En los últimos años, el avance de la Inteligencia Artificial (IA) ha sido vertiginoso, prometiendo revolucionar campos como la medicina, la educación y la comunicación. Sin embargo, su uso desmedido y malintencionado en el ámbito político representa una amenaza real para la democracia, especialmente cuando se emplea para difamar, engañar y manipular a la población en contra de figuras como la presidenta de México.

Recientemente, hemos visto cómo herramientas de IA utilizan para distorsionar la realidad, crear narrativas falsas e intentar dañar la imagen de la mandataria. Estos ataques buscan erosionar la confianza pública y sembrar caos. Pero más allá del daño personal o institucional, el verdadero peligro radica en cómo esta tecnología puede ser explotada por actores políticos para intentar desestabilizar al país.

Quienes impulsan estas campañas de intoxicación digital que usan la desinformación como estrategia desesperada no son simples detractores; son grupos con intereses muy concretos. ¿A quién beneficia la difusión de información falsa? ¿Quién gana queriendo desacreditar su gobierno? La respuesta es clara: aquellos que buscan recuperar el poder a cualquier costo, las élites que se resisten al cambio y cuyos intereses han sido afectados.

La IA permite fabricar pruebas falsas, manipular discursos y generar tendencias artificiales que confunden a la población por lo que es urgente incentivar regulaciones claras contra su uso malicioso. Pero más allá de las leyes, vemos cada vez más necesario cultivar un espíritu crítico y sumamente cuidadoso, cuestionar lo que vemos en redes, verificar fuentes y no compartir información sin antes corroborar su veracidad.

La IA no es el enemigo; el enemigo es quien la usa para engañar. La tecnología, en sí misma, no tiene ideología ni malicia; es solo una herramienta que refleja las intenciones de quien la maneja. El verdadero problema no radica en los algoritmos o los sistemas de Inteligencia Artificial, sino en quienes los manipulan con fines perversos.

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Estamos en tiempos en los que la democracia, además, debe defenderse a través de la capacidad de discernir entre la verdad y la manipulación. No permitamos que la tecnología sea el arma con la que unos pocos intentan desesperada y funestamente manipularnos. Dependemos de nuestra capacidad para resistir la mentira.

Herramientas como el “detector de mentiras” transmitida en “la mañanera del pueblo” son clave para contrarrestar campañas de intoxicación mediática, especialmente cuando se usan ataques coordinados contra la presidenta de México. Sin embargo, su impacto depende de que la sociedad valore y exija información rigurosa, rechazando el sensacionalismo y la mentira. En la era de la IA, la verificación ya no es un lujo, sino una necesidad democrática.