“En política sólo puedes estar seguro de que jamás puedes estar seguro de nada.”

Atribuido a Marco Tulio Cicerón

La carrera por la presidencia en México está por entrar al periodo de intercampañas. Terminan las precampañas el próximo 18 de enero y el primero de marzo inician las campañas, oficialmente. A partir de entonces la contienda aumentará de tono y será más intensa.

Claudia Sheinbaum empezará el último periodo crucial liderando, según consta en la mayoría de las encuestas que la ponen por arriba de Xóchitl Gálvez en alrededor de, por lo menos, 18 a 20 puntos, en promedio. Con diferencias cercanas a ese nivel, quienes encabezaban las contiendas electorales en 2012 y 2018 en intercampañas (Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, respectivamente), confirmaron su triunfo. La historia puede repetirse, pero en política nada es seguro, hasta que sucede.

El “puntero” de una carrera electoral es quien está mejor posicionado en las encuestas. Es quien marca el paso a los demás candidatos, y también quien se vuelve el blanco de ataques, y se convierte en foco de atracción para quienes buscan posiciones políticas a expensas de su liderazgo. La ventaja del puntero puede volverse irremontable.

Sin embargo, según la “Falacia del puntero” (noción introducida por David Greenberg en 2015, en la revista The Atlantic), quienes aventajan en las encuestas de preferencia en una contienda política no necesariamente siempre son los ganadores en las elecciones.

Varios factores pueden afectar los resultados pronosticados. Si la brecha es muy amplia, más que por aciertos de los otros contendientes, los resultados finales pueden cambiar por el surgimiento de eventualidades, o por errores del candidato puntero. La tesis de Greenberg es que pueden pasar muchas cosas durante el proceso electoral; si las elecciones fueran predictivas se resolverían solo con encuestas y no en las casillas electorales al final del proceso, donde las preferencias se materializan con votos, mostrando los resultados efectivos. Al menos así sucede en las democracias.

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El puntero no tiene control sobre factores externos o eventos inesperados que puedan suceder durante el tiempo en que se desarrolla una campaña, que le pueden afectar (en nuestro país hemos escuchado a algunas voces de la oposición decir que “les alegraría” que se diera una crisis económica antes de las elecciones para cambiar el estado de la competencia). De lo que sí tiene control y debe evitar, es el cometer errores.

Bajo este esquema, Claudia Sheinbaum, como puntera de la última etapa de la carrera presidencial, más que nunca debe eludir equivocaciones que la descarrilen. Desde errores sustantivos, hasta los llamados “gaffes”, que son las “pifias” o torpezas de los candidatos que causan un impacto muy negativo en el ánimo de los electores (en especial entre los “indecisos” y los llamados “switchers”).

Como vimos en estos meses de precampaña, más que la de Claudia, la de Xóchitl quedó marcada por todo tipo de desaciertos (como, por mencionar algunos, decir que “en el sureste son flojos”, sugerir que “los migrantes son los que lavan los baños”; perder un discurso en el teleprompter, y quedarse callada sin improvisar; pedir que le “soplen” en un evento público, “¿qué son los grupos fácticos?”; o, su errático deslinde de los obscuros acuerdos de su coalición dados a conocer por Marko Cortés).

En una campaña política los errores pueden llegar a provocar la caída de un candidato puntero. Uno de los casos más recientes se dio en la disputa por la presidencia entre Hillary Clinton y Donald Trump en 2016. En su libro de memorias, “¿Qué pasó?”, Clinton, que era la puntera, admite que tuvo muchas fallas en su campaña. Entre otras, al darle un “regalo político” a Trump, casi al término de su campaña, al aseverar que, “podemos poner a la mitad de los simpatizantes de Trump en una canasta de personas deplorables”, lo que, reconoce, causó malestar general en la población, sobre todo en el electorado que aún no estaba decidido, que al final votó en su contra, e inclinó la elección a favor de Trump.

Hasta hoy todo apunta a que Claudia Sheinbaum será la primera mujer en convertirse en presidente de la República en México, como lo refleja su clara ventaja frente a Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez en las encuestas. Para confirmarla en las urnas deberá mantener la disciplina y apegarse a su guion. Ante la andanada de ataques y acusaciones que se le avecinan como puntera en la última etapa, deberá evitar errores fundamentales y gaffes.