Hoy, 23 de febrero, quedará en el registro de los anaqueles de la historia el día que Andrés Manuel López Obrador dio la peor mañanera de que se tenga memoria en todo su sexenio.
Como nunca, hoy lo noté colérico, acorralado, amenazante, cansado, harto... (Si el presidente supiera que también uno ya se encuentra muy cansado de toda esta situación.)
El presidente atacó hoy a la prensa que no le aplaude ni se subordina ni se arrodilla ante él.
Esa prensa que tiene miedo de perder su trabajo en cualquier instante. Esa prensa que desde las 5 de la mañana se apuesta en Palacio Nacional, con la esperanza de una mirada de aprobación por parte de Jesús Ramírez Cuevas o de que sus nombres aparezcan en la lista de los que pueden hablar... Son pocos los que pueden hacerlo.
Pero hoy hubo una reportera llamada Jésica Zermeño, de Univisión, que se ha dedicado a cubrir notas sobre la violencia e inseguridad en México, lo cuestionó con respecto a que el presidente el día de ayer difundió datos personales de Natalie Kitroeff, corresponsal en México de The New York Times.
La heroica reportera le cuestionó si acaso eso no había sido un delito y el presidente estalló: Dijo que lo volvería a hacer las veces que fueran necesarias si se seguían metiendo con su familia e hijos.
Mencionó también que si tanto drama había sido publicar el número de celular de la reportera Natalie Kitroeff, pues que se comprara otro y ya.
Así, un presidente contestándole a una reportera que no le aplaude y que no es del régimen. Así de básico, de agresivo, de retador.
No conforme con haber dicho esto, también aseguro que los medios de comunicación “cercanos al conservadurismo se sienten bordados a mano, como si viniera de una casta divina, privilegiada, que puede calumniar impunemente”.
Ahí estaban yo creo bastantes reporteros mirándose asombrados y aterrados entre sí, que solo intentan hacer su trabajo, que se juegan su vida y su futuro por cuestionar y documentar.
Reporteros asombrados, pero también acorralados por no poder hacer otra cosa más que aguantarse.
“No se puede calumniar al presidente, al que calumnie tendrá replica acá -conferencia mañanera-, sea quien sea”, manifestó AMLO desde Palacio Nacional.
A algunos les podrá parecer que esto no fue una amenaza. A mi parecer sí que lo fue.
Es necesario que el presidente sea asesorado, pero yo iría un poco más lejos: Ojalá pudiera ir a terapia psicológica.
En verdad no lo digo porque yo sea psicóloga, pero estoy segura que le ayudaría muchísimo, porque el presidente lleva muchas heridas que no ha podido sanar.
Sé, por ejemplo, de un ex secretario de Gobernación de algún estado de este país, que acude a terapia psicológica con una colega mía, creo que una vez que intentas sanarte a ti mismo sana todo lo demás, bien por él.
La de cosas que debe de haber visto, los dolores por los que ha atravesado pero tuvo esa pizca de humildad para pedir ayuda y eso lo hace ser muy muy grande.
Entiendo que al presidente le duela que se hable de sus hijos, a mí también me dolería. Es una rabia inexplicable, lo puedo entender, pero pienso que sabía muy bien el costo que pagaría por ser justamente presidente y su mayor ilusión era vivir lo que hoy está viviendo; pero está triste y enojado todos los días.
Desde mi punto de vista, el presidente ya no puede seguir usando la confrontación como vía de comunicación en sus mañaneras.
Necesita hacer un llamado a la paz y a la calma y afrontar las cosas con valentía.
Yo sé que muchas veces ha sacado su pañuelo blanco en la mañanera en son de paz, ya hasta alguna vez lloró pidiendo tregua.
Pero más allá de eso el presidente necesita sanarse a sí mismo. Sin embargo, creo que no cree en la salud mental como tema prioritario.
Tan es así que decidió extinguir los hospitales psiquiátricos y los medicamentos psiquiátricos también están en desabasto.
Desde ahí nos da a entender que no parece aceptar que pueda tener un problema emocional que resolver.
El presidente está cansado. Yo también... Está en un laberinto que parece no tener salida. Se siente acorralado y ataca.
Pero es el presidente, no es ninguna cosa menor.
¿Cómo va a impactar en los ciudadanos y en la sociedad mexicana lo que hoy está pasando... lo que dice el presidente, lo que expresa; lo que hace?
Muchos de nosotros no salimos del asombro por cómo se está comportando. Me parece que el presidente no oye a nadie. Ni a sus más cercanos y fieles escuderos, ni a su propia familia.
El presidente no controla lo que dice y lo que siente. No hay conexión entre una cosa y la otra.
¿Cómo lo ayudamos? Ese es el tema. No se deja ayudar.
¿Está cansado, señor presidente? Yo también.
Pero quiero luchar por hacer algo justo y bueno por mi país.
¿Usted ya se rindió?
Es cuanto.