ministro Zaldívar seguramente conoce la diferencia entre ambas palabras. Cito a un doctor en filología clásica español, Martín-Miguel Rubio Esteban, para no dejar dudas: “El eje diacrónico o histórico de los significados en muy pocas ocasiones podemos reflejar en la traducción, desde luego. Así, nuestro ‘caballero’ no puede soslayar la antipática referencia histórica a clase social, con toda su remembranza romana, el ‘ordo equitum’. Por el contrario, un gentleman no apunta a una clase social sino a una forma moral de estar en la vida, a una pose ética y mental… El gentleman mantiene siempre la coherencia de su propia moralidad”.
Así, el esposo de la próxima presidenta de México debe ser un gentelman. Pero hay dos problemas. Solo tienen posibilidades de llegar a la presidencia Claudia Sheinbaum, por Morena, y Margarita Zavala, por la alianza opositora PRI-PAN-PRD. Desde luego las probabilidades de Claudia de ocupar a partir de 2024 la oficina principal de Palacio Nacional son mucho mayores que las de Margarita, pero en política todo puede pasar. Lo anterior implica dos problemas en términos de los compañeros de ambas. Los explico.
Claudia no está casada, así que su novio sería algo así como un informal primer gentleman, por decirlo de ese modo. Es un problema menor el de la morenista ya que casarse es sencillo si hay voluntad de ella y él, y por lo demás, su compañero, Jesús María Tarriba —doctor en ciencia física y especialista en riesgos financieros— posee las virtudes del gentleman inglés: en todo lo que ha hecho ha mantenido la coherencia de su propia moralidad.
El problema más serio es de Margarita. Jamás la voy a culpar por nada de lo que haya hecho su marido, Felipe Calderón, a quien muchos responsabilizamos por las atrocidades que tienen a México hundido en el peor infierno de violencia. Es machismo decir que ella es tan culpable como su cónyuge. Podría Margarita divorciarse, pero romper el contrato matrimonial es muchísimo más complicado que firmarlo. ¿Qué debe hacer la señora Zavala? Solo tiene una opción: seguir casada sin estarlo, al menos no en su vida pública. Necesita para seguir creciendo en las encuestas que su consorte ya se cierre la boca, dé de baja su Twitter y se deje de andar de grillo. Margarita tiene que deshacerse de ese lastre y la única manera es silenciarlo. Después podrá dejarse ver más con sus hijos, a quienes también, muy injustamente, se agrede por el rechazo que genera su padre en amplios sectores sociales. No se trata de que Margarita se avergüence de Felipe, sino nada más de que por pragmatismo lo esconda.
En fin, he comentado lo del esposo de la señora presidenta solo porque me pareció interesante ya comenzar a hablar del primer gentleman de la nación. Pero realmente esto es lo de menos: lo verdaderamente relevante es que las mujeres lleguen a donde nunca han llegado, la presidencia de México. Esto es urgente ya que si no es ahora... ¿cuándo?
Conste, no descalifico a algunos varones aspirantes a la presidencia. Creo que en especial uno de ellos, Adán Augusto López Hernández, verdadero gentleman de la política, sería desde Palacio Nacional un extraordinario aliado de las mujeres. Si le toca ocupar el máximo cargo político, qué bueno. Pero creo que la vía más rápida —mejor pavimentada y más corta, prácticamente una línea recta— para que México deje de ser sinónimo de feminicidio es la de tener una señora presidenta de la república, una ministra presidenta de la corte suprema, una consejera presidenta del INE, otra gobernadora antes de las elecciones presidenciales y sostener a la gobernadora del Banco de México.
Lo merece Yrma Lydya Gamboa, a quien evidentemente su poderoso marido siempre trató como una basurita perfectamente desechable. Basurita, en efecto, como la canción que la reciente víctima de feminicidio interpretó y que en este momento mucha gente está recordando en YouTube:
Soy basurita que arrastra el viento
Cuando vine al mundo yo nací llorando
Y desde entonces sigo llorando
Ay, cuanta amargura siento al acordarme
cuando yo era niña faltó hasta el agua
Pa bautizarme
Juan Zaizar