Política exterior de México: Opositores vs AMLO

En cuanto se refiere a la política exterior mexicana y en particular a la relación bilateral México–Estados Unidos, ¿es el presidente López Obrador quien vive anquilosado en el pasado o son sus detractores, adversarios y odiadores (entran los tres en el mismo cesto) los que suspiran por los días idos?

El grupo adverso al presidente parece añorar más bien el pasado reciente, las casi cuatro décadas de llamado neoliberalismo que inicia propiamente con Miguel de la Madrid, a manera de introducción, para que fuera Carlos Salinas quien lo inoculara al país a tal grado de que en el gobierno del cambio democrático, a partir de 2018, se batalla aún para extirparlo. Y quizá no se logre del todo, porque la ideologización de ese grupo es radical. No se trata de una caracterización de “conservadores” o derecha política sino simplemente de la convicción de las prácticas y usos de ese neoliberalismo que se entreteje íntimamente con procesos de corrupción. Al combatírsele, lo que se está tratando de minar son los privilegios de ese grupo. Es natural que no quieran al gobierno de López Obrador y procuren su caída.

En cuanto al presidente, más que vivir “en el pasado” -como se le atribuye a manera de acusarlo como decadente, como fuera de tiempo-, se adscribe a principios históricos valederos para el país independientemente de cuando se hayan establecido, ya sea en la Constitución o en prácticas como la Doctrina Estrada. Que continúan vigentes hoy, pero que el neoliberalismo socavó durante esos 40 años al grado de la desaparición de la soberanía de la nación y la pérdida del control sobre recursos estratégicos. Esta agenda principal fue acompañada por un discurso de modernidad que al interior se manifestó en una práctica de desigualdad y conflicto social.

El afán por el pasado que tiene López Obrador, en cuanto a política exterior, significa la ratificación constante del artículo 89 constitucional y los valores de la Doctrina Estrada, pero con un sustrato aún mayor: la legitimidad de la política interior. Una frase y una práctica que no le gusta nada en absoluto a ese grupo opositor: la mejor política exterior es la buena política interior. Simple pero difícil de impulsar, desarrollar y materializar. Pues bien, el presidente mexicano lo ha logrado.

Legitimidad del presidente

La legitimidad de López Obrador ronda entre el 65 y el 70% en las encuestas tanto nacionales como internacionales (Morning Consult). Más lo atacan e insultan, más inamovible resulta en su posición. El grupo opositor ha creído con fervor que insultando, desvirtuando la realidad, mintiendo, va a hacer caer al gobierno, pues bien, ha fracasado. Esto indica que la razón básica de su legitimidad es la conexión que tiene con el pueblo, la cercanía entre mandatario y sociedad que se expresa, naturalmente, en programas sociales, obra pública, combate a la corrupción, manejo de gobierno en tiempo de crisis, y la honestidad personal de López Obrador.

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La visita de López Obrador a Washington por tercera ocasión es una evidencia de esa legitimidad. Primero, con los migrantes mexicanos que lo reciben entre vítores de apoyo y afecto, coros de “¡reelección, reelección!” y serenatas. Algo no visto con ningún presidente mexicano. Segundo, con Joe Biden, con quien no sólo parece tener una excelente relación personal, sino al cual puede hablar de frente y de manera pública como tampoco había hecho ningún presidente. Y que no sólo habla, también propone una serie de cinco acciones para mejorar la condición de ambos países ante la crisis y hacia el futuro al tiempo que habla en favor de los migrantes y sus derechos humanos.

La legitimidad nacional a partir de su trayectoria política de luchador social, la victoria sin par de julio de 2018 y, sobre todo, el desempeño de un buen gobierno en tiempos de crisis otorga a López Obrador la legitimidad al exterior. Esto es: la mejor política exterior es la buena política interior.

Realidad vs Mentiras

Por supuesto, las manadas de columnistas y opinadores que hacen alianza tácita con la oposición partidista del Priand no toleran esa realidad, la niegan, la rechazan. Ellos ven a un país en ruinas, a un dictador decadente y anciano que no sabe vestir, no sabe hablar, desabotonarse cuando debe, caminar propiamente, cruzar las piernas, comer bien, hablar inglés; sometido a Estados Unidos y a los criminales. Algo equivalente a la broma que se ha repetido constantemente, hace no mucho México era como Suiza, ahora como Venezuela. Y la verdad, si todo se redujera a cruzar de manera elegante las piernas, habría que preocuparse por los testículos.

No sé dónde han estudiado Relaciones Internacionales y Política Exterior todos los expertos que “analizan” y opinan contra la reciente visita del presidente a Estados Unidos. Esos que van de la crítica a la mera formalidad protocolaria (como la ex embajadora Martha Bárcena y su esposo, Agustín Gutiérrez Canet, tío de Beatriz Gutiérrez Müller; analistas a partir del rencor familiar) a los que, como Raymundo Riva Palacio, parecen extraterrestres que ven una realidad alterna que nada tiene que ver con la que viven los humanos.

Las relaciones internacionales y la política exterior no tienen por qué ser un ámbito de antojo para los analistas sino un ámbito de realidad. No debe de ser la política exterior de López Obrador otro espacio para sus odios sino uno para la reflexión comparativa. Si Bárcena dice que el encuentro quedó debajo de las expectativas está masticando una perogrullada: en la realidad política, los resultados siempre quedan debajo de la expectativa optimista; pero lo importante es trabajar. Si dice que ignoró al Congreso de EU, está diciendo una media verdad o media mentira, no sólo no lo ha ignorado sino que se ha convertido en su crítico; no necesita postrarse ante ellos como los expresidentes entreguistas del pasado que elogia Bárcena.

Si Riva Palacio dice que Biden se ha vengado por el “desaire” de AMLO a la reciente Cumbre de las Américas, miente, pues tanto la realidad del encuentro como la relación entre ambos políticos dejan en ridículo a uno de los periodistas más especuladores que hay en el país: su fuente siempre es la especulación.

Lo estableció bien el periodista Federico Arreola en el título de su columna del 13 de julio en SDP, “Le va bien a AMLO con Biden y, enfermos de odio, lo atacan”. Ese es el nivel en que se encuentra el grupo del que he hablado desde un principio. Ya no digamos enfermos de odio de las redes sociales -ahí sobran, combinados con bots-, sino los “líderes” de la oposición política agrupada en el Priand y amasada por Claudio X González, y los “líderes” de opinión de la mayoría de los medios del país. Para su desgracia, las encuestas de legitimidad de López Obrador exhiben su fracaso y hay que imaginar su amargura y frustración. Aunque si lo ven del lado positivo, ese odio les da de comer, porque bien lo ha dicho López Obrador, él se ha convertido en una industria para los odiadores; viven de la calumnia, el insulto y el odio a su persona.

Me parece que las relaciones internacionales, la política exterior y la diplomacia extrañan en México a un analista de la dimensión de Daniel Cosío Villegas; aunque Lorenzo Meyer se aproxima en ocasiones a su condición.

México lindo y querido

Mientras tanto, incansable, el presidente regresó a México a sus giras de supervisión de obras por todo el país. En la satisfacción lleva el recuerdo del buen encuentro en la Casa Blanca, y en el sabor lleva el gusto del recibimiento por parte de los migrantes mexicanos que, al asomarse a la ventana del hotel Lombardy (aunque le costara un golpe en la cabeza a Beatriz; ¡motivo también de burla!), le cantaron, “El rey”, “Sabes una cosa”, “Volver, volver”, “México lindo y querido”, “Cielito lindo”, “Amigo”, entre otras piezas. Canciones que en la condición y ánimo del migrante mexicano resultan conmovedoras.

Aquí les va “México lindo y querido”, de Chucho Monge, en la mejor versión hasta ahora, cantada por Jorge Negrete en la película Siempre tuya, de 1952, dirigida por Emilio “Indio” Fernández:

Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo