Es difícil para el presidente evidenciar o reconocer las anomalías que, cada día, se perciben más en Veracruz. No se trata de repartir culpas cuando la responsabilidad recae únicamente en la procuración de justicia de aquel territorio que es intolerante al conducirse; quizá hostil, pero más inclinado al régimen totalitario.
Por esa razón, como mandatario federal el presidente tiene su opinión, pero no quiere, al menos por la expresión en el poder, evidenciar los malos manejos del gobernador de Veracruz. Eso sería, en términos políticos, aceptar el profundo fracaso del que ahora existe en Veracruz.
Sería como hundir o meter más en el agujero crítico que padece el territorio y ponerlo contra las cuerdas; por esa razón, considero que trata de respetar la toma de decisiones de aquella entidad o, más bien, esquivar los múltiples defectos al exigirle cuentas a Cuitláhuac García.
Sin embargo, eso no significa que guarden silencio. Seguimos insistiendo que en todas partes se habla de ello; los columnistas y analistas coinciden que en Veracruz hay una política de seguridad radical bajo la postura severa que endureció aún sin claridad ni pruebas sólidas de muchos presos que siguen siendo violentados en sus derechos humanos y en la presunción de inocencia.
A pesar de la dura postura del gobierno, el Senado de la República busca, eso sí, a través de mecanismos e instrumentos legislativos coadyuvar en la emancipación de cientos de encarcelados catalogados por el numeroso porcentaje, como presos políticos de Cuitláhuac García.
La decisión es, desde esa índole, sumamente acertada. De hecho, hace un par de días el Senador Dante Delgado presentó algunos avances en materia de acompañamiento; en cuanto al trabajo, se creó una comisión especial del caso de José Manuel del Río Virgen.
Y no sólo eso, también la Junta de Coordinación Política del Senado abrazó y cobijó las causas de cientos de presos que, injustamente, sufren más ignominia.
Eso representa un aire de esperanza, máxime cuando se formuló un espacio de denuncia a través de una página que estará, en éste lapso, recolectando las anomalías que se han convertido en una práctica rutinaria sin capacidad de procuración al no salvaguardar, como marca la Constitución, el respeto a los derechos humanos y a la presunción de inocencia.
Esa muestra de coherencia se da en una etapa clave donde, las instrucciones de gobierno, tiene que mostrar congruencia con el discurso.
Tal parece que estamos en los tiempos más agudos del autoritarismo priista. Lo que pasa es un espejo de esa realidad inocultable que no sólo nos dañó como sociedad, sino que pulverizó la democracia.
En general, hay voluntad y flexibilidad del Senado y, seguramente, eso coadyuvará para buscar la justicia que está extraviada en Veracruz o, simplemente, la intransigencia se ha minado a la gobernabilidad que encabeza Cuitláhuac García