Existe una fábula sobre una ranita y un alacrán, ambos queriendo cruzar el riachuelo. El alacrán está justo a la orilla, sabe que no podrá nadar lo suficiente como para llegar al otro lado. La rana desea emprender su travesía, también para llegar al otro extremo, pero teme que, al intentar entrar, el alacrán la ataque. Entonces el alacrán, hábil y manipulador, le propone a la rana respetarla mientras ella le ayuda a cruzar, transportándose en la espalda de ella. Le promete permitirle acercarse a la orilla común de aquel riachuelo, sin molestarla ni matarla, mientras ella le permite montarse y entonces, emprender juntos hacia el otro lado. Ella le pide una garantía de que no la matará, él le muestra que al ser interés de ambos cruzar, no tendría razón para hacerlo pues tan sólo con ella podría llegar al otro lado.
Finalmente, logra convencerla. La rana se acerca y el alacrán sube en su espalda, ella se aventura a nadar cerca de la superficie, procurando no incomodar a su pasajero pues bien sabe que, en cualquier momento, el doble aguijón podría llenarla de veneno. Muy cerca de la meta, ya tocando tierra, el alacrán realiza un ataque preciso y fulminante en el lomo de la rana, paralizándola totalmente. La rana alcanza a cuestionar las razones de su traición con el último aliento y el alacrán, apenado, pide disculpas: “Lo siento, lo siento en verdad, no pude contenerme, es mi naturaleza.”
Al fin, de la simple fábula queda una lección: la naturaleza o esencia brota en cualquier circunstancia pues se podrá cambiar de bancada o partido, pero no de tendencia, valores, temperamento, estilo personal de hacer política, de aquello que motivó a la periodista Lilly Téllez a romper con el partido que la llevó a la Cámara Alta en lo que fue, para el presidente, una abierta traición.
Crítica, valiente y con esa vocación periodística a no quedarse callada, Lilly Téllez se acerca pronto a conocer el rostro más realista de la derecha ultraconservadora mexicana que por definición, es misógina. Dos tuits le bastaron para destrozar las aspiraciones del diputado presidente de la Mesa Directiva, con una idea dura: Santiago Creel nunca ha ganado una elección, de que le bastaría un millón de firmas si es que aquello no representa ni un millón de votos, menos se acerca o compara con los 54 millones que dieron inicio a la Cuarta Transformación pero que sí indica lo que muchos ciudadanos observaron previamente: el financiamiento empresarial a perfoles opositores.
Cuestiona Lilly Téllez quién podría estar tras el financiamiento de Creel partiendo de las millonarias cantidades que se requieren para juntar esa cantidad de firmas. El escenario no pudo ser mejor: Todo el cuestionamiento inició en el programa que conduce Brozo, el opositor tenebroso por Latinus, el medio vocero de los que no se logran poner de acuerdo, ese ente heterogéneo y conflictuado al que hemos conglomerado dentro de la amorfa “oposición”.
Marko Cortés, el presidente del PAN, se adelantó a desconocer el mecanismo de las firmas para elegir candidato al mismo tiempo que Alejandro “Alito” Moreno anunciaba su aspiración a la candidatura presidencial por el PRI. Una mega alianza que, en su naturaleza protagónica, sin proyecto en común y sin acuerdos reales de consolidación ante el 2024, tiene mil cabezas y ninguna visionaria. Al igual que en la fábula, la naturaleza emana. Más rápido se destrozarán entre la lucha intestina por encabezar sus poco prometedoras candidaturas que en formar algún acuerdo más duradero que aquel necesario para cruzar el riachuelo. Al final, Lilly Téllez se ha convertido en la mejor aliada del presidente y de Morena. En el clímax de las preocupaciones entre la clase empresarial y la derecha por las acciones frente a Ferrosur, la frustrada venta de Banamex y las tensiones sobre la transparencia en las obras clave del sexenio y la Corte, la sonorense nos brinda una perfecta orquesta de tensión al interior de la derecha, en la que ella sabe bien, se toman acuerdos que no la contemplan.
Algo es digno de reconocimiento y recuerda aquella frase de Nietzsche que dice “Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti. “.
Lilly parece haber observado al propio Andrés Manuel López Obrador con tanta profundidad, que ahora, su convicción por ser la elegida, la única presentable y digna, ciudadana, pura, sin las mañas del “político” suena muy parecido a los inicios que sembraron la idea obstinada de que tan sólo con él habría cambio. Y vaya que lo hubo. Solamente el tiempo dirá si conocer el entripado del objeto que, por años, Téllez estudió y analizó, le permitirá dominarlo. O si todo se trató de espejismo, mientras tanto, felicidades al Partido Acción Nacional por su bienvenida al mundo anfibio.