“The great resignation” (”la gran renuncia”) es el nombre que dan en medios a un fenómeno inédito en la historia contemporánea del mercado laboral de Estados Unidos y otros países de “occidente”: cientos de miles de trabajadores abandonando de manera voluntaria sus empleos en búsqueda de mejores oportunidades.
Al inicio de la pandemia de Covid-19, millones de personas alrededor del mundo fueron despedidas debido a los cierres forzosos de amplios sectores de la economía. Pero tras el fin de la “primera ola” de la enfermedad, un fenómeno curioso comenzó a notarse: muchas personas, en gran cantidad pertenecientes a sectores muy específicos, comenzaron a replantear sus vidas, sus carreras y sus expectativas y presentaron sus renuncias.
Contrario a lo que se esperaba, estas cifras no se han estabilizado y continúan siendo altas, encabezadas por trabajadores de las generaciones “millennial” y “centennial”, a quienes poco entusiasma el prospecto de regresar a trabajos de servicio u oficina, sacrificando varias horas al día en traslados para recibir mala paga, mal trato por parte de clientes, jefes o compañeros de trabajo y en específico para realizar una carrera que no les entusiasma.
En nuestro país, aunque la situación no es parecida, muchos trabajadores que ya han probado la experiencia del trabajo remoto difícilmente se entusiasmarán con el prospecto de regresar a la oficina 5 o hasta 6 días a la semana, cuando está más que comprobado durante estos últimos dos años que la productividad en el trabajo remoto se ha mantenido, o incluso ha llegado a ser hasta mayor, además de que estas modalidades de trabajo permiten a las personas tener un mejor balance entre la vida laboral y personal para muchas personas.
El viejo mundo laboral ha muerto. El problema es que muchos aún no se han dado cuenta.