En concordancia con las leyes internacionales, la fracción XIX del artículo 2 de nuestra Ley de Aviación Civil define a la fatiga como: estado fisiológico que se caracteriza por una reducción de la capacidad de desempeño mental o físico debido a la falta de sueño o a periodos prolongados de vigilia, fase circadiana, o de trabajo (actividad mental y física) y que puede menoscabar el estado de alerta de una persona y su capacidad para desempeñar sus funciones relacionadas con la seguridad operacional.

Este es un tema que de manera regular, las empresas aéreas suelen darle la vuelta. La gran mayoría de las aerolíneas, si pueden sobreexplotar a su personal, lo harán, de eso no tengo dudas.

Quienes tienen la obligación de impedirlo son los sindicatos, pero hay que decirlo con toda honestidad: las más de las veces esta labor es mal vista por la población en general, pues parece que las asociaciones gremiales o de industria son entes terribles que solo existen para sangrar al empresario, hasta llevarlo a la ruina.

Sobre esa narrativa está construida la percepción del público en general, que cree que los sindicatos hacen más daño que ayudar, sin embargo, el registro de acontecimientos recientes demuestra que dicha idea no es tan palmaria, como superficialmente se piensa.

En los últimos días, a nivel mundial se han reportado fallecimientos de pilotos; el primero fue de la aerolínea LATAM. El capitán Iván Andaur Santibáñez con 56 años de vida, y 25 años de trayectoria como piloto comercial, falleció antes de llegar a su destino, por lo que el vuelo LA505 que cubría la ruta Miami-Santiago, tuvo que aterrizar de emergencia en Panamá, en el aeropuerto de Tocumen.

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La tripulación declaró que a mitad del vuelo el capitán les comentó que comenzó a sentirse mal, por lo que fue al baño. Todo indica que fue en ahí donde finalmente se desvaneció. Su tripulación hizo todo lo que está en los protocolos de seguridad para salvaguardar la integridad de su compañero, pero lamentablemente perdió la vida.

Yo puedo narrarles una experiencia similar que viví mientras volaba en Mexicana de Aviación. Era un vuelo largo (secuencia de seis días), con tripulación integrada (mismos pilotos y sobrecargos durante toda la secuencia) y estábamos en Zacatecas (día 3); la tripulación habíamos salido a comer, al lado del Mesón de Jobita, donde cuenta la leyenda “que espantan”.

Ese día salíamos en vuelo “Tecolote” (de madrugada) a Chicago. Después de tomar los alimentos, nos fuimos a dormir al hotel para prepararnos para el vuelo de la noche. Durante el vuelo, el capitán se quejó de que le “ardía el estómago”; todos pensamos que le había caído pesada la comida, y como había desayunado en el buffet del hotel unas enchiladas, a ellas le adjudicó su malestar, pero cuando estábamos por alcanzar el descenso (10,000 pies de altura), el capitán no pudo más y pidió al Aeropuerto O´Hare de Chicago, que le brindaran atención médica en cuanto la aeronave aterrizara.

Y no, el capitán no sufría una severa gastritis, le había dado apendicitis y casi se nos muere. Fue canalizado a un hospital donde lo operaron de emergencia, y nosotros nos quedamos sin capitán, así que tuvieron que mandar a uno de reserva desde le Ciudad de México, para terminar nuestra secuencia de vuelo.

Los de la tripulación integrada tuvimos la fortuna de que nuestro capitán fuera atendido a tiempo, pero hay casos en los que el desenlace de la historia es el fallecimiento. En la época en que esto sucedió (año 2000) este tipo de casos fortuitos eran poco frecuentes, y se daban de manera esporádica.

Pero debemos observar es que tras la pandemia, la aviación a nivel mundial ha estado creciendo a pasos agigantados, rompiendo récords de aviones en el cielo al mismo tiempo. El sitio Flightradar24 dio a conocer que el día 26 de mayo se rompió el récord de más aviones en el aire al mismo tiempo, la cifra fue de 22 mil aeronaves.

Esto se debe a que la gran mayoría de las compañías aéreas está buscando recuperarse de los estragos del Covid, así que entre más vuelos realice, mejor, sin reparar en que quienes operan esos vuelos son seres humanos.

Por eso las leyes son muy específicas, para que el personal aeronáutico tenga el suficiente descanso; sin embargo, desde la óptica de las aerolíneas, darle los descansos que la ley marca a los tripulantes se traduce en una merma económica, y lo que menos quieren es perder.

Por eso no resulta extraño que en los últimos días se hayan presentado más fallecimientos de pilotos. Uno reciente fue en un vuelo de Qatar Airways, que realizaba la ruta Delhi-Doha, y tuvo que ser desviado al aeropuerto de Dubái, para finalmente aterrizar y brindarle atención médica al piloto, quien lamentablemente ya había fallecido.

Otro: un piloto de la aerolínea bajo costera IndiGo que lamentablemente también perdió la vida mientras abordaba el pasaje. Con 40 años de edad, este piloto colapsó, todo indica que fue víctima de un paro cardiaco, como lo dieron a conocer, tanto la aerolínea como las autoridades de India.

De esto nos enteramos en los medios de comunicación, pero por la cercanía que tengo a los trabajadores de la industria aeronáutica del país, he conocido de otros casos, no solo con la planta de pilotos, sino de sobrecargos que se han desplomado o colapsado durante el vuelo, o en las pocas pernoctas que todavía existen, porque ahora las empresas quieren ahorrarse los hoteles, entonces las tripulaciones salen de sus bases y regresan a ellas el mismo día.

Aunque no salga a la luz, es una realidad; nuestras tripulaciones están fatigadas y no hay manera de negar este hecho, o esconderlo debajo de la alfombra. La fatiga en las aerolíneas es una realidad que no se está tomando con la seriedad exigible; por eso la necesidad de que los trabajadores estén agremiados a sindicatos fuertes y democráticos, que realmente velen por sus derechos laborales, y estén al pendiente de las jornadas que las aerolíneas asignan.

En México tenemos pilotos y sobrecargos trabajando más allá de las horas máximas de vuelo que permite la ley; de hecho así se les llama: “irrebasables”, pero en aras de sacar la operación se rebasan, pero ¿a qué costo?

Son puntos muy importantes a considerar. Si queremos una industria fuerte y exitosa, esta debe ser sana, y los tripulantes deben de volar solo lo que está permitido por la ley, y no rebasar las horas de vuelo, con el afán de sacar el servicio de transporte de pasajeros a como dé lugar.

No existe una lista de eventos que nos permita estudiar caso por caso; muchos de estos incidentes son ocultados por las propias líneas aéreas, así que prácticamente estamos a ciegas, y que sea un fenómeno a nivel mundial, lo vuelve muy preocupante, además de tétrico.

Como pasajeros podemos (y debemos) exigir a las líneas aéreas que el personal aeronáutico tenga sus correspondientes horas de descanso y que no vuele de más, porque eso repercute en nuestra propia seguridad. Sé que es utópico; la realidad se impone, y difícilmente un pasajero diría: sí, cancelen mi vuelo, no importa. No es una cuestión de buenos deseos, la ley es clara y tajante. Solo debe cumplirse.