En el mundo moderno y contemporáneo estamos condenados a vivir conforme con el Derecho y las creencias valiosas que defendemos con base en nuestras experiencias relevantes que compartimos.
Es así de tal manera que en las grandes transformaciones de la vida pública del país la mayoría popular se ha opuesto al intento de concentrar el poder en una sola persona o corporación, llámese la Corona, la Iglesia, el Ejército o la Banca, la Bolsa y la Prensa, ya no digamos en Agustín de Iturbide, Antonio Lope de Santa Anna, Porfirio Diaz o algún otro caudillo, líder o emprendedor personalista.
Creemos en la división de los poderes y en la democracia como forma de estado porque protege con mayor eficacia los derechos civiles, políticos y de libertad, y también creemos en que sin un adecuado equilibrio entre estos y los derechos sociales y colectivos, sin un enfoque en favor de las personas y grupos en desventaja, no hay forma de estado o de gobierno que mantenga su legitimidad.
En ese sentido, los debates entre candidatos que buscan el voto de la mayoría de la ciudadanía son parte de las reglas y prácticas que la constitución democrática propicia para intensificar el derecho fundamental a participar en la vida pública y las decisiones de gobierno.
Las candidaturas y la ciudadanía debemos estar conscientes de que el ejercicio de los debates presidenciales, como el de este domingo 7 de abril, significan una garantía de la democracia política.
Bien harán las candidaturas en presentar sus propuestas de gobierno y administración en los temas sociales y de integridad a debatir pero suficientemente argumentadas.
Bien hará la ciudadanía en tomar nota de esas propuestas justificadas para alimentar sus propios análisis y discusiones en los espacios privados y públicos con el sentido de informar y ejercer el 2 de junio su preferencia electoral.
Más allá de los consabidos riesgos que afectan las dinámicas electorales, más allá de los inevitables ataques entre las candidaturas, mas allá de las campañas calumniosas, los debates representan un momento estelar del formato democrático, por lo que hay que participar en ellos con el máximo compromiso, entusiasmo e integridad posibles.
Las y los mexicanos tenemos a mano cada seis años estos momentos estelares para decidir el rumbo de nuestro destino conjunto como pueblo, nación y sociedad jurídica y políticamente organizada. No lo desperdiciemos.
A través de nuestra participación directa o indirecta, vivamos la constitución democrática que tanto exigimos y valoremos que propuesta garantiza mejor el equilibrio entre los derechos individuales y colectivos para recuperar la estabilidad y la paz que por extraviar ese balance hemos perdido.
El sentido de los debates es intensificar la participación democrática, libre y pluralista de la ciudadanía, candidaturas y partidos en la conducción de la agenda pública que a todos nos atañe y que halla en el subsuelo social y político cultural la creencia de que podemos convivir con mejores niveles de educación, seguridad e integridad garantizados dentro del estado constitucional de Derecho.
Adicionalmente, que sean por.primera vez en la historia dos mujeres y un hombre, está en franca minoría, las protagonistas del debate presidencial, muestra cuánto ha progresado la mexicanidad y la democracia mexicana en su lucha por hacer de los valores y principios jurídicos, en tanto expectativas legítimas, una realidad tangible y esperanzadora.