La mejor teoría se basa en la práctica y la experiencia antes de agregarle el valor propio de la cognición y la inteligencia.
Si esta operación se realiza conforme con el contexto en el que la realidad bajo observación y la respectiva intervención para modificarla tiene lugar, entonces funcionará mejor.
La teoría clásica de la división de poderes, construida y legitimada en su tiempo histórico para controlar el poder de la monarquía frente al parlamento y de los presidentes-caudillos ante el congreso y extraer de su dominio a los jueces o poderes judiciales cumplió con su propósito: se convirtió en un principio-valor en sí misma y con él la burguesía agraria y luego industrial ascendió y controló al poder.
En México esa lucha la libraron los independentistas y los reformistas del siglo 19, y en parte los revolucionarios del siglo 20. En parte porque la institucionalización de la revolución convirtió la división de poderes públicos en un esquema flexible bajo la conducción del presidente y su partido hegemónico.
El contexto hasta la Segunda Guerra Mundial, o bien en México hasta antes de los noventa era otro.
Pero en las condiciones de las sociedades contemporáneas, posteriores a la Segunda Guerra Mundial en Europa y a la firma del Tratado de Libre Comercio en México y su entrada en vigor en 1994, el contexto cambió.
Gradualmente, la libertad económica, la globalización, la innovación técnica y otros factores, por ejemplo, crecimiento demográfico, escasez de recursos, emergencia de corporaciones internacionales delictivas, etcétera, obligó a que los estados-nación se desdoblaran y repartieran competencias con estructuras metanacionales, léase la Unión Europea, o bien, la proto-Unión Norteamericana.
En esta última etapa se ha formado una meta-burguesía global desregulada y una miscelánea de grupos ilícitos dentro de los países que han impuesto condiciones a los estados nacionales y sus pueblos.
En México, el periodo neoliberal fue sincrónico con el pluralismo político y la renovación de división de poderes en la practica y en la teoría, la cual no se consumó en el grado suficiente, lo que produjo un híbrido manipulable a través de la otra división de poderes, la de los poderes fácticos.
En diferentes contextos y sistemas, la respuesta está en marcha desde finales de la primera década del siglo 21, incluso en los países que fueron centrales y más industrializados en el ciclo anterior, y que ahora luchan por no perder posición frente a potencias emergentes y retadores diversos.
Al mismo tiempo, hacia adentro de los estados nacionales la intensidad de la interacción neoliberal provocó desbalances sociales y políticos graves y la aparición y protagonismo de otros poderes, ya no los clásicos tres poderes públicos, ni siquiera los órganos autónomos, sino los poderes inmorales e ilícitos que aprendieron a capturar a aquellos para su beneficio.
La debilidad del estado nacional a merced de poderes internacionales y nacionales impunes llama a la reconcentración de atribuciones y a la coordinación más eficaz posible de las instituciones e instrumentos de gobierno y administración en varios niveles, dentro y fuera del ámbito nacional. Algo muy difícil de concretar.
El pueblo del estado nacional, caso icónico de México, o bien, Brasil, Honduras o Colombia, entre otros, reacciona y apoya en las urnas un giro más o menos radical en aquella tendencia que les resulta benéfica a las elites y dañina a la mayoría social.
Esta mayoría social y política puede mantener durante cierto tiempo su respaldo a la estrategia que le promete y mas o menos cumple con un cambio a aquel estado de cosas.
No obstante, si el relativo sacrificio de libertades para ganar seguridad y justicia no se traduce oportuna y concretamente en mejores condiciones básicas para mayorías y minorías, surge la pregunta inevitable:
¿De qué sirve debilitar la división formal de poderes e imprimirle mas unidad al mando del estado, si aún así no parece viable contrarrestar las causas y los efectos provocados por otra división de poderes que controla el poder de la división, ya sea la meta burguesía o la macro y micro ilicitud y criminalidad?
¿Cuáles son las variantes o las opciones alternas?
De eso se trata el debate de estos días en México y no solo en México. De eso tratará en parte el segundo debate presidencial.
Esperemos que no sólo se citen y echen en cara cifras, historias, culpas o responsabilidades impunes.
Queremos diagnósticos y soluciones. Menos poderes de la división, mejor división de poderes. Garantías de calidad para nuestros derechos