La violencia no da tregua en México. De acuerdo con las cifras oficiales, los homicidios dolosos acaecidos durante el gobierno del presidente de AMLO han alcanzado recientemente la pavorosa cifra de 121,642, superando así los 120 mil registrados durante toda la presidencia de Felipe Calderón.
Los atroces asesinatos de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora en la sierra Tarahumara han puesto nuevamente de manifiesto el imperio del crimen organizado sobre el Estado mexicano, y cómo nuestro país es víctima de los intereses de una red de criminales que emponzoña a la sociedad mexicana.
La seguridad se cae a pedazos. A pesar del supuesto viraje de estrategia implementado por la presente administración con el reiterado mensaje de “abrazos no balazos”, el presidente AMLO y su gobierno han sido incapaces de devolver siquiera medianamente la estabilidad al país en materia de combate contra el crimen organizado. La violencia continúa desatada en estados como Guanajuato, Michoacán, Estado de México, Baja California, Jalisco y Sonora.
La problemática de la inseguridad se encuentra hoy por encima de la política. Para desgracia del país y del futuro de las nuevas generaciones, la violencia rebasa al Estado mexicano. No se trata más de un asunto de corte partidista. Trátese del PAN, del PRI, Morena o de los gobiernos estatales encabezados por otros partidos políticos, el crimen organizado anda a sus anchas impunemente como si fuesen los dueños de las plazas públicas, carcomiendo las instituciones, sobornando funcionarios y comprando voluntades políticas.
Ante este temible escenario, en vez de dedicar tiempo y recursos al replanteamiento de una eficaz estrategia de seguridad, los simpatizantes de AMLO y de su proyecto político recurren al discurso clásico de la 4T: culpar a Felipe Calderón.
Si bien es verdad que la estrategia de Calderón provocó el desencadenamiento de una ola de violencia incontrolable, diez años han pasado desde que el panista soltó las riendas de la estrategia de seguridad. Recupero las palabras de Epigmenio Ibarra, anticalderonista a ultranza y ferviente seguidor de la 4T, en su más reciente vídeo de Milenio: “su cinismo es idéntico al del teniente aquel que ejecutó a Ellacuría en El Salvador” haciendo alusión -nuevamente- a la guerra sangrienta impuesta desde la presidencia y al supuesto fraude (¡otra vez!) de 2006.
Desde el año 2012, los gobiernos de Peña y AMLO han tenido la posibilidad de devolver a México la ansiada paz. También fracasaron. Por ello – insisto- la tragedia de Chihuahua y el dominio del crimen organizado sobre el Estado mexicano supera a las diferencias de partidos. Es, por el contrario, una crisis estructural que envenena todos los órdenes políticos y sociales de nuestro país.
Aquí cuestiono: ¿Cuándo se darán cuenta AMLO y sus correligionarios que Felipe Calderón dejó la presidencia hace diez años y que ellos han sido responsables de la estrategia de seguridad desde 2018? ¿Seguirán mirando hacia el pasado o finalmente se enfocarán en el presente? Más de 120 mil asesinatos dolosos les persiguen.