Quiero tratar este tema a colación del lamentable asesinato perpetrado contra el magistrade Jesús Ociel Baena Saucedo y su pareja, hechos que la fiscalía de Aguascalientes pretende simplificar (si acaso eso fuera posible) como “crimen pasional”. Es terrible el mensaje que nos deja, porque, ¡sí señoras y señores!, hoy en día sigue pasando, el odio mata.

He denunciado varias veces la permisividad que tiene mi propio sindicato, la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación de México (ASSA), ante la violencia que se ejerce en contra de la comunidad LGBTQ+, incluso por parte de los propios compañeros.

Razón por la que me parece vital que hablemos, que no lo dejemos pasar, sin darle la importancia que tienen los casos de homofobia en nuestro país. Quiero hablarles del caso de una compañera sobrecargo, quien está en el largo proceso de cambio de sexo, y eso la ha convertido en el blanco de muy severas críticas.

Destaco el loable papel de la empresa en la que esta sobrecargo presta sus servicios, pues hace muchos años hubiera sido impensable que le permitieran permanecer en esta o en cualquier otra compañía aérea; sin embargo, tomaron la decisión correcta de no negarle el trabajo, y en cambio se le apoyó para su transición de hombre a mujer.

Eso dice mucho más que poner una bandera de arcoíris durante el mes de junio, Aeroméxico está llevando de manera real y comprobable una política de inclusión en su planta laboral, y eso es lo que México requiere.

Las columnas más leídas de hoy

El pasado mes de mayo un usuario de la aerolínea se quejó en sus redes sociales por haber sido atendido por una sobrecargo trans, y dijo lo siguiente:

“NUNCA PERO NUNCA LE VOY A PERDONAR @Aeromexico el haber subido aeromozos trans para darnos servicio, que perro asco ser atendido por Ofelio Pastrano, ¡qué perro asco! Vuelo 964 CDMXX-MTY.

Hasta tatuajes visibles… ¿en qué momento se perdió la pulcritud y el buen gusto? ¿Y la buena presentación? Ya había requisitos para ser aeromozos y vean nada más ahora… ¡perro asco!”

@AXL_400

Por supuesto, ante estos señalamientos, mi sindicato tendría que haberse pronunciado en favor del sobrecargo vilipendiado en redes sociales. El tema escaló a varios medios de comunicación, como el portal de noticias de Paco Zea, quien cubrió este comentario titulando su nota:

“Un usuario de Aeroméxico se queja en redes al ser atendido por sobrecargo trans, los cibernautas responden”

Mi sindicato parece estar abducido por el marasmo y la apatía, yo sí tengo muchas cosas qué decir sobre este peligroso tema de los discursos de odio en contra de la comunidad LGTBQ+.

Para empezar, la compañera sobrecargo, no es “aeromozo”, como de manera despectiva le llama este usuario. La palabra que define nuestra profesión y con la cual se nos extiende una licencia por parte de la autoridad es la de sobrecargo, seas hombre, mujer o trans, eres sobrecargo de aviación. Tanto en la Ley de Aviación Civil como en la Ley Federal del Trabajo así se nos reconoce a los tripulantes de cabina.

Menospreciar la profesión de sobrecargo al llamarlo “aeromozo” tiene toda la intención de insultarle, porque nuestra función a bordo de una aeronave no es la de ser “mozo aéreo”. El diccionario señala que “mozo” es la persona que sirve en las casas o al público en oficios subalternos, por ello que la construcción de la palabra aeromozo es errónea.

Durante un vuelo, los sobrecargos solamente están por debajo de la autoridad máxima de la aeronave, que es el capitán. Y no es solo una cuestión de ego o estatus. Los sobrecargos son auxiliares de vuelo y personal de seguridad a bordo. Es como sí lo yo le dijera a un médico cirujano con todo y su cédula profesional exigida para desempeñar su profesión y especialidad que es un “matasanos”; o a un bombero verlo como un empleado servil solo porque no se está en medio de un incendio.

No, estimados lectores, el papel de los sobrecargos de aviación forma parte fundamental en la operación segura de un vuelo, por eso no cualquiera puede serlo, a diferencia de lo que cree Enrique Beltranena (de Volaris), que asegura que los puede conseguir en un OXXO. La profesión de sobrecargo exige para prestar tus servicios en cualquier aerolínea, que cuentes con toda tu documentación vigente y en regla:

Desde el pasaporte, visa, el ICAO, el examen de aptitud psicofísica que otorga la Agencia Federal de Aviación Civil, cuyo resultado debe ser apto para volar, certificado del curso de instrucción, documento con que acredite haber presentado y aprobado los exámenes teórico-prácticos establecidos por la autoridad aeronáutica, o lo que se conoce como adiestramiento periódico, que se hace de manera anual, y finalmente la licencia de sobrecargo.

Más allá, la forma como el usuario se expresa de la compañera sobrecargo, diciendo que le da “perro asco”, que sea trans, es un discurso de odio más que peligroso, pues pareciera que las personas de la comunidad LGBTQ+ no deberían salir a la luz del sol, pues molestan con su presencia a los hombres heterosexuales. Es más ¿para qué les dan trabajo? Y vayamos aún más allá, ¿para que viven si dan perro asco? Al final eso es lo que se puede interpretar de este discurso de odio.

La perorata del usuario continúa cuestionando los tatuajes visibles, pues desde su punto de vista deben cubrirse porque “ofenden”; por lo menos así lo mencionó, preguntándose con pesar ¿dónde quedó el glamour en la aviación?

Como todo en esta vida, la aviación es una industria en constante evolución. En nuestro país el primer sobrecargo fue un hombre, Salvador Hernández Farina”, por supuesto en Mexicana de Aviación (la primera siempre será la primera). Posteriormente se empezaron a contratar mujeres, enfermeras de profesión, para auxiliar a los pasajeros con malestares como mareos y náuseas.

Después hasta muchos años después volvieron a contratar hombres; y es que durante mucho tiempo la profesión se consideró propia de “mujeres MMC” (Mientras Me Caso), otro doloroso cliché. Y es que en los reclutamientos, allá por los años 50, 60 e incluso hasta los 70, se buscaban “niñas bien”, que hablaran inglés y que fueran muy guapas. Sin embargo, la profesión de sobrecargo se fue modificando al mismo tiempo que la aviación requería más allá de una cara bonita, exigiendo gente preparada para una eventual emergencia a bordo.

En la actualidad, estos cambios quedan plasmados en la forma en que se han ido “transformando” los uniformes de los tripulantes; las grandes aerolíneas buscan el equilibrio entre la funcionalidad, seguridad y la comodidad de sus trabajadores, y les dotan de zapatos tenis como el calzado actual. Atrás se quedaron los zapatos formales y los tacones. También tiene que ver con una cuestión de salud.

Lo mismo sucede con los tatuajes. Puedo decir que cuando yo entré a volar en 1998 estaba terminantemente prohibido tener tatuajes; la revisión médica que te hacia la empresa era de lo más invasiva para comprobar que realmente no tuvieses ningún tatuaje. Poco a poco esto se fue relajando, y pasamos de una prohibición total a permitir tatuajes siempre que no fueran visible para los pasajeros, e incluso a cubrirlos de alguna manera.

Yo no tengo ningún tatuaje, pero es porque le tengo pánico a las agujas; pero muchas de mis amigas se tapaban los suyos con cintas adhesivas color piel o con maquillaje. Hoy en la actualidad el tema de los tatuajes en el ámbito laboral ha cambiado. Contamos con una ley en vigor, además de una sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que deja claro que las personas con tatuajes no pueden ser obligadas a ocultarlos, al contrario, tienen ese derecho, y el patrón no puede no debe discriminarlos por ese motivo.

Los tiempos cambian y hay que adaptarnos a ellos. A lo que no podemos adaptarnos es a tolerar los discursos de odio, y menos si provienen -como es este caso- de los propios compañeros de trabajo. En septiembre de este año de hecho yo denuncié el acoso que algunos sobrecargos estaban haciendo en contra de la sobrecargo trans en redes sociales, además hablé de la hipocresía de mi sindicato, que implementó una campaña sobre el Convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), mientras al día de hoy sigue permitiendo el acoso laboral y la discriminación.

Lamentablemente son varios los comentarios sumamente transfóbicos que se pueden leer en redes sociales, y que han sido escritos por sobrecargos. Uno de ellos se expresa de la sobrecargo trans de la siguiente forma: “manguita larga un bonito peinado y buen maquillaje y listo pasa por desapercibid@ pero acuérdate que es pariente de Miriam González, bueno!!! Y que me dices de esta momia!! ¿Acaso nunca se quejaron de esta horrible mujer???”. En otro comentario se puede leer “Ay sí!!! Ya me acordé! Es su sobrino Jajajajajajaja la momia logró que esta aberración formara parte de una tripulación. Esto nos dejó de herencia.”

No puede decirse de otra forma: atacar a otro ser humano diciendo que es una aberración, es un discurso de odio que no podemos tolerar, por toda la carga negativa que genera en el receptor del mensaje. Así como hoy se piden espacios libres de violencia de todo tipo, también es importante señalar que comentarios como los anteriores matan. La comunidad LGBTQ+ también es vulnerable dentro de la industria aeronáutica, porque tanto hay intolerantes entre los pasajeros como entre sus propios compañeros. Increíble pero cierto, en pleno siglo XXI, seguimos con creencias atávicas.