“Estos terroristas eran oficiales del Estado Mayor Presidencial, que recibieron entrenamiento para este tipo de actos, concebidos y ordenados por el entonces jefe del Estado Mayor Presidencial”
General Marcelino García Barragán
Domingo, 19 de mayo, 2024, son las 20:00 horas. Debate político entre candidatas y candidato a la presidencia de la república, rumbo a las elecciones constitucionales del 2 de junio, organizado por el Instituto Nacional Electoral, desde el Centro Cultural Tlatelolco (UNAM), antes sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores, a escasos metros de la Plaza de las Tres Culturas.
Claudia Sheinbaum Pardo, candidata de la coalición “Sigamos Haciendo Historia” (Morena, PT y Partido Verde) afirma: “Estamos en Tlatelolco, donde hace 56 años ocurrió uno de los procesos más dolorosos auspiciados por el PRI. Los herederos del ‘68 construiremos un país más justo.”
En redes sociales, Xóchitl Gálvez, de “Fuerza y Corazón por México” (PAN, PRI y PRD), publica el siguiente comentario: “A la candidata de las mentiras por andar aferrada al pasado, como su jefe, se le olvidó que el responsable de la matanza de Tlatelolco en 1968 era el secretario de la defensa, general Marcelino García Barragán, abuelo de Omar García Harfuch, su cercano colaborador.”
Me pregunto ¿cuál es la base o fundamento histórico para afirmar que el responsable de la matanza de Tlatelolco, en 1968, fue el general García Barragán? ¿Hay seriedad en esas palabras pronunciadas por Gálvez o sólo es una desafortunada expresión, en plena coyuntura electoral, fabricada por sus asesores y asesoras de campaña?
De acuerdo con la información disponible, debidamente documentada, lo dicho por la candidata del PAN, PRI y PRD falta a la verdad. García Barragán no es el responsable o quizá, para decirlo con fundamento y a partir de elementos historiográficos, no es el único responsable del genocidio realizado por el gobierno de Díaz Ordaz en 1968.
En el libro “Parte de Guerra, Tlatelolco 1968: Documentos del General Marcelino García Barragán: Los Hechos y la Historia”, de don Julio Scherer García y Carlos Monsiváis (Editorial Nuevo Siglo, 1999), el director y fundador de la Revista Proceso, en ese entonces, dio a conocer las siguientes palabras del general Marcelino García Barragán, a partir de los documentos que recibió Scherer de la familia de García Barragán:
“Permítanme enterarlos de lo siguiente” (“informa” el general a los periodistas. La metáfora asciende a un realismo brutal): “Entre 7 y 8 de la noche el general Crisóforo Mazón Pineda me pidió autorización para registrar los departamentos, desde donde todavía los francotiradores hacían fuego a las tropas. Se les autorizó el cateo. Habían transcurrido unos 15 minutos cuando recibí un llamado telefónico del general Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial, quien me dijo: mi general, yo establecí oficiales armados con metralletas para que dispararan contra los estudiantes, todos alcanzaron a salir de donde estaban, sólo quedan dos que no pudieron hacerlo, están vestidos de paisanos, temo por sus vidas. ¿No quiere usted ordenar que se les respete? Le contesté que, en esos momentos, le ordenaría al general Mazón, cosa que hice inmediatamente. Pasarían 10 minutos cuando me informó el general Mazón que ya tenía en su poder a uno de los oficiales del Estado Mayor, y que al interrogarlo le contestó el citado oficial que tenían órdenes él y su compañero del jefe del Estado Mayor Presidencial de disparar contra la multitud. Momentos después se presentó el otro oficial, quien manifestó tener iguales instrucciones.” ¿Cuántos habrían muerto, enderezadas las metralletas contra la multitud? No tenía sentido la pregunta: no cabía en la tragedia la aritmética del crimen.”
Los francotiradores en el templo y edificios aledaños a la Plaza de las Tres Culturas, habrían recibido órdenes no de la Secretaría de la Defensa, para disparar en contra de los estudiantes que estaban en protesta sobre la plaza, sino del Estado Mayor Presidencial, es decir, recibieron órdenes directas del presidente Díaz Ordaz que, según la Constitución, era el comandante supremo de las fuerzas armadas.
“Estos terroristas eran oficiales del Estado Mayor Presidencial, que recibieron entrenamiento para este tipo de actos, concebidos y ordenados por el entonces jefe del Estado Mayor Presidencial.”, afirmó García Barragán.
A la pregunta “Se habla de una división entre diplomados y tácticos. ¿Qué opina usted al respecto, mi general?” (pregunta 9 de la auto entrevista que escribió García Barragán), éste contestó:
“Esta división se creó al romper el equilibrio en los mandos, ya que actualmente, de 35 zonas militares, 30 comandantes [son] diplomados del Estado Mayor y únicamente 5 por tácticos, siendo estos últimos el 80% de los generales en activo… Cuando fui secretario de la defensa nacional siempre les inculqué a los miembros del Ejército que el único líder que puede existir en el Ejército es el C. Presidente de la república en turno, a quien corresponde legalmente el mando supremo, y considero que los hechos son más elocuentes que las palabras.”
Finalmente, en otro fragmento de los documentos de García Barragán, éste indica: “Teniéndose conocimiento de que iba a celebrarse un mitin en la Plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre de 1968, a las 17 horas y que en él se exhortaría a los asistentes a marchar al Casco de Santo Tomás y tratar de apoderarse de las citadas instalaciones, desalojando a las tropas que las ocupaban, el secretario de gobernación (Luis Echeverría Álvarez) solicitó nuevamente que, en apoyo a la Policía Preventiva del Departamento del Distrito Federal, el Ejército interviniera para impedir que los concurrentes se trasladaran al Casco de Santo Tomás para efectuar un enfrentamiento de éstos con las tropas que custodiaban las instalaciones y que, de llevarse a cabo, hubiera sido de graves consecuencias.”
“Si ustedes se refieren a la responsabilidad del 3 de octubre deben recordar una entrevista de prensa que concedí y en la que se me preguntó quién era el comandante responsable de las tropas, a lo que contesté: ¡Yo soy! Ahora bien, los responsables del conflicto estudiantil forman un triángulo indivisible, formado por el C. Presidente de la república, el secretario de gobernación y el secretario de la defensa nacional.” (Respuesta a la pregunta 11 de la auto entrevista).
Un año más tarde, durante su informe de gobierno de 1969, Díaz Ordaz asumió toda la responsabilidad de los hechos de 1968, en Tlatelolco.
Durante el debate del domingo pasado, 19 de mayo, lo expresado en redes sociales o lo dicho por la candidata Xóchitl, por ella misma o por sus asesores y asesoras ¿Ambos decidieron caminar por el sendero de la mentira, la ignorancia o la mala fe sobre Tlatelolco, para atacar a su contendiente política? ¿Es más redituable política y propagandísticamente, además, moverse en la línea de la calumnia hacia las y los familiares de la candidata contendiente (Sheinbaum Pardo), así como de las y colaboradores de las y los candidatos contrarios?
Sugiero que las y los lectores revisen el libro antes citado para que cuenten con elementos históricos y construyan un panorama más amplio sobre los hechos, tal y como fueron contados por sus protagonistas y, de paso, conozcan la virtuosa narración de don Julio Scherer y analicen el magnífico ensayo que se publica en esa misma obra de la pluma de Carlos Monsiváis, acerca de movimiento estudiantil de ese año, que lleva por título: “El 68: Las ceremonias del agravio y la memoria”.