El colectivo “Guerreros buscadores de Jalisco”, al revisar un predio ubicado en el municipio de Teuchitlán, a escasos 50 kilómetros de la metrópoli de Guadalajara y que desde septiembre del año pasado había sido incautado y revisado por la procuraduría local, encontró tres fosas clandestinas con restos humanos y más de 200 pares de zapatos, una importante cantidad de ropa y enseres, mochilas, libros, carteras y, finalmente, hornos crematorios. Destaca notoriamente, con al menos una decena de parcas a modo de estatuas de santos que sirven para rendir culto a la denominada Santa muerte, creencia pseudo religiosa extendida entre narcotraficantes y otros núcleos del lumpen.
La precaria instalación semirural contaba con dos recámaras, una cocina, algunas letrinas y un amplio espacio de uso común donde los prisioneros/reclutas dormían en terribles condiciones. En ese reducto del narcoterrorismo del Bajío se practicaban toda clase de delitos y bajezas humanas que nos hacen preguntarnos: ¿a dónde hemos llegado como sociedad? Terrible es que un cartel del narcotráfico engañe y secuestre jóvenes, someta y descuartice, alimente cerdos, extraiga y venda órganos, pero más terrible es que las autoridades que de nuestros impuestos cobran para proteger a la sociedad, sean burdos cómplices de estos grupos terroristas que han declarado la guerra a todo lo justo y bueno.
Terrible es que la sociedad haya perdido todo límite y en pleno siglo XXI, nos comportemos como trogloditas sin dar valor a la ley, a la moral, a los pactos sociales, como si dos mil años de derecho romano y religión en occidente jamás hubieran tocado a la sociedad; como si realmente vender órganos, traficar niños, distribuir drogas, fuera algo legítimo que se normaliza porque sucede sin que nadie impida, desde las esferas del poder, que esta putrefacción corruptora se reproduzca y genere metástasis. El cáncer del crimen organizado, del terrorismo anti moral, anti social, anti cristiano, que ensalza a la santa muerte, que tiene por premisa la profunda corrupción de la sociedad y de la juventud, que prevalece como autoridad auténtica arropada por los poderes del Estado que tienen sus posiciones por la voluntad popular manifiesta.
Hay que preguntarse frente al espejo y tras respirar profundamente, ¿qué parte de culpa tenemos los que por omisión, comodidad o miedo, no exigimos a aquellos a los que elegimos que abandonen su tolerancia o contubernio y, en forma contundente, usando los medios de fuerza del Estado, erradiquen y eliminen tal nivel de putrefacción?.
México requiere ser salvado de sí mismo, lo bueno, lo justo, lo espiritual, debe alzarse triunfante sobre el hedor que la maldad en estado puro del narcoterrorismo invoca para someter, comprar, destruir, el alma misma de los mexicanos. Una cruzada debe ser convocada, de voluntades superiores y conciencias decididas que defiendan lo lógico; que prefieran el orden al caos, la vida a la muerte, la luz a la obscuridad, que sin mucha complejidad o palabrería, entiendan y hagan entender que la tranquilidad, la paz, el orden, los principios y la ley, son el remedio contra esta carencia de dignidad que asola a tomadores de decisiones y politicastros narco influidos que, por dinero sucio, venden el alma, la dignidad y la vida de otros.
Es preciso oponer un plan, conformar una línea de defensa, pero sobre todo, es preciso exigir a quien puede y debe, que ponga orden y lo haga ya. Teuchitlán es el símbolo mismo de lo que tiene que erradicarse sin contemplación. He ahí lo que el mundo sabe y proclama: estos criminales son terroristas, como eso deben ser tratados.
Si los mexicanos no empezamos a percatarnos del nivel de descomposición que nos rodea, pronto otras naciones, y no sólo Estados Unidos, nos lo harán notar con golpes más duros que los que debiéramos auto infligirnos para salir de este batidillo inmundo que la politiquería y el narcoterrorismo, con la santa muerte por emblema, consolidan para beneficio de nadie y ruina de la nación.