Si el presidente Andrés Manuel López Obrador y la coalición de fuerzas que le respaldan encaran una difícil decisión que procesar para ungir su candidatura presidencial, las fuerzas opositoras la tienen aún más complicada.

Dado que en el contexto y el sistema político las relaciones de influencia son dinámicas y cambiantes, quien logra mayor coordinación, cohesión y consenso hacia adentro y hacia afuera de su coalición toma ventaja.

La ventaja de la coalición morenista consiste en que el liderazgo de su líder los integra y el respaldo de los recursos estratégica y tácticamente dirigidos más los resultados de gobierno le inyectan más legitimidad. Si alguien lo duda es cuestión de ver las encuestas al uso.

Mientras tanto, los partidos, organizaciones y aspirantes opositores no consiguen realinearse de manera efectiva, sufren de sus propias inconsistencias hacia adentro de sus estructuras y continúan cargando con la ilegitimidad moral provocada por los abusos del periodo neoliberal de los que más o menos se beneficiaron.

Y es que ninguno asume la parte de la responsabilidad que le corresponde en la polarización social provocada por los cálculos racionales y los desvíos del Pacto por México.

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Ninguno hace un balance de lo positivo y negativo y mucho menos se planta de frente ante la sociedad o el pueblo para hablarle como lo hace con su natural habilidad el presidente.

Ninguno se convierte en líder o lideresa que un proyecto opositor requiere para ser exitoso.

En ese tenor, la indecisión de la oposición y de sus principales operadores, sus errores, omisiones y titubeos funcionan como insumos contrarios a sus anhelos.

La indecisión de la oposición favorece a la decisión orientadora de la coalición presidencial.

Más aún, esa indecisión es consecuencia y causa de que el propio presidente y sus aliados les debiliten y neutralicen.

Por el bien de todos, por la salud de los balances constitucionales y políticos formales y reales, es conveniente que la oposición se decida oportunamente.

Por la salud de nuestra frágil democracia, es crucial que los actores en pugna se preparen, desde este verano caliente que se aproxima, para competir en un torneo libre y justo para la renovación del poder en 2024.