La ratificación de Rosario Piedra Ibarra como presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos ha supuesto un nuevo paso de la 4T rumbo al desmantelamiento de las instituciones del Estado mexicano.

Los morenistas, insatisfechos con haber destruido al Poder Judicial y de haber eliminado las vías de defensa contra reformas violatorias, se propusieron confirmar en el cargo a una mujer cuyo papel al frente de la CNDH ha estado marcado por la ineptitud, la inoperancia, y peor aun, por la connivencia con el poder. Así lo demuestran inequívocamente las quejas presentadas y el número de recomendaciones emitidas por el organismo.

Tras el patético voto en el Senado, Gerardo Fernández Noroña, el impresentable presidente de la Mesa Directiva, defendió la decisión de la Cámara Alta, a pesar de haber pasado por alto los deseos de la presidenta Claudia Sheinbaum (según trascendió, apoyaba a Nashieli Ramírez) y el sentido de la defensa de los derechos humanos ante los abusos de las Fuerzas Armadas y otras autoridades del Estado.

En su entrevista con José Cárdenas en Radio Fórmula, Noroña, con ese talante autoritario propio de un dictadorzuelo de la más baja estirpe, expresó “mala tarde” si la oposición y la opinión pública repudiaban la reelección de Piedra.

Sí, efectivamente, Noroña, Adán Augusto y su pléyade de iluminados se presentan al unísono ante los mexicanos como la nueva versión del PRI más rancio y execrable de antaño.

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Sin el menor miramiento hacia la evidencia, la opinión pública y la labor de la CNDH, el flamante presidente de la Mesa Directiva defiende una votación marcada por las irregularidades, la ilegitimidad, el desaseo, la corrupción y la ineficacia de una funcionaria enana ante la responsabilidad que le fue conferida.

El México contemporáneo vive uno de sus peores momentos en términos de democracia constitucional, defensa de los derechos humanos y respeto a la pluralidad de las minorías. De la mano de individuos como Noroña y Adán Augusto López, y con la connivencia y/o complacencia de la presidenta Sheinbaum, la autoproclamada 4T avanza inexorablemente hacia el final del proceso de aniquilamiento del país que se conoce.