Manlio Fabio Beltrones es un político con el que vale la pena charlar —de política, obviamente—. Hace años, en el sexenio de Enrique Peña Nieto, en alguna cafetería hizo reflexiones muy interesantes que compartiré aquí esperando no molestar al exdirigente del PRI.
Empezó por decirme que sus puntos de vista no obedecían a su estado de ánimo, muy decaído evidentemente porque sentía, y había evidencia para justificar sus sensaciones, que lo habían traicionado los hombres fuertes de Peña —Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray—.
Traicionado, sí. En las elecciones de gobernador de 2016, sobre todo en la de Veracruz, Osorio y Videgaray pareció que apoyaron más al PAN de Ricardo Anaya que al PRI encabezado por Beltrones. Lo hicieron así —eso pensaba mucha gente— para eliminar a Manlio Fabio de la carrera presidencial. Les funcionó la deslealtad: el sonorense perdió toda posibilidad de pelear por el sueño de cualquier político importante con ambiciones legítimas.
Después me dijo, según lo recuerdo, que ellos se estaban equivocando porque, al atentar contra el PRI, atentaban contra sus propios intereses. No le sorprendía que lo hiciera Osorio, funcionario de pocas luces, pero le desconcertaba que lo hiciera alguien tan inteligente como Videgaray.
Cito de memoria una expresión de Beltrones: “Solo hay dos políticos que tienen una idea de país, que han diseñado una estrategia para aplicarla y que cuentan con posibilidades reales de imponer su visión acerca de lo que debe ser México. Uno es Luis Videgaray, ahora en el poder; el otro Andrés Manuel López Obrador, que como van las cosas seguramente llegará a la presidencia”.
No comprendía Beltrones por qué Videgaray no se aplicaba en la tarea más importante para que no murieran rápidamente las reformas estructurales que él había diseñado —la energética, la educativa, etcétera— y que el gobierno de Peña había sacado adelante en el poder legislativo con el apoyo del PRI, el PAN y el PRD.
Lo más importante para garantizar las reformas estructurales no consistía en empezar a gobernar con ellas —lo que era necesario, pero no fundamental—, sino crear condiciones para la permanencia en la presidencia del grupo que las había impulsado.
Para eso, Videgaray —no tanto Peña Nieto, que dejó lo relevante en manos de su colaborador más cercano— necesitaba concentrarse con seriedad en las elecciones de 2018, pero era lo único en lo que no pensaba.
Para Manlio el hecho de que el gobierno —Osorio Chong y Videgaray— hubiese facilitado la victoria del panista Miguel Ángel Yunes en Veracruz descalificaba al mismo tiempo al PRI y al PAN. Al priismo porque exhibía sus debilidades y al panismo porque iba a ensuciarle todavía más el prestigio por tener un gobernador tan corrupto como el anterior, Javier Duarte, quien en opiniòn de Beltrones debió haber sido castigado antes de las elecciones y no después de la derrota priista.
“Si esos son los gobernadores de quienes hicieron las reformas estructurales, ya ganó López Obrador, y este las echará abajo. Habrá sido perfectamente inútil el sexenio de Peña”.
Tiempo después, cuando ya no despachaba en la Secretaría de Hacienda, sino en la cancillería, pregunté a Videgaray si no temía que la posible derrota presidencial en 2018 echara abajo las reformas estructurales. Con objetividad aceptó que López Obrador podía ganar —sobre todo porque ellos, los del PRI, no estaban preparando a nadie para competir con fuerza—, pero confiaba en que las reformas eran tan positivas que AMLO no se iba a atrever a tocarlas.
Se equivocó Videgaray. Ya en la presidencia, Andrés Manuel no solo se atrevió a tocar las reformas estructurales, sino que las destruyó e inclusive desechó la obra de infraestructura más importante y que más enorgullecía al gobierno de Peña Nieto, el aeropuerto de Texcoco.
Hoy la oposición busca volver al poder para que operen de nuevo las famosas reformas estructurales e inclusive para desechar el aeropuerto Felipe Ángeles y empezar de nuevo el de Texcoco —a esto último, que es una locura, se ha comprometido por ejemplo Enrique de la Madrid, precandidato priista—.
Lógicamente, el presidente Andrés Manuel López Obrador siente la obligación de defender su proyecto de nación, y sabe que la única manera de hacerlo es que lo consolide un segundo gobierno de la 4T.
Se critica a AMLO por pensar en las elecciones. Beltrones dirá, en la lógica de aquella plática, que es lo más inteligente que el actual presidente puede hacer.
Seguramente nada que realice la oposición impedirá la victoria del candidato o la candidata de Morena en 2024, pero Andrés Manuel no va a caer en el exceso de confianza. Así que a una marcha que busca un proyecto de país distinto, responde con otra para defender su visión de lo que debe ser México.
Eso es actuar racionalmente.