La revista británica The Economist ubicó a Monterrey como la mejor ciudad para vivir en México y una de las mejores de América Latina. Según el Índice Global de Habitabilidad 2022, Monterrey fue la única mexicana en obtener una calificación de 60 de 100 puntos y se ubicó en el lugar 11 de América Latina. De acuerdo con la encuesta, realizada entre el 14 de febrero y 13 de marzo pasados en 172 ciudades, Monterrey fue reconocida por su estabilidad, oferta cultural y de entretenimiento, infraestructura y la flexibilización de las restricciones de Covid-19. Sin embargo, sus retos fueron la movilidad y la seguridad.

Cuatro meses después, no hay agua en Monterrey ni en Nuevo León. Es difícil vivir así. El crecimiento de la población, la expansión económica y el cambio climático están aumentando las presiones sobre el suministro limitado de agua.

En algún momento lloverá. Y ojalá que la cola de un huracán se acerque a nuestras montañas y llene todas las presas. Pero eso no resolverá el problema. Se necesita un enfoque integral para ayudar al gobierno a desarrollar una estrategia eficaz para la seguridad hídrica a largo plazo. Necesitamos mejorar la gestión del agua, crear una red de profesionales y expertos, y recibir la mejor asistencia técnica.

El área metropolitana de Monterrey alberga un número creciente de la población del estado. Las estimaciones actuales muestran que el futuro de Nuevo León será cada vez más urbano. La demanda de agua crece día a día. Se prevé un aumento, al menos del 50 por ciento, en la demanda de agua urbana en los próximos 30 años.

La necesidad de asegurar un suministro de agua inclusivo y sostenible para Nuevo León es bastante obvia. Si contamos con una fuente confiable de agua habrá crecimiento económico inclusivo, salud pública y estabilidad política. Si no tenemos agua, no hay viabilidad para Nuevo León.

Las columnas más leídas de hoy

¿Cuáles son las presiones que tenemos?

  • Rápido crecimiento de la población urbana.
  • Expansión económica.
  • Contaminación.
  • Prácticas subóptimas de la gestión del agua
  • Cambio climático.

Estas presiones nos exigen diseñar un futuro inteligente con el agua, cambiar la mentalidad, desmitificar la gestión del agua urbana y un compromiso para desarrollar soluciones concretas.

Debemos dejar a un lado la novatez, la ignorancia y la arrogancia. Nuevo León tiene que aprender de las historias de éxito y desafíos relacionados con el agua para generar avances con las mejores prácticas. Tiene que establecer conexiones con otras ciudades que sufren escasez de agua y compartir soluciones formando una plataforma para profesionales y expertos, así como para instituciones y líderes intelectuales mundiales. A Nuevo León le urge recibir asistencia técnica para diseñar e implementar nuevos enfoques de gestión del agua, avances tecnológicos y prácticas políticas.

Tenemos que pensar desde la reutilización de aguas residuales hasta la rehabilitación de acuíferos. Nuevo León necesita un cambio de paradigma de cómo se aplican las políticas, la tecnología y los sistemas de gestión para mejorar la sostenibilidad financiera, ecológica y la equidad social por la escasez de agua. Requerimos un pensamiento no convencional que se aventure más allá de los enfoques tradicionalmente estrechos y aislados. Debemos mirar el desafío de hoy a través de una lente creativa y colaborativa para fomentar las innovaciones en las prácticas de asignación y gestión del agua.

La crisis climática no va a desaparecer y amenaza la seguridad hídrica en muchas ciudades del mundo. El aumento de las temperaturas interrumpe los ciclos del agua, lo que lleva a sequías cada vez más frecuentes, intensas y duraderas. Se prevé que la población urbana que se enfrenta a la escasez de agua llegue a 2,370 millones en 2050.

La escasez de agua en Nuevo León hoy fue causada por la incompetencia gubernamental de muchos años, el uso insostenible de los recursos hídricos y la infraestructura inadecuada, así como por la falta de disponibilidad de agua. Hoy no se va a solucionar con “policías del agua”.

Primero que todo, se requiere un plan de emergencia:

  • Las miles de familias sin agua en el área metropolitana están muy enojadas, con razón, y desesperadas. Van a seguir saliendo a las calles. Es prioritario que el gobierno del estado se enfoque y se concentre en el problema del agua. Los miles de servidores públicos de todas las dependencias deben salir a la calle con un plan. Deben dividir el área metropolitana por zonas. Asignar un responsable en cada una de ellas y ubicar calle por calle, colonia por colonia, las viviendas que no reciben agua, ni siquiera en los limitados horarios establecidos por el gobierno. A esas familias hay que dotarlas de agua por medio de pipas.
  • El gobierno del estado tiene que reasignar el gasto para rentar, comprar, tomar prestadas o adquirir de alguna forma todas las pipas que sean necesarias. Es un programa de emergencia, debe ser bien ejecutado, con rutas y horarios. Exige una buena supervisión con una extraordinaria coordinación intermunicipal.
  • Este programa debe permanecer cuando menos hasta el mes de agosto y esperar que las lluvias de septiembre sean abundantes, para que llenen las presas. Si no se implementa adecuadamente habrá caos en la ciudad, pleitos vecinales, bloqueos y manifestaciones. Serían inimaginables las consecuencias políticas para el gobernador y los alcaldes.

Además del plan de emergencia, se requiere una nueva gobernanza:

  • Involucrar a todos los servidores públicos de los municipios y del estado, así como a las empresas privadas y la sociedad civil, en la evaluación de riesgos e impactos, así como en el desarrollo de estrategias para abordarlos.
  • Incluir a los actores involucrados en la gestión del suministro público de agua, el turismo y la recreación, los edificios y la infraestructura, las industrias que consumen mucha agua, los parques y el medio ambiente, el suministro de alimentos, la salud y el bienestar. Establecer mandatos claros para la agencia pública estatal encargada de la gestión del agua.
  • Pensar en nuevas formas de financiamiento de la gestión eficaz del agua. Los fondos de agua son un mecanismo financiero y de gobernanza prometedor. Pueden ayudar a unir a los actores públicos, privados y de la sociedad civil para mejorar la seguridad hídrica, con un enfoque en soluciones basadas en la naturaleza y la gestión sostenible de cuencas hidrográficas.
  • Establecer procesos para monitorear y responder a los riesgos cambiantes, basados en evidencia, con un monitoreo situacional activo. Trabajar con el gobierno federal y los estados vecinos. Tomar medidas drásticas contra la corrupción que afecta severamente los servicios de la ciudad relacionados con el agua, la infraestructura y los ingresos.
  • Identificar los riesgos e impactos de la sequía local. Recopilar mejores datos. Trabajar con socios de investigación, universidades, para identificar, medir y mapear los riesgos e impactos de la sequía, incluidos los costos totales esperados. Incluir los riesgos e impactos directos, indirectos y en cascada.
  • Promover el uso inteligente del agua, no sólo en tiempos de sequía, sino a largo plazo, para reducir la presión sobre los sistemas de agua. Esto se puede lograr con campañas de información pública, medidores inteligentes, notificaciones personales, tableros públicos, informes diarios de consumo de agua que se publican en los medios masivos, promoción del agua reciclada.
  • Establecer tarifas de uso inteligente, donde los usuarios pagan diferentes montos de acuerdo a su nivel de consumo; a medida que aumenta el uso del agua, la tarifa cambia a un precio más alto. La clave es enviar señales de precios a los consumidores de agua para fomentar la conservación.
  • Invertir en ingeniería, mantenimiento activo, análisis de datos, reparación rápida y el uso de materiales resistentes para reducir el desperdicio de agua. Gestionar el uso del suelo y las fuentes de contaminación para proteger las cuencas hidrográficas y mejorar la calidad del agua, haciendo uso de soluciones basadas en la naturaleza.
  • Mejorar la retención de agua y regular contra la explotación insostenible de aguas subterráneas. Incluir la recolección de agua de lluvia, que puede usarse localmente y conectarse con sistemas centralizados; recargar acuíferos administrados, que envían agua bajo tierra a través de pozos de inyección o estanques de infiltración; y reducir la evaporación de las reservas de agua dulce.
  • Invertir en desalinización y purificación para usar agua de mar o agua salobre, junto con sensores para monitorear la calidad del agua de manera efectiva. Este proceso consume mucha energía y es costoso; pero hay que hacerlo.

Javier Treviño en Twitter: @javier_trevino