El estupor invadió a la dirigencia nacional del PAN cuando brotaron los resultados oficiales del pasado 2 de junio. Marko Cortés, en ese entonces, salió a los medios de comunicación a mostrar datos inexactos que, según ellos, les daban la victoria en Veracruz, Puebla, CDMX y Yucatán. Esta última entidad, por cierto, calificada como uno de los territorios más eficientes en sus políticas públicas. Seguramente ese punto crucial, considerado uno de los principales bastiones del blanquiazul, significó un duro golpe para el conservadurismo. El PAN, en la misma sede de su cuarto de guerra, flaqueó y se desmoronó cuando los números fluyeron en el programa preliminar de resultados en el sur del país donde, por cierto, arrasó Morena, especialmente en Chiapas.

Fue, para el panismo, un golpe profundo que los hizo caer en crisis, sobre todo de liderazgos, especialmente cuando la intensidad del diluvio que azotó desmoronó las propias estructuras del PAN. De hecho, Marko Cortés, agazapado en las instalaciones de su cuarto de guerra, no tuvo más remedio que salir ante la opinión pública con el rostro desencajado de la derrota. Es, dicen al interior del blanquiazul, el peor dirigente de la historia, pues la debacle, por sí misma, los ha hecho caer hasta la cuarta posición como fuerza política de México. Lo peor de todo ello, a la par de su arrogancia, es que no quieren aceptar que están contra las cuerdas. Y con esa falta de atención e interés, luego de no creer nunca que perderían Yucatán, Acción Nacional se perfila para perder otros tres epicentros importantes que, en años, ha mostrado su hegemonía como partido dominante.

Qué humillación vivieron cuando salieron a cuadro a decir que Xóchitl Gálvez, por las proyecciones en las entidades, había ganado la elección. Eso mismo pasó en Yucatán, que ya daban por hecho el triunfo. Eso los llevó a mostrar cifras maquinadas de encuestadoras que, para tal efecto, gozan de poca credibilidad. Una de ellas, inclusive, le dio siempre la ventaja a Gálvez. Ante esa situación, evidentemente, el PAN ha prometido a sus bases reinventarse y organizarse; sin embargo, su situación, con miras al proceso electoral del 2027, se agrava conforme las encuestas de fiabilidad han comenzado a difundirse. Así como el panismo perdió Yucatán, puede ir despidiéndose de Aguascalientes, Chihuahua y Querétaro, esta última entidad, por cierto, la joya de la corona para la derecha, especialmente porque siguen subestimando lo que, por mucho, se ha vuelto un hecho inexorable.

Hay, por así decirlo, un caso muy particular en las tres entidades que perderá el PAN en las elecciones intermedias. Hablo de los personajes de Morena, que por el protagonismo mediático y político que han adquirido, están en la cima de las preferencias de la militancia del lopezobradorismo. En Chihuahua, por ejemplo, Andrea Chávez, pese a las declaraciones de la presidenta de México, se perfila en el primer plano de la simpatía. Ella, de hecho, está muy por encima de los posibles aspirantes que pueden inscribirse en la encuesta que aplique la dirigencia, eso sí, cuando se defina en el Consejo Nacional las reglas de participación. Ese mismo caso se vive en Querétaro, sin desestimar a los cuadros y liderazgos del lopezobradorismo, sin embargo, el único perfil que ha despegado significativamente de todos, es el ahora director del Instituto Nacional de la Propiedad Industrial, Santiago Nieto. Y qué decir de Aguascalientes, donde el diputado, y una de las piezas cruciales en la aprobación de las reformas constitucionales, encabezan todas las evaluaciones demoscópicas que, desde ahora, se recolectan a través de cuestionarios. Me refiero, así lo quiero llamar, a ese relevo generacional que tanto énfasis hizo Andrés Manuel López Obrador. Hablo de Arturo Ávila.

Hoy, la actuación mediática que han tenido estos tres perfiles que nombramos de Morena, tienen una posibilidad mayúscula de poder alcanzar el triunfo y, con ello, la alternancia tan anhelada de millones de simpatizantes y militantes, pero también de la población que, ante la incapacidad que han mostrado los gobiernos del PAN, han volteado la mirada a una alternativa que, en efecto, han dejado buenos resultados, especialmente desde la presidenta constitucional de México, Claudia Sheinbaum. Eso, como sabemos, es otro aspecto que juega en pro de las elecciones intermedias, pues el efecto de un liderazgo de la talla de Sheinbaum resulta potencialmente atractivo, aunque su nombre no figura en las boletas. Pasó lo mismo con Andrés Manuel López Obrador. Siendo eso un elemento a favor, coloca a Morena, en este momento, como el gran favorito para ganar todas las entidades federativas, incluidas Aguascalientes, Chihuahua y Querétaro.

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Tanto se ha complicado ese panorama para el PAN, que han optado por recurrir a la guerra sucia que se puede apreciar por doquier. Eso, paradójicamente, suma más adeptos a las causas de la izquierda. Veamos el propio entorno desencajado de las dirigencias del PAN y PRI. No tienen presencia ni voz que penetre en los temas de la agenda pública; ya no acaparan la atención de nadie, pues sus cuadros, a la par de no tener un liderazgo y una voz elocuente, no tienen esa conexión con la población civil. Y a río revuelto, ganancia de pescadores. Es sencillo: esa debacle del PAN, por supuesto, la aprovechará al máximo Morena para que la alternancia, en aquellos puntos que gobierna el panismo, pasen a manos del lopezobradorismo. No lo quisieron creer en Yucatán, y Marko Cortés tuvo que tragar sapos cuando se dieron a conocer los resultados.

A propósito de ello, el lopezobradorismo, en lo que va del año, ha ido alcanzando su mejor nivel de aceptación en Querétaro. De hecho, hay encuestas que, como tal, muestran que Acción Nacional cayó a la segunda posición. Por eso la reacción del gobernador Mauricio Kuri, que ha dicho que no entregará el gobierno a Morena. Eso no lo decide él, sino el pueblo que dará ese paso importante a la alternancia con su mayor activo político que mencionamos en los fragmentos de esta columna. Eso, a detalle, lo abordaremos en nuestra columna en los siguientes días.