“La garde meurt mais ne se rend pas! Merde!

(La guardia muere pero jamás se rinde. Mierda!)”

Pierre Cambronne, 1815

Papel de baño

¡Qué papelón! De acuerdo al INEGI, la inflación creció a una tasa anual del 6.12 por ciento, la mayor registrada desde diciembre de 2017 (más lo que se acumule en el año). Como era de esperarse, de ello el gobierno ¡culpa al FMI y a Kimberly Clark! (este último por anunciar que subirá sus precios para finales del primer trimestre de 2022…).

Culpar a otros de los errores del presente es marca y patente de corso de la autodenominada 4T.

Mas, antes de que las teorías de la conspiración inicien o se diga que existe un comploj en contra del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), sabemos demasiado bien que nuestro bolsillo sí ha resentido un alza de precios. Iniciando por la gasolina y los alimentos.

¿A quién querrá culpar la administración pública del aumento en el precio del jitomate, aguacate y cebolla, por mencionar tan solo algunos productos? Sugiero, antes que nada, volteen a ver las malas decisiones en política pública de la propia administración federal antes de hacer listas o apuntar con el dedo a Claudio X. González, Felipe Calderón y al Fondo Monetario Internacional.

Presupuesto de egresos

Momento de precisar los señalamientos de la mañanera:

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López Obrador criticó a este último organismo internacional porque sugirió llamar a suspender Dos Bocas, el Tren Maya y el aeropuerto Felipe Ángeles por ser obras faraónicas. Recomendó dirigir esos recursos a incentivar la economía en su conjunto, a comprar vacunas y a aumentar la inversión en infraestructura en todo el país, no solo en tres puntos geográficos.

El FMI llamó a México, a Brasil, a Argentina y a Colombia a poner en práctica políticas de mitigación de contaminantes como son el eliminar subsidios al combustible y aumentar impuestos al carbono, lo que les generarían a estas naciones ingresos fiscales adicionales de entre 0.5 y 4.5 por ciento del PIB. Pero eso no le agradó al inquilino de Palacio; él prefiere incrementar la quema de carbón y combustóleo en nuestro país aunque signifique menos ingresos para las arcas nacionales.

Ante la petición del FMI, López Obrador decidió continuar con su proyecto de presupuesto y no cambiar ni una coma del mismo, aduciendo que es para el bien de la transformación de México. Omitió mencionar el ridículamente alto porcentaje dirigido a sus tres elefantes blancos y, por consecuencia, los menguados presupuestos destinados a salud, educación e infraestructura en general.

Calamidad económica

La propuesta económica y fiscal de la 4T, más el incremento en la inflación, es un anuncio de una debacle económica en ciernes. Los ingredientes están servidos: subsidios estratosféricos a productos que o dejan de elevarse en precio, como es la energía eléctrica; altos costos de producción para hidrocarburos; gasto corriente dirigido a programas clientelares; pésimas decisiones de inversión pública; austeridad cuando se requiere un agresivo programa de inversión; nulo apoyo a las empresas; salida de inversiones extranjeras; 2020, el año en el que la fuga de capitales foráneos fue la mayor desde que haya registro; propuestas de control de precios (gas bienestar) tan mal pensados y peor implementados como en la época de Luis Echeverría y José López Portillo, y un largo etcétera.

La oportunidad perdida

Estamos ante otra oportunidad perdida, máxime por la alta popularidad que sigue manteniendo López Obrador. Teniendo la posibilidad de emprender cambios trascendentales para disminuir la pobreza, decidió dilapidar la capacidad del país. Ha perdido el tiempo en parlotear, en establecer programas que no sirven, en vivir en el país de “las otras cifras”.

Culpar otros o tener “otros datos” se convierte en un despropósito cuando lo que se requiere es trabajar de manera conjunta con empresarios y con el acompañamiento del resto de la ciudadanía y del mundo entero.

La crisis sanitaria y económica azotó a todo el orbe, pero mientras algunos países sufrieron las mismas de manera más suave por las acciones y decisiones de sus gobiernos, en México, gracias a la charlatanería de autoridades de salud y económicas, se culpa a otros de las chapucerías gubernamentales.

Ante la promesa de disminuir los precios, estos tres años los resultados han sido lo opuesto. Los precios continúan a la alza, acompañados de la mayor caída en el índice global de la actividad económica de México (IGAE), lo cual es una pésima combinación en términos económicos.

Hay muchas razones por las cuales se debería cambiar las prioridades del presupuesto y de la política económica y fiscal, pero no se hará. En lugar de cambiar el rumbo ante una inflación desbocada, el presidente de la nación se aferra a sus necedades.

Y ante tantísima cagada —así sea que se nacionalice hasta a la mismísima Kimberly Clark— no habrá papel de baño que alcance.