En 1923 el filósofo sajón Osvald Spengler, inspirado por Schopenhauer, publicó ‘Der untergang des abend landes’, o como mejor se traduce: ‘La decadencia de occidente’. La tesis central de la obra esboza cómo se crean con base en las culturas, civilizaciones que son la expresión postrera y decadente de las culturas y que tienen por característica que se copian a sí mismas y exportan sus valores, pero que perdieron en este proceso civilizatorio, su empuje original, su fuerza motriz, fundamentalmente, su capacidad creadora; y ante esta síntesis casi estéril de su razón esencial, empiezan a degenerar en la antítesis del motivo creador.
La obra hace un amplio análisis en múltiples aspectos del modelo natural que pasa al social y luego, cíclicamente, se va repitiendo. Analiza así, 8 culturas, incluidas las mesoamericanas y, en una espiral dialécica y analógica, esboza el ritmo de sus decadencias para concluir con la civilización occidental moderna que ubica en Europa y América, y afirma, se encuentra en su etapa decadente, pero antes del colapso de la cultura en civilización, en todos los casos, surge un liderazgo último, digamos de estertor cultural que reúne a lo más granado y heróico de la cultura y sus valores y se confronta contra su némesis decadente. Esta batalla postrera, anunciaba Spengler, se daría en la civilización occidental en paralelo a la consolidación de otras en los teatros asiáticos que bien podrían encuadrar en el marco islámico o en la visión de la nueva China.
Trayendo esta importante carga conceptual podemos distinguir que el escenario se cumple con bastante precisión. Los valores del esfuerzo, el libre mercado, la democracia estamentaria, colapsan frente a su némesis masificada que da pie a las reivindicaciones de las minorías y a la agenda woke; en este contexto debe surgir, según el modelo spengleriano, este fuerte liderazgo que organice a las fuerzas culturales del occidente en una batalla final para el rescate de su empuje. Podemos percatarnos de que el capitalismo y el libre mercado dieron pie al supracapitalismo y el corporativismo globalistas. Que la democracia y la defensa de los derechos humanos, dieron pie a la migración descontrolada, a la cultura de la cancelación y a la imposición de los criterios minoritarios por sobre las mayorías silenciosas.
Algunos neoconservadores hablan de este marco como el de la batalla cultural, y con esto tratan de establecer que los conceptos arraigados y tradicionales están perdiendo su capacidad de transmisión a las nuevas generaciones embelesadas por la mala copia “civilizatoria” que Hollywood y Disney, mientras exportan, imponen.
Las naciones menos occidentalizadas, como las de la América española, o la Aridoamérica estadounidense, paradójicamente guardan una mayor reserva moral pues, la falta de conectividad tecnológica por el mayor aislamiento, la dotan de una mejor capa de resistencia frente a la cultura decadente. Así pues, es prospectable que de esta región del mundo surja ese liderazgo de estertor que encabece a lo mejor de estas sociedades occidentales en la batalla final contra su némesis woke. Por tanto, Texas perfectamente puede ser la región que por su ambivalencia hispano sajona o tex-mex, aglutine en su entorno a la resistencia cultural en la batalla anunciada por Spengler. Los signos están ahí. Texas es un reducto capitalista y conservador frente al caos progresista de California, Chicago y Nueva York.
Gente de todo el país, por sus bondades en el régimen fiscal, sus mayores niveles de orden, la libre portación de armas y su continuado crecimiento económico, se mudan al estado de la estrella solitaria, gobernado por Greg Abott. Es también Texas el primer y mejor socio comercial de México; y es México, el primer y mejor socio comercial de todo Estados Unidos. Seguramente Spengler esperaba más de la vieja Europa; que fuera ese el teatro de la batalla interna de occidente, pero otro teórico de las civilizaciones altamente influido por Spengler y por Arnold J. Toynbee, desde luego me refiero a Samuel Huntington, explicará por qué Europa, casi vencida hoy por la civilización islámica y avasallada por la ortodoxia oriental de Rusia, es incapaz de tener las reservas para enfrentar la batalla y cede patéticamente frente a la imposición civilizatoria decadente. Esto es, lo occidental que queda en Europa, es una mala copia de los valores que la llevaron a conquistar el mundo; en tanto que, musulmanes y ortodoxos representan aún congruentemente, los valores de sus culturas.
A México le toca el honroso rol de aportar buena parte de su reserva moral, hoy dividida e inactiva, a esta última cruzada por lo occidental. Releamos a Spengler.