Hace unos días el programa Operación Mamut, transmitido por el Canal 11, televisó una cápsula en la cual una mujer, con la apariencia de la ministra Norma Piña, conduce un espacio llamado “Mujer casos de la piña real”, en una clara alusión a Silvia Pinal y con la voluntad de ridiculizar a la presidenta de la Suprema Corte de Justicia.

Bien vale recordar que el Canal 11 es una cadena pública adscrita al Instituto Politécnico Nacional, y por tanto, financiada por recursos del Estado. De igual manera, no huelga destacar que el director general del canal es nombrado por el presidente de la República, con el acuerdo -según las costumbres- del secretario de Educación Pública.

En otras palabras, el director y las personas que trabajan en Canal 11 son funcionarios del Estado mexicano, y por tanto, deben ceñirse a las reglas escritas y no escritas inherentes a una democracia.

La ridiculización de la ministra Piña en el programa es desafortunado por una serie de motivos. Por un lado, echando a un lado la supuesta libertad de expresión, lo cual encierra un profundo debate derivado del hecho de que se trata de un canal del Estado mexicano, la cápsula televisiva ha tenido lugar en un momento político caracterizada por una gran polarización promovida por AMLO y su camarilla.

Por el otro, la figura de la ministra Piña se ha visto envuelta en querellas mediáticas promovidas por el jefe del Estado, en el marco de su guerra contra los poderes autónomos y los contrapesos. Como bien han señalado un gran número de comentaristas y líderes de opinión, hace unos meses apenas un puñado de mexicanos habría recordado el nombre de la ministra, y mucho menos, reconocido su rostro en la televisión o diarios.

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En este tenor, el lector recordará el vergonzoso suceso que tuvo lugar hace unas semanas en el Zócalo de la Ciudad de México, cuando fue incendiada una figura de Piña, en un signo de repudio hacia la Suprema Corte y como expresión de apoyo al presidente en su querella mediática contra el Poder Judicial.

Desconozco si la decisión de ridiculizar a la ministra Piña recayó en las manos del director del programa, del Canal 11 o de autoridades superiores del gobierno federal. Sin embargo, lo que sí es una realidad es que los realizadores de la parodia han contribuido a la profundización de la división, al desprestigio de la ministra y a su pérdida de legitimidad como garante del respeto a la Constitución, y con ello, alimentan el discurso lopezobradorista de combate contra los que ellos perciben como opositores a la autoproclamada 4T.