Andrés Manuel López Obrador ha confirmado la multimillonaria inversión de Elon Musk en una planta que se instalará en Monterrey, Nuevo León, pero ¿qué tan bueno es eso para el medio ambiente?
Un amplio historial de acusaciones por el manejo de residuos, extractivismo, daños al medio ambiente, escasez y contaminación de aguas subterráneas así como explotación infantil en minas acompañan el historial negro de Tesla.
A pesar del planteamiento de un plan hídrico para Nuevo León, la realidad es que Elon Musk se instala en un territorio afectado ya por la falta de agua potable, misma problemática que azota en las entidades vecinas como Sonora, en donde ya se cumplen cerca de 10 años de lucha encabezada por los indígenas de la comunidad Yaqui que no tienen acceso al agua potable.
Producir un Tesla, según los informes de la propia empresa, consume 4,000 litros de agua en todas las etapas de producción y 2000 litros por auto, sin embargo, hacer baterías eléctricas requiere cobalto, litio y otros metales, según organizaciones ambientalistas, su extracción puede tener efectos nocivos para el medio ambiente, como la contaminación de aguas subterráneas por los desechos y productos químicos de la minería. Esto implica que si se llegara a instalar una planta de baterías y reciclaje de componentes de autos eléctricos en Hidalgo, como se prometió, aquellas tierras quedarán altamente afectadas en el subsuelo por estos desechos y la siembra y agricultura tendría verduras, maíz, legumbres y alimentos contaminados también.
La falacia de Tesla es que a pesar de que los minerales extraídos para las baterías podrían eliminar las emisiones del tubo de escape y el desecho de la quema de combustibles fósiles, las fábricas de Tesla utilizan maquinaria productora que consume combustibles fósiles en gran escala. Es decir que para producir un auto eléctrico que no queme combustible se queman altas cantidades de combustibles.
Bien resume Diariomotor: La fabricación (de un auto eléctrico) es más del doble de contaminante (que de un auto común) debido a la producción de sus baterías de iones de litio. Cada auto tendría que ser utilizado de 13 a 15 años para que se equilibrara la huella de carbono, ya que en lo único que se disminuyen los contaminantes es en la operación del auto, sin embargo, la clase más adinerada (que es el mercado de Tesla) cambia de auto una o dos veces al año.
Además, Tesla ha estado involucrada en una demanda en Estados Unidos por explotación infantil en mano de obra de las minas de cobalto del Congo. La investigación tiene respaldo en datos de la Unicef que ha estimado la existencia de 40.000 niños que están trabajando en minas en el sur de la República Democrática del Congo, mientras que International Rights Advocates encabeza la demanda a nombre de 14 familias congoleñas que además, exigen indemnizaciones por cerca de 60 menores que han fallecido en las jornadas explotadoras.
Greenwashing, un asunto de marketing
Tesla no es la única empresa que ha utilizado el combate a la crisis climática como una estrategia de marketing, pero Elon Musk casi logra mantenerse como vocero de la causa si no fuese porque SpaceX, su empresa aeroespacial, utiliza varias toneladas de metano para el lanzamiento de cohetes y “hobbies” espaciales del magnate. Al mismo tiempo, SpaceX es propietaria de Long Star Mineral Development, una empresa privada de perforación y fracking que extrae gas de su propiedad en Cameron, Texas. El fracking es una técnica de extracción muy criticada por ambientalistas ya que provoca afectación a ecosistemas, genera actividad sísmica y puede utilizar químicos tóxicos y cancerígenos en su proceso que contamina el aire y los mantos acuíferos.
El “Greenwashing” consiste en estrategias de empresa que invierten tiempo y recursos haciéndose pasar por amigables al medio ambiente o reductoras de contaminantes, fingiendo ser una alternativa ante el calentamiento global y creando la idea para sus consumidores que son parte de soluciones vanguardistas que cuidan el planeta, ocultando que en realidad, sus procesos también dañan el medio ambiente y tan solo construyen ilusiones incompletas.
Tesla ha logrado ocultar los daños ecológicos por encima de varias protestas de organizaciones ambientales por las ganancias que genera. En Estados Unidos, Tesla llegó a un acuerdo con la Agencia de Protección del Medio Ambiente de EU sobre las emisiones tóxicas de su planta de Fremont (California) que le permite rebasar límites establecidos, después de que en 2018 recibiera una multa de 100 mil dólares por contaminar.
En Alemania, Tesla realizó una agresiva operación de tala de 165 hectáreas de árboles para construir la fábrica de Giga Berlín, en la que no ha logrado el aumento de la producción planeada en sus metas porque las reservas locales de agua han disminuido. Tras instalarse y encontrar dificultades, esa empresa presentó una solicitud para perforar más territorio buscando fuentes adicionales de agua y así, alcanzar el nivel de producción esperado. Ahí también se encuentran bajo investigación: Brandenberg, la provincia alemana donde se instalaron, tiene un expediente abierto para conocer si la empresa maneja materiales peligrosos y tóxicos sin permiso.
Tesla se instalará muy cerca de los yacimientos de litio que se quedaron en el limbo tras la reforma a la Ley Minera, en una zona que en ocasiones, ha recibido migrantes de Haití y centroamérica sin papeles, en medio de un trato gubernamental que ha priorizado la inversión por encima de estudios de impacto ambiental. ¿Qué puede salir mal?