Se ha escrito en reiteradas ocasiones acerca del gran potencial de Xóchitl Gálvez de cara a los próximos comicios federales. Sin embargo, apenas se empieza a vislumbrar la idea de que pudiera encabezar la candidatura presidencial de las oposiciones.

Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz sería una magnífica candidata, tanto a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México como a la presidencia de la república.

En tiempos en que la popularidad del oficialismo se nutre de la polarización imperante en el país, una alternativa que pueda minarle credibilidad al discurso lopezobradorista es justo lo que las oposiciones necesitan.

A Xóchitl Gálvez no se le puede injuriar con las etiquetas polarizadoras de la eterna diatriba oficial. Ninguno de sus posibles adversarios podría tildarla ni de conservadora ni de privilegiada.

Mientras casi todos los aspirantes a las titularidades de los ejecutivos federal y capitalino crecieron entre las comodidades propias de los hogares de clases medias, la hidalguense tuvo que abrirse camino entre las dolencias de la violencia familiar, las carencias del Hidalgo rural y los obstáculos inherentes a la superación personal cuando se arranca desde una cuna indígena en México.

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Una eventual candidatura de la senadora de oposición referida sería conciliadora, amplia, plural. Su imagen no provoca cerrazón entre los simpatizantes del oficialismo. La de Xóchitl sería una campaña conciliadora, de apertura, de carisma y de sonrisas.

Xóchitl Gálvez no tendría que contrastar con el lopezobradorismo para destacar. Al contrario. Ella también puede lucir como una mujer progresista, que conoce las necesidades de la gente y que ha vivido la pobreza en carne propia.

Frente al abuso de la narrativa populista y demagógica, Xóchitl podría plantearse como la encarnación de quien realmente sí podría solidarizarse con la pobreza y combatirla con conocimiento de causa. Porque su historia siempre ha sido de impulso y crecimiento, justamente lo que todos necesitamos.

Aunado a lo anterior, la figura de Gálvez Ruiz no carga lastres de vulnerabilidad mediática. Lejos de eso, recientemente logró vencer mediáticamente a Andrés Manuel López Obrador, a quien lo exhibió como un hombre adepto a los monólogos, pero temeroso al debate.

Otra ventaja de Bertha Xóchitl es que su oferta al electorado bien podría aglomerar a todas las oposiciones. Y es que no se le puede pintar de ningún color. Para algunos aspectos resplandece como liberal y para otros como progresista. Sin embargo, de ninguna manera encuadra en la dicotomía anacrónica que simbolizan la derecha e izquierda.

Todo Xóchitl es justo medio aristotélico, que bien podría ser el remedio para el exceso protagónico del actual sexenio.

Además, Xóchitl Gálvez no tendría que cruzar la calle que separan al Ayuntamiento de la Ciudad de México de Palacio Nacional, peligrosísimo reto al que Claudia Sheinbaum sí se enfrentaría.

Recordemos que a la fecha todos los que han utilizado al palacio de Ayuntamiento de la CDMX como plataforma política y electoral a la presidencia, se han quedado en el camino: desde Corona del Rosal, hasta Miguel Ángel Mancera, pasando por los mismísimos Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard Casaubón.

Lo único a lo que se enfrentaría una posible candidatura presidencial de Xóchitl sería al desconocimiento de la gente y a la falta de tiempo, motivo de la sobrerregulación en materia electoral que padecemos por culpa de quienes hoy desprecian las leyes que crearon ese monstruo de la sobrerregulación.

Pero su fortaleza radica en el blindaje al insulto que funge como canon de los lopezobradoristas.

Y es que unos estudiaron maestrías en el extranjero. Una niña Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz vendía gelatinas en un poblado remoto para sobrevivir.

Twitter: @HECavazosA