La 4T ha sido consistente en algunos elementos. Me refiero a dos: el discurso populista y manipulador y la contravención sistemática de la ley electoral. Así ha sido documentado no solamente por miembros de la oposición y periodistas, sino por especialistas en materia de derecho electoral.
El expresidente AMLO lo hizo todos los días, especialmente en los tiempos electorales cuando buscó promocionar la imagen de Claudia Sheinbaum, a la vez que utilizó todos los recursos discursivos de su mañanera para destruir la imagen de Xóchitl Gálvez.
Lo vemos ahora nuevamente en tiempo real. La senadora morenista Andrea Chávez, que no ha parece ocultar sus ambiciones de suceder a Maru Campos como gobernadora de Chihuahua, ha iniciado recientemente giras en su estado natal con el propósito –asegura la legisladora– de ofrecer servicios médicos a los chihuahuenses.
Para ello Chávez ha echado mano de unidades móviles con su imagen y nombre. El miércoles pasado, en un acalorado debate sostenido con la diputada Kenia López en el programa de Azucena Uresti, la morenista confesó que el financiamiento de tales unidades provenía de la “clase empresarial”, léase, empresarios cuyos intereses pueden no estar del lado del pueblo chihuahuense.
Ha trascendido que se trataría de contratistas ligados a operaciones realizadas con Adán Augusto López, es decir, de conflictos de interés que bien podrían ser calificados como flagrantes delitos de corrupción.
Sin el ánimo de caer en especulaciones sobre las intenciones de Andrea Chávez en el mediano plazo, la realidad es una: lo que hace está prohibido por la ley electoral. En primer lugar, no se permite el financiamiento privado de campañas electorales ( el rostro y nombre de la senadora en las unidades móviles) y en segundo no ha sido habilitado aún el tiempo electoral para que un candidato promueva su imagen en espacios públicos.
El caso de Chávez no es aislado, sino que se ha sumado a la larga lista de hombres y mujeres morenistas que desprecian la ley, andan a sus anchas, manipulan a los ciudadanos y engañan a la opinión pública. Las autoridades electorales, por su parte, hoy dirigidas por mujeres cercanas al morenismo, no tienen más opción que mirar hacia otro lado y callar como momias, como lo hacían otros en el pasado.