Bien. Como parte de la nueva ofensiva política contra Xóchitl Gálvez por parte de la andanada morenista encabezada por AMLO y sus correligionarios, ha trascendido que la senadora panista habría plagiado la tesis que le condujo a obtener el título de ingeniera en computación.

Los morenistas buscan ahora resucitar el escándalo que envolvió a la ministra Yasmín Esquivel tras las revelaciones en torno a la obtención de su título de licenciatura. Un caso que sacudió a la opinión pública nacional y que puso en tela de juicio la integridad de la jueza para desempeñarse en uno de los cargos de mayor prestigio en el país.

Veamos el caso de Xóchitl. Si Gálvez obró mal o cometió un error de intención u omisión, estará obligada a aclararlo, y si procede, el comité de la UNAM responsable de velar por la legitimidad de sus procesos internos deberá tomar las medidas que corresponden. En caso de ser verificado ¿perderá Xóchitl el título universitario? Difícilmente. Pues así lo ha demostrado la jurisprudencia de la Universidad Nacional.

En medio de esto resulta importante poner el acento en un hecho: los casos de Gálvez y Esquivel son ra-di-cal-men-te distintos. Xóchitl Gálvez no es ministra de la Suprema Corte de Justicia. Es una candidata que no está obligada por la ley a poseer un título profesional. ¿O ahora dirán estúpidamente los morenistas que es necesario haber cursado un grado educacion superior para ser presidente de la República?

En contraste, Yasmín Esquivel, quien funge como miembro del máximo tribunal jurisdiccional del país, está constitucionalmente obligada a ser licenciada en derecho y a gozar de buena reputación. Dicho esto, podemos asegurar que el plagio cometido por Esquivel, ergo, la hipotética invalidación de su título universitario, la inhabilitaría legalmente para desempeñar sus funciones.

Las columnas más leídas de hoy

Si bien no ha habido, ni habrá, un proceso judicial para cesar a Esquivel de su cargo, muchos mexicanos habrían pensado que lo moralmente correcto, especialmente tratándose de una ministra de la Suprema Corte, hubiese sido dejar su posición. Sin embargo, no lo hizo. Sabedora del apoyo que siempre ha gozado de Palacio Nacional (apoyo retribuido, pues ha sido la ministra que ha votado en favor de la constitucionalidad de los temas más claramente inconstitucionales promovidos por AMLO) la ministra continúa en su asiento decidiendo diariamente sobre el destino de las leyes mexicanas.

He señalado, pues, la enorme, colosal, gigantesca diferencia entre el caso probado de la ministra Esquivel y lo que los morenistas quieren demostrar en torno al caso de Xóchitl. En todo caso, Gálvez deberá defenderse, mientras que la UNAM, en medio de un proceso sucesorio en su rectoría, estará nuevamente envuelta en una grilla política que se escapa de sus manos.