“No todo lo que brilla es oro”, dice el refrán, y la familia de Vicente Fernández se dejó llevar por la que pensó que sería la mejor apuesta para rendir honor a la vida y obra de uno de los máximos íconos de la música mexicana. Fue así como sus hijos Vicente, Gerardo, Alejandro y su viuda, doña Cuquita, vendieron los derechos de la biografía y canciones del Charro de Huentitán a dos empresas extranjeras, Netflix y Caracol, para que llevaran a la pantalla su historia: la colombiana Caracol TV la llevaría en televisión abierta y la plataforma estadounidense Netflix lo haría vía streaming.

Por estos derechos recibieron de Netflix-Caracol, según se ha manejado en la prensa, cerca de 10 millones de dólares (más de 210 millones de pesos). Con esta oferta, Televisa, productora mexicana de contenidos, no pudo competir y, a pesar de llevar años negociando los derechos para una bioserie, los herederos de “Chente” prefirieron “el oro” antes de cualquier otra cuestión, lo que parecía una decisión válida. Sin embargo, el tiempo les está pasando una factura.

Baja audiencia en la TV productora

La serie que armaron Netflix y Caracol, titulada “El Rey, Vicente Fernández”, comenzó a transmitirse en la televisión abierta colombiana por Caracol en agosto pasado y posteriormente en Netflix. Los resultados fueron decepcionantes.

Según datos de ratings (audiencias) en Colombia, mismos que se han filtrado a la prensa, tan solo en su semana de estreno (lunes Vs. viernes), en TV abierta, la bioserie registró una baja de audiencia del 32% y siguió en picada con una caída del 41% si se compara el rating del primer capítulo con el del último, 32 días después del inicio. Para cualquier televisora, perder 41% de su audiencia es una crisis. De hecho, de no haber sido porque era una producción propia, Caracol habría tenido que sacar la serie del “aire” de manera anticipada.

Rating

Por otro lado, aunque Netflix no reporta ratings, parece que ahí le habría ido un poco mejor, pues según sus reportes, la bioserie se coló en el Top 10 de lo más visto en México. Sin embargo, dado que para tener acceso a esta plataforma de streaming el usuario debe pagar, al menos, 139 pesos al mes, se trata de un contenido pensado sólo para unos cuantos de los millones de mexicanos que ansiaban ver la vida de Don Vicente en pantalla.

Las columnas más leídas de hoy

Alta audiencia en México con la versión no autorizada

Mientras tanto, Televisa/Univision lanzó una serie no-oficial, basada en el libro de la periodista Olga Wornat. El titulo de esta fue “El Último Rey: El Hijo del Pueblo”. La televisora mexicana reportó que fue un éxito, al señalar que su primera temporada rompió récord en México, alcanzando a 33 millones de televidentes y en la segunda, tan sólo su primer capítulo tuvo una audiencia de más de 8 millones de espectadores.

Así, millones vieron en México una serie de Vicente Fernández que no era la imagen y la narrativa que la familia hubiera querido mostrar. Tan es así, que los herederos de “Chente” decidieron demandar a Televisa/Univision para que no transmitiera la serie. Lo que no lograron.

La estrategia legal y dudas sobre los “herederos”

La ruta legal de la familia Fernández se dio, de manera básica, en tres partes: i) demanda en un juzgado en Jalisco, de donde es la familia y sus abogados, buscando jugar de “locales”; ii) demanda penal ante la Fiscalía General de la República; y, iii) demandas varias por violaciones ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI). La gran mayoría de las demandas presentadas en los incisos ii) y iii) fueron desechadas, pues, de manera por demás extraña no se presentaron los poderes que acreditan a los herederos de Don Vicente de forma íntegra.

Las especulaciones crecieron ante los duros reveses jurídicos: desde que tenían abogados deficientes, lo que luego estos negaron en un comunicado, hasta que habían herederos no conocidos de “Chente” y que por eso no se quería entregar los poderes, completos, ante las autoridades.

Los malos resultados jurídicos obligaron a los abogados a emitir un comunicado en el que señalaron que apelarían las resoluciones y prácticamente reiniciarían los juicios, con lo que los costos legales que está asumiendo la familia Fernández siguen creciendo, a tal grado que parece que buena parte de los ingresos que recibieron de Netflix-Caracol van a acabar en manos de sus abogados.

Así, parece que los herederos de Don Vicente han caído en una maldición: no lograron posicionar la historia oficial de su padre; se vio más la historia periodística (la no oficial), misma que tiene capítulos que claramente hubieran preferido ocultar; se han gastado una fortuna en abogados penalistas y de propiedad industrial; y hasta han surgido especulaciones de que Don Vicente dejó herederos adicionales a los conocidos.

La buena noticia es que los precedentes de este caso seguramente evitarán que otras figuras públicas en México, como políticos, deportistas o actores, realicen maniobras jurídicas con las que, bajo pretexto de registrar su “nombre” como “marca”, se evite que periodistas, articulistas y escritores escriban sobre ellos. Los que hacen esta treta, básicamente lo hacen para silenciar medios de comunicación y hasta para buscar impunidad, cuando en las sociedades hoy debe de prevalecer la máxima transparencia.

Hay ganadores y perdedores en esta historia, pero para quien no hay vuelta atrás es para la familia Fernández que, tras varias decisiones equivocadas, comprometió para siempre el legado del gran Vicente Fernández ante los ojos de millones de seguidores que buscaban inmortalizarlo a través de la pantalla. En efecto, el “oro” que recibieron sí brillaba, pero acabó no siendo oro o, por lo menos, no fue para ellos. El tiempo les está pasando factura.