Siempre me he sentido muy orgullosa de ser mujer. Me parece que serlo es algo maravilloso. Sin embargo, con los años algunas cosas me han pesado en demasía por tan solo serlo.
He tenido que batallar contra muchos demonios, contra otros hombres e incluso contra otras mujeres también.
De niña, lo recuerdo bien, usualmente no portaba ropa que fuera femenina. La verdad es que nunca me llamaron la atención las faldas y los vestidos.
Mi madre tampoco los usaba y mi única hermana menos. Esto por supuesto me traía críticas de mis “amiguitas” siempre: “¿Porqué no usas falda y nada más te pones pantalón? Pareces niño”. Otras veces se daban el lujo de analizar mi vida para decirme: “Bueno, si tú madre y hermana mayor no son tan femeninas es lógico que tú seas así”. Y así siempre, y así durante muchos años…
Yo seguía siendo mujer y me seguía sintiendo mujer pero para la mirada de otros nunca fui lo suficientemente mujer. Tenía que ser más femenina, usar tacones y maquillarme. Cosas que nunca hice, y a mis cincuenta años ya tampoco haré. No me interesaba agradarle a otras mujeres quienes eran las que más me criticaban. Me agradaba a mí misma y con eso me bastaba.
Era muy desordenada y no era delicada de niña, lo que ante la mirada adulta era un “pareces niño”.
Alguna vez una maestra en la primaria me paró enfrente de todo el salón para decirme: “mírenla, parece mamarracho, todo lo hace sin delicadeza; parece niño”. Y así con esas heridas fui creciendo. Las abro ahora al escribirlas y recordarlas pero creo que invariablemente estaban equivocadas esas personas. Ojalá supieran lo fuerte y poderosa que me convertí con el paso de los años y los golpes de la vida.
Hubo otro momento que hoy recuerdo, particularmente hoy:
Después en una noche de fiesta de mis padres, a los 9 años que tenía yo, me dejaron “encargada” en una casa de un pareja “conocida” de mis padres y me dormí en la cama de este matrimonio que me iba a “cuidar”, suponiendo que la que dormiría a mi lado sería una mujer.
Pero me despertó la mano pesada, dura y áspera de un hombre sobre mi pierna y su mirada lasciva sobre mí.
Durante años callé aquella escena y no se la conté a nadie porque por más que lo intentara no me creerían ya que mi agresor se mantuvo en la vida de mi familia muchos años después. Me costó mucho tiempo poderlo hablar. Imaginé a cuántas mujeres les ha pasado algo igual… cuántas niñas… cuántos conocidos colándose en nuestras vidas.
Ser mujer, no obstante, me ha dado el privilegio de dar vida y siempre me he mantenido agradecida con ella por habérmelo permitido. Pero también por el solo hecho de ser mujer es que se me desencadenó un cáncer de mama bastante agresivo con el cual hoy por hoy lucho todos los días deseando que no vuelva a aparecer más.
También para mí, ser mujer fue pelear por irme abriendo paso en espacios laborales. Por lo general me daban a entender que “quién sabe qué hizo” para llegar a donde hoy estoy.
Nunca jamás juzgaría la vida de otra mujer si por tener y alcanzar puestos tuviera que haber usado mil y una estrategias. No está mal.
Yo he alcanzado las cosas que he logrado en mi vida y hoy estoy donde estoy, por ejemplo, escribiendo en uno de los diarios digitales más importantes del país porque el director del mismo vio en mí quizá la facilidad de la escritura y de la expresión.
Así que estar aquí escribiéndoles ha sido un gran mérito propio pues no tuve que acceder a nada para poderlo hacer libremente. Tan solo que quizá mi pluma y mi escritura fluyen desde mi alma con bastante facilidad.
Pero no siempre ha sido así. También sufrí acoso alguna vez que trabajé en un hospital público en donde la encargada del departamento de psicología creía que por mi presencia la removerían o destituirían de su cargo y se dedicó a hacerme la vida imposible, manteniéndome durante más de un mes sentada en una banca de metal durante 8 horas seguidas, lo que me ocasionó una lesión de por vida en el coxis. Una mujer lastimando a otra mujer.
También me he topado con hermosas mujeres que solamente les ha faltado que les broten alas porque en verdad han sido ángeles para mí: Mi hermana, principalmente, a quien perdí hace 7 años por el cáncer, pero que prácticamente entregó su vida y existencia para que yo sobreviviera. Mujer íntegra, mujer buena… mujer que todos los días me hace falta.
Mujeres poderosas que han compartido conmigo momentos y me han dado la mano para alcanzar mis sueños.
Mujeres que han sido maltratadas en redes sociales de manera terrible y brutal por defender al partido político que pertenecen y a su líder pero que en el fondo portan con un entrañable corazón porque he tenido la oportunidad de conocerlas más.
Pocas eso sí , ya muy pocas amigas mujeres en mi vida, cada vez menos, cada vez más contadas pero que están ahí las pocas que subsisten todavía para ofrecerme sus alas y su cobijo.
Mujeres que aguantaron maltrato y abandono y no supieron resurgir del dolor y huido de las violencias como mi madre, hasta que partió de este mundo y entonces supo cómo hacerlo.
Ojalá lo hubiera sabido hacer antes.
Mujeres que quieren ser presidentas pero que agreden a otras mujeres; un horror. Todavía falta camino andado para que merezcamos tener como Presidenta del país a una mujer si siguen agrediendo a otras. Nos hace falta camino.
Por toda la clase de mujeres que existen en la vida he transitado yo. Mujer con miedo, mujer valiente, mujer codependiente, mujer aguerrida, mujer absolutamente sorora, mujer soñadora, mujer fuerte, pero mujer sensible. Mujer apasionada u “hormonal” como dirían algunos hombres al describirnos sin conocernos a profundidad.
Y es que creo sin temor a equivocarme que en un día como hoy no nada más debemos de recordar el esfuerzo que hemos pasado por sobrevivir en este mundo sino hacer un análisis más profundo acerca de cómo nos relacionamos con otras mujeres.
Qué tan crueles e inhumanas podemos llegar a ser con otras. Qué tan dañinas y tan violentas podemos ser con otras.
Ser mujer para mí no ha sido fácil.
Estar en entornos masculinos no ha sido fácil .
Ganarme el respeto de los hombres quizá haya sido mi mayor logro. Pero no debería de ser ni siquiera un esfuerzo adicional obtenerlo. Tendría que ser natural ganarme el respeto de hombres y mujeres tan solo por ser esta que soy y no por mi género.
En este día, te invito a que mires con detenimiento a otra mujer que quizá necesite hoy de tu hombro y de tu escucha. Dale la mano a la que viene.
Y es que, que le quede claro al presidente de este país, que dentro de su amurallado Palacio se mantendrá encerrado ahí: Las mujeres no somos sus enemigas. Necesitamos de su mirada y validación. Queremos que le permita a su esposa marchar con nosotras. Hace tiempo ella quiso hacerlo y él se lo impidió. Se le ha olvidado a Beatriz lo poderosa que puede llegar a ser pero le recuerdan a diario que no puede llegar a más. Insisto, necesitamos que AMLO nos entienda y valide nuestra intención y nuestra protesta. Necesitamos incluso de su atención.
Pero si no la tenemos, nos haremos notar.
Así es como funcionamos para sobrevivir . Ojalá lo entienda, y lo acepte.
Es cuanto.