La llama que encendió el debate y la victimización de un comunicador como Carlos Loret de Mola desde el púlpito de la Presidencia, no debe ser un motivo para exaltar la figura de la persona vulnerada, sino aprovechar este pretexto para buscar la unidad.
Ya que la máxima figura de gobernanza solo se ha empeñado en maximizar la polarización del pueblo desde los distintos estratos sociales y que hoy con este “error”, hasta algunos de sus simpatizantes han rectificado hasta cierto punto lo indefendible.
Y si bien se logró ver una esperanza o pequeña revolución en el foro de #TodosSomosLoret ante las constantes agresiones que se han suscitado a la labor periodística.
Debe recordarse que el periodismo tiene como fin el cuestionamiento de las acciones de los gobernantes, porque se sirve al pueblo y no a ellos.
No se debe desvirtuar ese movimiento por alevosías políticas o de contrapartes, ni exaltar a una figura, sino todo lo contrario, se debe ver y atender las causas que hoy realmente preocupan y quitan el sueño a cualquiera que ejerce “el mejor oficio del mundo”.
Aquellas que van desde la agresión verbal, la difamación, la falta de prestaciones de ley, un tabulador de salarios dignos y hasta la cruel pérdida de la vida en pleno ejercicio de la profesión por levantar la voz.
Hoy el periodismo se ha convertido en un circo, se ha dejado de apostar cada vez más por la investigación y se ha privilegiado el seguir la agenda diaria e irracional en ocasiones que tenía como premisa un “nuevo esquema de comunicación”.
¿Qué nos hace falta hoy?
Que no dejemos por un instante la unidad que se suscito bajo este bajo golpe a la figura de la libertad, que el discurso vaya más allá de los oradores (figuras públicas en su mayoría) que integraron el foro que rompió audiencia.
Se designen integrantes que hagan un pliego petitorio con aquellos puntos que se han venido arrastrando desde hace años, sin dejar de levantar la voz, sin esperar cual pueda ser la respuesta de un personaje que habla solo 5 días de la semana o de funcionarios que vulneran la libertad de expresión.
Sin que se conviertan sólo en los intereses de un particular y una élite que atienda la voz de unos cuantos.
Hoy es momento de apostar por la unidad dejando de lado las creencias ideológicas y atendiendo los problemas de raíz.