Tanto ha criticado AMLO a Felipe Calderón por su estrategia de seguridad contra el crimen organizado que hoy ha hecho lo mismo o quizá algo peor. El presidente mexicano anunció el lunes que, a través de un decreto, la Guardia Nacional formaría parte de la Secretaría de la Defensa Nacional, léase, de las Fuerzas Armadas.
¿Cuáles son los motivos que yacen detrás de la decisión de AMLO de militarizar al país? Los simpatizantes de la 4T minimizarán la problemática y argüirán que no tiene otra intención más que simplificar la cadena de mando, argumentando que la Guardia Nacional continuará siendo un cuerpo civil alejado de las tareas propias de los soldados.
Otros dirán que es una medida necesaria para resguardar la seguridad del país y combatir efectivamente al crimen organizado, frente a las incapacidades ostensibles de los cuerpos civiles para derrotar al reinado del narco. Ante este panorama, uno no puede más que recordar la estrategia de Felipe Calderón: sacar a los soldados de sus cuarteles para encomendarles una tarea que no forma parte de la naturaleza de sus funciones.
Algunos otros irán más lejos y asegurarán que el decreto de AMLO está motivado para su perpetuación en el poder. En otras palabras, que el presidente mexicano planea instalarse indefinidamente en la silla presidencial mediante el uso ilegal e ilegítimo de las Fuerzas Armadas como medio para impedir la celebración de elecciones.
En mi opinión, la realidad se encuentre en el medio. No suscribo la idea de que AMLO busca permanecer en el poder él mismo. Y tampoco que piensa utilizar a las Fuerzas Armadas para someter al INE y al Tribunal Electoral. Un acto de esta naturaleza traicionaría a todas luces el espíritu priista del presidente. Siempre vale recordar que los priistas de antaño permitían las votaciones presidenciales, si bien con un toque antidemocrático pues era el propio gobierno mexicano (las instituciones civiles) quien se aseguraba, mediante alianzas corporativas, o mismo, mediante el fraude electoral organizado desde la Secretaría de Gobernación, de que el partido oficial se perpetuase en el gobierno federal.
Lo que sí plena AMLO (y aquí me ubico entre los más alarmistas y los más moderados en sus vaticinios) es intervenir en el proceso electoral si el candidato de Morena no resulta ganador en 2024. Los mexicanos conocemos bien el espíritu antidemocrático del presidente cuando los resultados de los comicios no le resultan favorables (desde su derrota en Tabasco hasta el 2012). A diferencia de aquellos años, empero, es que AMLO contará no con un puñado de abogados que impugnarán los resultados ante el Tribunal, o con seguidores que le acompañarán a una toma de posesión como “presidente legítimo de México” o al cierre de Reforma sino ¡con las Fuerzas Armadas de México! y ahora ¡con una Guardia Nacional plegada a su poder con un mando simplificado!
El decreto de AMLO sí que produce escalofríos. El hecho mismo de ver a una renovada Guardia Nacional, ahora bajo el mando de las Fuerzas Armadas, patrullar las calles de las ciudades del país envía un pavoroso mensaje de una inminente militarización propia de los peores regímenes en el mundo.
En suma, el acto debe ser condenado a lo largo de todo el espectro político e intelectual del país. Por un lado, es inconstitucional, pues la Guardia Nacional, desde sus orígenes, tiene sus funciones inscritas en el marco de las competencias otorgadas a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, y por el otro, envía mensajes sobre lo que se vendrá en 2024.