AMLO se ha lanzado recientemente otra vez contra los organismos autónomos. De acuerdo con la narrativa lopezobradorista estas instituciones representan un bastión de la corrupción y de la defensa de los intereses privados contra el bienestar de los mexicanos.
El presidente no comprende la historia de México. O mejor dicho, sí que la comprende pero busca, como siempre, tergiversarla para moldearla a su discurso.
Veamos. Los organismos constitucionales autónomos (sin el ánimo de entrar a explicar detalladamente la historia y pormenores de cada uno de ellos) nacen en la década de los noventa como una necesidad del Estado mexicano de legitimar la acción pública tras el desgaste provocado por el presidencialismo y el autoritarismo.
El caso del INE es ilustrativo. Como el lector recordará, las elecciones eran organizadas por la Secretaria de Gobernación, a través de la Comisión electoral. En otras palabras, el destino de la democracia electoral estaba en manos del gobierno.
A raíz de la polémica provocada por el triunfo de Carlos Salinas de Gortari en 1988, con el supuesto fraude electoral cometido contra Cuauhtémoc Cárdenas, el gobierno mexicano, sabedor de que la estructura de la época no soportaba más, decidió iniciar una serie de reformas constitucionales que significaron la cesión de competencias del Ejecutivo Federal hacia instituciones independientes del presidente de la República.
Así nace la democracia mexicana moderna. Con la creación del IFE llegó también el Banco de México, que había sido fundado durante el gobierno de Plutarco Elías Calles pero que no gozaba, en aquel momento, de plena autonomía constitucional.
Más tarde, ya bien entrado el siglo XXI, llegaron otras instituciones como la COFECE, la CNDH, el IFETEL, INEE, el IFAI, entre otros, así como el nacimiento del INE.
Si bien es verdad que algunos de estos organismos merecen una revisión en su estructura jurídica y operativa, pues no han cumplido quizá con sus objetivos fundacionales, una eventual reforma debe ser analizada bajo criterios técnicos, basados en la evidencia y con plena conciencia sobre la necesidad de seguir contando con organismos independientes de otros poderes públicos.
AMLO, por el contrario, como todo lo que ha hecho durante su administración, pretende eliminarlas indiscriminadamente, en un intento de incorporar a su discurso electorero su cruzada contra instituciones plagadas de funcionarios corruptos. No es así cómo se hacen las reformas. Como todo lo que hace la 4T, opta por el machete sobre el bisturí.