Este domingo circuló una lista de periodistas presuntamente despedidos por presión supuestamente de López Obrador. No son todos los que están ni todos los que son. La renuncia de Azucena Uresti a Milenio Tv el pasado viernes da lugar a la especulación y a la sospecha sobre una embestida del presidente a la libertad de expresión. Como quiera que sea, una pérdida para el auditorio del medio que Azucena deje el noticiero nocturno.

Es evidente que Mileno cambió de prioridades editoriales y difícil de creer que el presidente o su vocero exigieran o presionaran para que sucediera. Todo parece que tiene que ver con las definiciones de sus dueños. Los ajustes de Milenio han sido la constante, como muestra el rosario de directores de la edición nacional escrita. A destacar es la trayectoria larga, luminosa y ejemplar en Multimedios del entrañable Héctor Benavides, quien partió recientemente. Debe reconocerse de Milenio Diario la presencia de muchas firmas de espléndida calidad, críticas y afines al régimen. Quienes habitamos esa casa por décadas nos queda agradecer la hospitalidad de sus dueños y directivos.

Cada caso es una historia. Excesivo sería inferir un ataque a la libertad de expresión del régimen por los ajustes a la plantilla editorial en los medios. Son muchos los que han resuelto modificar su parrilla de colaboradores, en opinión de muchos, en un afán de acomodarse con quien gobierna, lo que sería una afrenta a la libertad de expresión y a los derechos de los periodistas; pero no sería responsabilidad del gobernante, sino de la empresa. Estamos hablando de autocensura.

Preocupa y es un perjuicio serio a la libertad de expresión si el obligado a retirarse o el retirado de un medio por su postura crítica al poder no tuvieran opción y la consecuencia fuera el silencio. No es el caso y muchos de los excluidos, afortunadamente, encontramos opciones para continuar en el ejercicio de nuestra libertad. En mi caso, agradezco y aprecio la generosidad de los dos Federico Arreola por el espacio en SDPnoticias. También a Armando Castilla, de Vanguardia; Roberto Rock, de La Silla Rota; a Enrique Quintana y Leonardo Kourchenko, de Al Cierre de El Financiero Bloomberg; a Rodrigo Menéndez, de La Revista Peninsular; a Francisco García Davish, de Quadratín; a Mauricio Castillo y Gastón Lámbarry, de Telesur; a Ramsés Yunes, de Contacto Noticias; a Ana Paula Ordorica, de Red Digital Apo; a Héctor Jiménez Landín, de Código Libre y El Financiero; a Tere Vale, de El Rapidín y a tantos otros medios que me abren su espacio sin línea o consigna.

Los medios convencionales viven una crisis profunda que afecta las condiciones para el ejercicio de la libertad de expresión, toda vez que son empresas y su sobrevivencia es fundamental. Esto implica reducir espacio, personal y costos. La revolución digital les plantea desafíos mayores y el futuro obliga a la convergencia del espacio tradicional con el digital. El público cambia más rápido que los medios y sus estrategias de mercado.

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La libertad de expresión en nuestro país sí está amenazada. Lo más evidente y pernicioso viene del crimen organizado. Son muchos los periodistas asesinados y más los amedrentados. Medios, empresas, trabajadores y periodistas han tenido que callar por razones de literal sobrevivencia. Por ello adquieren relieve los casos paradigmáticos de entereza y valor, como los de Ciro Gómez Leyva y Azucena Uresti, que continúan en el ejercicio de su libertad no obstante la embestida o la amenaza criminal, quienes con su labor profesional y editorial son ejemplo y motivación para todos, particularmente para quienes tenemos el privilegio de ser leídos o escuchados. Debe quedar claro que no son los únicos, en muchas partes hay periodistas que se juegan la vida en el ejercicio del oficio.

Desde luego que en el entorno de acción criminal por una parte y de autocensura por la otra son repudiables las agresiones del presidente López Obrador a los periodistas y a los medios de comunicación. Su conducta merece rechazo, también condena firme y enérgica. La libertad de expresión es un derecho ciudadano, no es de los gobernantes y menos de quien detenta los mayores recursos de poder, influencia e intimidación.

En todo caso no es una lista -bien o mal hecha, exacta o imprecisa, veraz o no tanto, exhaustiva o incompleta-, importa que la libertad de expresión cobre fuerza, vigencia cotidiana y que se exprese en su diversidad dentro del amplio espectro del caleidoscopio nacional.