Se sirvieron con la cuchara grande durante años. En efecto, los partidos, ahora de oposición, cuando estuvieron al frente de los gobiernos del estado de Veracruz, se llevaron hasta la vajilla y dejaron una escandalosa deuda de 44 mil 355 millones de pesos con instituciones bancarias, más otros pasivos que por ahí quisieron tapar, dando un total de 87 mil 207 millones de pesos, que con el gobierno de Cuitláhuac García se ha reducido a 74 mil millones de pesos.

Y es que los gobiernos anteriores, al menos los dos más recientes, tuvieron al frente a dos hampones: Javier Duarte, actualmente preso y Miguel Ángel Yunes Linares, con varias cuentas pendientes ante la justicia pero que goza de libertad y cínicamente se pasea por la zona conurbada.

Las horrorosas cifras de estas deudas con que cargamos los veracruzanos se deben, en gran parte, a que el presupuesto que se asigna a la entidad, generoso y suficiente, no les alcanzó a los ahora ex gobernantes para darse la vida de jaques árabes que creían merecer, y tuvieron que recurrir a la deuda para hacer (mal) su trabajo, construir carreteras, dar seguridad a los habitantes, en fin, lo que en teoría se debe hacer y en la práctica se olvida.

Leer esto no me sorprende.

La oposición mal llamada “moralmente derrotada” (y digo mal llamada porque de moral, nada tienen) se ha caracterizado por tener entre sus filas a personajes tan impresentables que terminan a salto de mata unos y los otros, se defienden como gatos boca arriba con el afán de no perder sus privilegios y seguirse enriqueciendo.

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Esto es en todo el país.

La fracasada oposición anda en manada queriendo imponer su visión (o haciendo pataletas, como lo quiera usted ver) para echar abajo reformas importantes que ha propuesto el presidente López Obrador para reducir, por ejemplo, los salarios inmorales que devengan los consejeros del INE.

No es mi intención que empiece usted las posadas encolerizado por ver las cifras, pero por ejemplo Lorenzo Córdova (otro impresentable) recibe un salario neto mensual de 169 mil 125.4 pesos.

A esto hay que sumarle que don Lorenzo “cuenta con un vehículo pagado por el instituto, una bonificación de hasta 4 mil pesos para cubrir los costos de telefonía móvil personal y hasta 14 mil pesos para gastos de alimentación”, según se lee en el portal de noticias Infobae.

¿Cuántos años tendría que trabajar usted para ganar esas cantidades o para tener una vida como la del consejero presidente?

La oposición, por supuesto, anda envalentonada y rumiante, no porque le importe mucho que los consejeros ganen esas barbaridades ni porque deben respetar lo dicho en el artículo 127 constitucional que ordena que las percepciones salariales de las personas Consejeras Electorales, las personas Magistradas Electorales y la totalidad de servidores públicos tanto del INE como del TEPJF sean inferiores al salario del Presidente de la República” (El Economista)

Su enojo obedece a que al “tocar el INE” como ellos dicen, previo a las elecciones del 2024, sería para ellos una catástrofe y por eso mal informan a la población diciendo que se quiere desaparecer el Instituto y convocan a marchas en su defensa, marchas que, por cierto, exhibieron a personajes de la talla de Elba Esther Gordillo (también ex presidiaria), Santiago Creel, Vicente Fox y el senador Julen Rementería, quien prefirió marchar en la capital que unirse al diminuto contingente que protestó en la zona conurbada comandados por el diputado Miguel Hermida, que reunió a unos cuantos paleros.

Mal informan, insisto, porque tienen miedo.

La reforma electoral propuesta por el jefe del ejecutivo federal, tiene razón de ser y es legítima, sobre todo en un país donde se pretende acabar de fondo con la corrupción.

Con un INE que tira al basurero (o mejor dicho, a los bolsillos de quienes a él pertenecen), tal cantidad de millones que nos sirven, mejor dicho, nos urge sean usados en obras, en programas sociales, en salud y educación, el país sigue adoleciendo de equidad y buen reparto de los recursos. El dinero se queda en unos cuantos, pues, y así, aunque le duela a sus oponentes, no se avanza.

La reforma electoral es en sí misma, otra deuda pendiente que la oposición se niega a saldar.

Y es también, un acto de justicia social.

Tal como lo dije al inicio de estas líneas, esa oposición que puede celebrar una victoria pírrica y hacer alharaca que “no pasará” ninguna de las reformas de López Obrador, es la misma que en Veracruz ha saqueado las arcas por décadas y ha obligado a que el actual gobierno estatal “estire” los recursos para hacer obras que nos beneficien a todos, como el Hospital de Perote, ya en funcionamiento desde mediados del año que casi agoniza.

A menos de dos años que termine la administración de Cuitláhuac García parece imposible que esa deuda se pague. Es, en verdad, una herencia maldita que el actual mandatario estatal recibió y que con seguridad pasará a manos del siguiente gobierno.

Es urgente, es necesario, que en el país, no solo en este estado, el manejo de los recursos públicos se haga de forma equitativa, justa, con decencia.

Menos deudas, mejor manejo del dinero, como primer avance en lugar de entorpecer las propuestas de reformas con el ánimo de distraer a las personas y de este modo encubrir sus fechorías.

La otra deuda

No todas las deudas son monetarias, hay otras que laceran fuertemente a la sociedad, en este caso al gremio periodístico.

Leí aquí, en SDP Noticias, que por cuarto año consecutivo, México es el país más peligroso para periodistas.

La noticia me caló.

Como muchos colegas, mientras escribo un artículo a menudo pienso si será el último que redacte, pues no sé si me matarán.

El ejercicio de esta profesión, por increíble que parezca, es un riesgo permanente, sobre todo en un país donde precisamente el combate a la corrupción pisa callos muy fuertes y muy poderosos, que pueden sin dudarlo jalar el gatillo y cortar una vida.

La protección de fondo, y no solo en el discurso hacia los periodistas, es una deuda pendiente, incluso en el actual gobierno.

La tenue línea entre la libertad de expresión y el poner en riesgo la vida, es muy delgada, absolutamente peligrosa.

Urge que esta deuda se pague, porque nos están matando.

Que se haga algo en memoria de los que no están y en apoyo a los que aún estamos. Es un clamor de muchos y algo muy mío que espero algún día sea escuchado.