A la mitad del camino surgen las sombras. El cierre del año 2021 se perfila con un crecimiento económico debajo de lo previsto, así como con una recaudación fiscal declinante; mientras otros rubros muestran tendencias preocupantes, como es el caso de la inseguridad, la inflación; las dubitaciones de la inversión extranjera, sus inquietudes y preocupaciones respecto de las tendencias del gobierno; también los graves problemas de gestión que se simbolizan con la crisis en el abasto de medicamentos.
Contrasta lo anterior con las expectativas con las que arribó la actual administración en el 2018, especialmente por estar precedida de una campaña política centrada en la denuncia de irregularidades y excesos en el manejo presupuestal, adquisiciones y contrataciones, y de un compromiso para emprender una gestión que brindara respuestas, especialmente en el abatimiento de la pobreza y en la eliminación de la corrupción.
Paradójico es que dichas prioridades muestran regresiones, pues la pobreza ha crecido y diversos indicadores reportan incremento de la corrupción. Lucen también medidas que se significaron por una instrumentación obscura como sucediera con el cierre de guarderías, sobre las que se arguyó un padrón inflado de beneficiarios, mismo que nunca se acreditó con información cierta; otro tanto ocurrió con la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, decisión radical soportada en una consulta “patito”, no sin antes señalar un entorno de corrupción que no ha derivado en denuncias, ni en actuaciones judiciales.
Uno de los programas estrella de la administración, Sembrando Vida, ha sido objeto de amplios cuestionamientos y de un reportaje donde se muestra una gran porosidad en la canalización de los subsidios, así como estímulos perversos que han impulsado deforestaciones para después pretender aplicar la siembra de árboles, lo que se combina con efectos contradictorios, tal y como lo expone alguna investigación; al final, la bolsa de recursos se aplica de forma discrecional, sin mediciones o evaluaciones rigurosas, y hasta se pretende promoverlo como una política pública en Centroamérica, con el hecho de que ya se instrumenta en algunos países de la región.
Sin duda que el actual gobierno inició irradiando una luz intensa al final de un túnel que se había enturbiado, extraviando sus vías de salida; la nueva propuesta generó una gran expectativa sobre los alcances que se habría de obtener para el beneficio del país, pues el reemplazo de gobierno se realizó de forma tronante y más cuando se trató de señalar y reiterar un rotundo cambio entre el antes y el ahora. Un pasado inmediato hundido en las peores prácticas, ahogado en sus vicios y abusos, sometido entonces a una denuncia mediática constante para defenestrarlo y conjurarlo; en su lugar la perspectiva de un túnel que tiene salida y que para transitar hacia ella se había encendido una gran luz.
El año 2022 genera más dudas que certezas en cuanto a sus resultados, pues lo antecede un término del 2021 muy complicado. Nuevas amenazas epidemiológicas están en el horizonte, después de una gestión frente al corona -virus que multiplicó muertes por doquier por cientos de miles, cuando el augurio del gobierno fue de que no rebasaría los 60 mil muertos. Se arrastra una farragosa recuperación económica, que ha lucido por la inhibición del gobierno para instrumentar medidas de aliento para los negocios, en abierto contraste con lo sucedido en otras partes del mundo. El mexicano se postula con un gobierno con una extrema ortodoxia neoliberal, pues supone que el mercado habrá de reaccionar por sí mismo, adoptando la tesis de la mano invisible de Adam Smith; la reactivación que se busca da su total negación a Keynes.
Municipios y regiones se ven dominadas por el crimen organizado, en un contexto donde se ha roto lo excepcional y casuístico, para amenazar con convertirse en una situación generalizada que pone sus ojos en las zonas donde no domina; pero se sabe que podrá hacerlo, en tanto las medidas para combatir su expansión han sido ineficaces. La cultura de la legalidad cede su lugar a la subcultura de la ilegalidad.
Ya no hay luz al final del túnel, y apenas se ha llegado a la mitad. Una extraña reforma eléctrica pretende acreditarse después de ser presentada, como una confesión o declaración expresa de su carácter arbitrario y de su resistencia a generar consensos para soportarse en acuerdos previos, pues se desprecia a los otros y se les combate; sólo se respeta a los alineados e incondicionales. El túnel está oscuro y no se pretende admitir que lo está; con la lealtad que queda se pide caminar a ciegas, quién sabe a dónde. La marcha muestra los pasos de quienes la integran, parecen muchos; pero en otras épocas hubo contingentes parecidos y aún más nutridos, y lo único que se sabe es que eso no garantizó los resultados esperados, al contrario, hubo defecciones, se diezmaron las filas, ¿será?