“El proletariado no tiene nada que perder excepto sus cadenas”

KARL MARX

“Es mi orgullo haber nacido

En el barrio más humilde

Alejado del bullicio

Y de la falsa sociedad”.

“Descendiente de cuauhtémoc

Mexicano por fortuna

Desdichado en los amores

Soy borracho y trovador”.

“Yo compongo mis canciones

Pa’ que el pueblo me las cante

Y el día que el pueblo me falle

Ese día voy a llorar”.

JOSE ALFREDO JIMÉNEZ, 'El hijo del pueblo"

La izquierda tiene muchas virtudes, no hay ninguna duda. Y tiene unos pocos —en realidad muy pocos— defectos.

La principal de las virtudes de la izquierda es el compromiso con las mejores causas para el desarrollo social más sano, equilibrado y justo.

El principal de los defectos de la gente izquierdista, ni hablar, es la cursilería, que nace del orgullo excesivo generado por defender ideales progresistas, de avanzada, indudablemente superiores en el terreno de la ética a las posiciones conservadoras.

No voy a cuestionar ni los principios ni la preparación en su área de especialidad —el derecho— de la nueva ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Lenia Batres. Por ningún motivo me sumaré al linchamiento, ya en marcha, motivado por su activismo de izquierda de tantos años. Prefiero esperar a que la ministra Batres empiece a tomar decisiones, a redactar sentencias, a interpretar la Constitución en casos específicos, necesariamente complejos, antes de opinar sobre su actual responsabilidad.

Lo que sí me ha parecido un exceso es que Lenia Batres haya dicho, en su discurso inaugural en la corte suprema, que es para ella un honor que alguien, no sé quién, la haya calificado como la ministra del pueblo.

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No venía a caso semejante cursilería, más bien propia de una de las no muy buenas canciones de José Alfredo Jiménez. Ni al guanajuatense genial le adornaba excederse con letras como la de El hijo del pueblo, que ni interpretada por el gran Jorge Negrete es tolerable. Y no lo es porque, sin duda, está de más cualquier intento de monopolizar la representación de la gente más humilde. Porque a tal grupo social, el de las personas pobres, se refieren José Alfredo y Lenia Batres cuando hablan de pueblo, ¿o no es así?

Si no es del mejor gusto que hable del pueblo un compositor extraordinario que sabía utilizar con maravilloso sentimiento las palabras, menos aún es aceptable que lo haga una ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Porque ella no llegó a su cargo para apoyar a los pobres. Eso lo hace, y muy bien, el titular del poder ejecutivo, pero el presidente AMLO no solo ve por los de abajo, sino también por los de arriba, que en el sistema capitalista, el único viable desgraciadamente, son los que mueven la economía. Sin duda, las ambiciones de los ricos llevan a la innovación generadora de utilidades y de empleos. Negarlo no solo es cursi, sino un error que lleva al atraso.

Lenia Batres no llegó a la SCJN para defender a los pobres de las chingaderas de los ricos, sino para hacer valer la Constitución y el Estado de derecho. Espero que así lo haga, como admirablemente lo han hecho dos ministras y un ministro que también fueron propuestos por el presidente de izquierda para llegar a la cúpula del poder judicial: Juan Luis González Alcántara Carrancá, Margarita Ríos Farjat y Loretta Ortiz Ahlf. No opinaré de la otra ministra que llegó gracias a AMLO, Yasmín Esquivel, ya que esta no ha pedido perdón por haber plagiado dos tesis, la de licenciatura y la de doctorado. Cuando lo haga, le aplaudiré; antes, no.

Andrés Manuel ha dicho que le fallaron el ministro Alcántara Carrancá y la ministra Ríos Farjat. El admirado, histórico, extraordinario Andrés Manuel se equivoca. Les empujó para llegar a la corte suprema para que actuaran como juristas independientes, y lo han sido, él y ella, y Loretta, quien ya se opuso a la elección mediante voto directo de las personas juzgadoras. Todos y todas en México esperamos que Lenia Batres también sepa decir NO al presidente López Obrador y a la próxima presidenta, Claudia Sheinbaum. Estoy seguro de que así ocurrirá.

El apellido Batres es, en la política mexicana, sinónimo de izquierda, pero también de ética y respeto a las leyes. La ministra Batres no defraudará. Y si AMLO y Claudia se enojan, pues que se enojen: ya se les pasará. No hay presidentes —ni presidentas— a quienes les duren para siempre los corajes. La ventaja del poder es que, cuando lo ejercen personas extraordinarias como López Obrador y Sheinbaum, termina por aceptar la racionalidad de otros comportamientos, que siempre existirán.