La conmemoración de la expropiación petrolera y la movilización popular masiva que la acompañó, más el discurso del Presidente AMLO, pone de nueva cuenta sobre la mesa de la discusión nacional, las orientaciones programáticas del gobierno de la 4T-4R frente a sus adversarios del bloque opositor en donde predominan las orientaciones conservadoras. El tema de fondo que es el modelo de desarrollo para México, en contextos mundiales cambiantes, desde el sexenio cardenista al actual.

La expropiación petrolera en 1938, si bien desencadenada por una coyuntura de confrontación laboral entre el sindicato petrolero y el capital extranjero propietario de las empresas, cuando la Gran Crisis de 1929 había dejado atrás sus efectos más devastadores en EUA, la región y el mundo, y en el contexto de avance de las graves contradicciones en Europa y Asia entre las grandes potencias que desembocaría en la 2ª gran conflagración militar internacional, es realmente parte de la lucha política en el México post-revolucionario por hacer predominar una concepción para la implantación y expansión de un modelo de desarrollo con rectoría soberana del Estado, inclusión y justicia social. No tiene sentido querer analizarla en sí misma o sólo por la coyuntura política impactada por los Tratados de Bucareli que sometieron el Artículo 27 constitucional a las prioridades estratégicas y hegemónicas de los EUA. En ese momento México era ya el país con mayor inversión de EUA en petróleo de toda Latinoamérica.

El general Lázaro Cárdenas –allí están sus múltiples escritos y los análisis posteriores de estudiosos de ellos y del periodo- tuvo una concepción precisa del modelo de desarrollo que mejor representaría las causas y objetivos de la lucha por la Independencia, la destrucción del alto clero oligárquico con las Leyes de Reforma y la Gran Rebelión de 1910-17: un modelo de desarrollo con soberanía, justicia social y democracia popular. Para ello era indispensable que el Estado retomara el control de la energía, el petróleo, para garantizar el insumo fundamental para la industrialización impulsada desde el Estado y sostenida por la organización obrera.

El reparto masivo de tierras (entre 1929-1940 se repartieron 23.7 millones de hectáreas) para convertirlas en ejidos colectivos, requerían los fertilizantes y los recursos financieros, el agua de las presas y la infraestructura de riego, pero también la energía para los tractores, el transporte de productos y las plantas de luz, soportado por la organización campesina masiva y activa.

Desarrollo de la producción y la productividad industrial (entre 1932-40 el sector industrial creció 6.1% anual), crecimiento de la producción y la productividad agrícola (la agricultura traía una tendencia al estancamiento en la producción por hectárea, no así en la producción de ciertos productos que creció casi 6%), desarrollo petrolero con control del Estado y apoyo sindical obrero. Inversión privada complementaria con protección e impulso del Estado en el modelo de desarrollo nacionalista y popular. La productividad promedio por trabajador aumentó en 54% en la década 1930- 40. El balance primario de las finanzas del gobierno, fue de 0.6% en 1934 y de -0.6% en 1940 del PIB. Los datos derrumban falacia tras falacia, ayer como hoy.

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En todos los casos, con una política expansionista de inversión pública (en 1939 se reformó la Ley Orgánica del Banco de México, dice Díaz Fuentes, FCE 190: 1994) para limitar e independizar el crédito gubernamental, separando los depósitos privados y dando al gobierno la facultad de emitir certificados de deuda a plazos hacia la banca comercial, jamás se planteó un sobre endeudamiento o políticas monetarias inflacionistas) a partir de una mayor apropiación del Estado de la renta petrolera, y sentando las bases para una redistribución del producto social en favor de los sectores populares y de la industria nacional No hay espacio para explicar los detalles. Cito un estudio extenso y detallado:

“como lo mencionó dl consejero de la Embajada Británica en México en 1936 (afirmó que) México se dirigía rápidamente hacia la satisfacción de la demanda interna de bienes de consumo con producción nacional, de modo que las importaciones tenderían a ser cada vez más de materias primas y equipo (…) para 1929 alrededor de la mitad del valor agregado del sector manufacturero era producido por industrias ‘autosuficientes’ (…) o sea, que satisfacían prácticamente todo el mercado nacional (….) el proceso de sustitución de importaciones estaba ya bastante avanzado en muchas industrias en 1929 y ese proceso continuó con fuerza durante la mayor parte de los años treinta.”

Cárdenas Sánchez, FCE, 456: 2019

En suma: en los años 30 se produjo un cambio estructural muy importante, y la trayectoria económica mexicana era muy superior a la latinoamericana (Brasil y Argentina) que inicia dicho proceso a mediados de esta década o después. La prosecución intensiva de esta orientación industrial y agrícola, requería energía segura y a precios competitivos, incluso para la inversión privada, tan es así, que la formación de capital privado entre 1933-40 (prácticamente el sexenio cardenista) creció 65.3% en términos reales (inversión, en donde la protección estatal jugó un rol fundamental). (ídem, p. 464) Eran parte activa del modelo de desarrollo con justicia social e independencia. Pero es verdad que el cardenismo debilitó su capacidad hegemónica. El viraje en el modelo de desarrollo, el desarrollismo sin justicia social, con represión y con abundante corrupción, se incubó en la transición del gobierno del general Manuel Ávila Camacho y se consumó con el Lic. Miguel Alemán.

Tres acciones políticas perfilan las nuevas orientaciones en materia de la justicia social: i) Miguel Alemán envía al ejército a ocupar las instalaciones petroleras cuando el sindicato amenaza con una huelga por reivindicaciones obreras. El mensaje a trabajadores, empresarios y políticos del partido en el poder es claro “habrá mano dura”, se impondrá “la línea presidencial”. A raíz de ello el entonces secretario general de la CTM Fernando Amilpa postula la necesidad de “depurar” el movimiento obrero, con todo tipo de “lombardistas” (partidarios de Lombardo Toledano) y de comunistas para afianzar en el nuevo gobierno “el triunfo de la Patria Mexicana”.

Para el Partido Acción Nacional, que se había opuesto a la expropiación petrolera, lo fundamental ahora era combatir el monopolio del poder del Presidencialismo despótico y desarrollista, del corporativismo del PRI, luchando por participar o tomar el control del poder en esta nueva fase reaccionaria del proceso histórico mexicano. Para ello le servía su crítica a la corrupción desmedida, sobre todo, alemanista. Pero no más.

La consecuencia directa es que en la década de los años 40, el 5% de las familias retenían el 40% del ingreso total (estudio de Ifigenia Martínez) a pesar del fuerte crecimiento en la industrialización del país; ii) el sexenio de Miguel Alemán quedó marcando en la dinámica económica por un severo desequilibrio en la balanza comercial del sector externo: INEGI informa que entre 1946-1952 las exportaciones crecen menos del 10% y las importaciones lo hacen en 35% lo que aunado a una política de inversión pública expansiva (que expansión del déficit fiscal) y los subsidios, sin aumentar las exportaciones agrícolas, condujo a la devaluación del peso en 1948 en casi 80% de su valor frente al USD. (Ugo Pipitone, CIDE, 42:2017); iii) se concede el Amparo en materia agraria, y se permite que los límites constitucionales de “la pequeña propiedad” aumenten de 50 a 100 hectáreas, y en el caso de cultivos comerciales (frutos, hortalizas etc.) hasta 300 hectáreas. En un contexto en donde el 62% de la PEA agrícola aportaba sólo el 18% del PIB. Las grandes centrales obreras y campesinas enmudecieron y se doblegaron.

México empezó a importar petróleo crudo desde mediados de los años 50 en pleno gobierno de Miguel Alemán. México tuvo en el bienio 1956-1957 un déficit comercial en sus transacciones petroleras con el exterior: compró mucho más de lo que vendió, en 1956 la diferencia fue de $23 millones de pesos; en 1957 creció ese déficit hasta $191 millones de pesos. Las compras petroleras externas de México se elevaron de 20 mil barriles diarios (MBD) en 1950 a 51,000 barriles diarios (MBD) en 1957. La industria petrolera decayó (Michele Snoeck, Colegio de México, 1988).

El viraje drástico y completo en el modelo de desarrollo se consumó con altísimo costo social. La energía era materia de subsidio indiscriminado para el desarrollo de la inversión privada a costa de las finanzas del Estado y del sector productivo de éste último. Todos los preceptos teóricos, ideológicos y políticos del cardenismo se desecharon y se consideraron un lastre o estigma.

Este sexenio no sólo institucionalizó la corrupción y el ataque a los fondos públicos, sino que el Presidente construyó un amplio consorcio económico personal: cadenas hoteleras, casas editoriales y periodísticas, participación en la televisión comercial mexicana, abundantes terrenos en la Ciudad de México y Acapulco, participación accionaria en grandes empresas, y favorecimiento de familias a él ligadas.

Todo, articulado estrechamente, conformó un nuevo escenario de la vida nacional. Triunfó la reacción institucionalizada disfrazada de “régimen de la Revolución Mexicana”. Pero hoy la lucha va del petróleo al litio. Vamos por la autosuficiencia energética y la recuperación y prosperidad de las empresas energéticas productivas del Estado mexicano.