La captura de Rafael Caro Quintero significa la detención de un delincuente cuya libertad nunca debió de haber ocurrido, y que ahora permitirá continuar con la purga de su condena, con el desahogo de nuevos juicios por los actos que haya cometido en su reciente etapa de prófugo, y su muy probable extradición a los Estados Unidos. Romper el círculo delincuencial que genera la impunidad es imprescindible para recuperar el Estado de Derecho, como vía para garantizar la convivencia social, las libertades y la seguridad.
El hecho debe trascender al mero acto de la detención de un feroz delincuente, pues su carácter de integrante de una organización delictiva y cuyo desarrollo ha ocurrido en un marco de complicidades y actos de corrupción, debe conducir a desarmar redes en el marco del derecho. Sobradamente se sabe que la lucha al narcotráfico centrada en la detención de los personajes que liderean los principales cárteles resulta interminable, pues siempre surgen otros capos que reemplazan a los que han sido encarcelados y muchas veces terminan siendo más peligrosos que sus antecesores.
Frente a tales circunstancias, la lucha caracterizada por la persecución de narcotraficantes, detención, procesamiento judicial y purga de condenas, tiende a ser interminable y cada vez más compleja. Es imprescindible un enfoque más amplio, que atienda las condiciones sociales que lo hacen posible -como lo pretende el gobierno, aunque los instrumentos que emplea sean discutibles-; muy especialmente generar inteligencia a partir de los hallazgos obtenidos, desarticular a las organizaciones, identificar y perseguir a sus integrantes, sustanciar los actos de corrupción de las autoridades y funcionarios que pavimentan su actuar.
Los capos del narcotráfico son sólo el rostro visible de toda una organización delictiva
Los capos son el rostro visible de toda una organización delictiva – empresarial – financiera y de conexiones, sin las cuales no podrían existir, que obliga a mirar el problema en esa amplia dimensión; una estructura de corrupción y corruptora que avasalla y somete, cada vez más, a las actividades formales de la economía, con la capacidad de vulnerar a quienes los persiguen y que coopta a la política; se exhibe de forma tan contundente que derrota la visión de escépticos y de incrédulos sobra la ramificación que ostenta y del poderío alcanzado.
De alguna manera todos tenemos una opinión sobre el narcotráfico, lo cual se revela como resultado de la socialización y permanencia de ese fenómeno delincuencial, de las series televisivas que se refieren al tema, de las investigaciones periodísticas que se publican, de los especialistas que surgen y que se acreditan, de las notas diarias que aparecen en los medios de comunicación, de ediciones especializadas y, lamentablemente, de las experiencias directas que cada vez más vive la sociedad en condiciones de enfrentar amenazas, intimidación, hostigamiento y violencia.
¿De qué sirve la detención de Rafael Caro Quintero?
Existe todo un acerbo de información pública al respecto, sin que la actuación de las autoridades haya podido despegar o esclarecer la posible participación e involucramiento de personajes que ocupan o han ocupado relevantes cargos públicos, tanto del pasado como en el presente. A la luz de la detención de Rafael Caro Quintero, nuevamente se recuperan viejas historias y versiones de complicidades que se esgrimen como ciertas y con el soporte de distintas fuentes, análisis y recuperación de testimonios.
Una captura más de un importante narcotraficante es un evento trascendente; pero puede acabar en la intrascendencia de no inscribirse en la amplia trama del que forma parte en la compleja ola delictiva que nos azota; peor aún, caer inscrito en las sospechas que despiertan las acciones efectistas que se autocontienen, y que irrumpen en el marco de fechas, contextos y ocasiones que los vuelven convenientes como parte de una coyuntura estratégica que aconsejó su pertinencia.
Puede que la coincidencia de la captura de Rafael Caro Quintero, acaecida días después de la visita realizada por el mandatario mexicano a su similar de Estados, no sea más que una casualidad; ojalá sea así y no mero pago de tributo a nuestro vecino del norte; quedará descartada esa insidiosa sospecha si el acto de dicha captura no resulta huero y, por el contrario, se desprende de él un conjunto sólido de acciones que permitan ir en la vía de someter al narcotráfico, a sus organizaciones delictivas y a desentrañar la red de complicidades que lo abastece.