Antes de que Abraham Lincoln fuera presidente de Estados Unidos, las celebraciones de Acción de Gracias y de Navidad eran parte de una profunda división nacional. El Día de Acción de Gracias se asociaba con los puritanos del norte y la Navidad con los caballeros del sur. Lincoln tenía raíces y convicciones en ambos lados. Y, durante la Guerra Civil, redefinió las dos celebraciones con un espíritu inclusivo. Ahí estaba la esencia de la democracia, a la que llamó “la última mejor esperanza de la tierra”.
El festival de la agricultura y la cosecha, conocido como Acción de Gracias, tuvo sus raíces en una celebración realizada por los peregrinos puritanos de la colonia de Plymouth, en el otoño de 1621, casi un año después del desembarco del Mayflower.
Durante la Guerra Civil, proclamar las fiestas religiosas fue uno de los principales instrumentos culturales que utilizó Lincoln para alentar el espíritu de unidad nacional.
El 3 de octubre de 1863, Lincoln declaró que el último jueves de noviembre era el día en que Dios sería agradecido “con un corazón y una voz por todo el pueblo estadounidense, incluidos mis conciudadanos en cada región de los Estados Unidos, y también los que están en el mar y los que residen en tierras extranjeras”. Lincoln oró a “la Mano Todopoderosa para curar las heridas de la nación y restaurarla tan pronto como sea compatible con los propósitos Divinos para el pleno disfrute de la paz, la armonía, la tranquilidad y la unión”.
A través del establecimiento del Día de Acción de Gracias, Lincoln estaba nacionalizando una festividad que por su naturaleza estaba asociada con una región, la Nueva Inglaterra puritana, que era la principal fuente del abolicionismo. Fue justamente la proclamación del Día de Acción de Gracias de Lincoln que le permitió afinar el extraordinario discurso de 271 palabras, del 19 de noviembre de 1863, en Gettysburg, invocando los principios de igualdad de los hombres consagrados en la Declaración de Independencia. Lincoln redefinió así la Guerra Civil como un nuevo nacimiento de la libertad para los Estados Unidos y sus ciudadanos.
Pero si Lincoln trajo una celebración mayoritariamente norteña al sur, también llevó una celebración mayoritariamente sureña al norte.
La Navidad nunca había echado raíces en el norte. De hecho, había sido prohibido, con frecuencia, por los puritanos de la antigua Nueva Inglaterra, celebrar lo que consideraban un vestigio del paganismo adoptado por las iglesias católica y anglicana. Recordemos que los puritanos habían llegado al Nuevo Mundo porque salieron de sus comunidades europeas en rebelión contra estas Iglesias. Habían rechazado tajantemente los días de los santos y las fiestas religiosas como la Navidad y la Pascua. El argumento era que ninguna de las dos celebraciones se mencionaban en la Biblia.
Los puritanos más ortodoxos argumentaban que nadie sabía cuál era la fecha del nacimiento de Cristo. Peor aún, decían que durante el siglo IV, algunos cristianos habían cometido el sacrilegio de adoptar el 25 de diciembre. Esa era una fiesta pagana, romana, que se se celebraba con un sacrificio en el Templo de Saturno, en el Foro Romano, y un banquete público, seguido por el intercambio de regalos, continuo festejo y un ambiente de carnaval en el que se producía una relajación de todas las normas sociales. Por esta razón, los puritanos de Nueva Inglaterra habían hecho todo lo posible por suprimir las celebraciones navideñas.
Pero llegó Lincoln con otra visión y, durante su presidencia, la Navidad adquirió un nuevo significado. Aprovechó al ilustrador germano-estadounidense, Thomas Nast, quien creó al moderno Papá Noel, el volador nocturno de trineo, alegre fumador en pipa, de barba blanca y traje rojo, y lo convirtió en un personaje claramente pro norteño y antiesclavista. Santa Claus fue puesto en escenarios políticamente utilizados por Lincoln. Uno de los ejemplos que los historiadores citan es la portada de Harper’s Magazine, de enero de 1863, el mismo mes en que Lincoln emitió la Proclamación de Emancipación. La revista mostraba a Papá Noel entregando regalos a los soldados de la Unión en un campamento del ejército. La ilustración del Papá Noel de Nast es una representación del norte. Santa está vestido con barras y estrellas, rodeado de soldados de la Unión que lo vitorean, y sostiene en la mano un títere con la figura del presidente de los estados confederados, Jefferson Davis, colgado del cuello.
Jefferson Davis había servido como el único presidente de los estados confederados desde 1861 hasta 1865. Había participado en la Intervención estadounidense en México (1846-1848), como el coronel de un regimiento voluntario. Muchos historiadores atribuyen algunas de las debilidades de la Confederación al pobre liderazgo de Davis. Los historiadores coinciden en que era un líder de guerra mucho menos efectivo que su homólogo de la Unión, el presidente Abraham Lincoln. Después de que Davis fue capturado en 1865, fue acusado de traición y encarcelado en Fort Monroe. Nunca fue juzgado y fue liberado después de dos años. Davis escribió una memoria titulada “El ascenso y la caída del gobierno confederado”, que completó hasta 1881.
Diciembre de 1864 trajo consigo una fusión del espíritu navideño y los objetivos del norte. A partir de entonces, la celebración estadounidense de la Navidad, que había sido endémica del sur esclavista, ahora se asoció también con Lincoln y el norte. De nuevo, en las ilustraciones de Thomas Nast se pueden apreciar las nuevas realidades. En una litografía de diciembre de 1864 “La cena de Navidad de la Unión” mostraba al alto y digno Lincoln de pie a la puerta abierta de un gran comedor (que significaba que la nación era controlada por el norte) e invitando a los sureños derrotados a una fiesta navideña, en una mesa larga. En la imagen de Nast, los norteños ocupan las sillas a un lado de la mesa; el lado opuesto de la mesa está vacío, y pronto se llenará de sureños que ocuparán sillas etiquetadas con las abreviaturas de los nombres de sus respectivos estados. Nast dejó muy claro el dominio del norte. Lincoln y los norteños sentados no sólo son los anfitriones de la “Navidad de la Unión”, sino que la esquina inferior izquierda del grabado tiene una imagen de generales Confederados rindiéndose a los de la Unión.
Al final de la Guerra Civil, el Día de Acción de Gracias y Navidad atravesaron todo tipo de divisiones y presiones étnicas y regionales. Y, para provocar todavía más controversia, se integró una tercera festividad, la Pascua, también minimizada en la Nueva Inglaterra puritana. Cabe mencionar que la Pascua adquirió un significado más profundo cuando Lincoln fue asesinado el Viernes Santo de 1865.
La decisiva victoria del norte en la Guerra Civil ayudó a convertir estas fiestas religiosas en lo que Lincoln había dicho que deberían ser las celebraciones cívicas: “oportunidades para fortalecer el vínculo de unión social y política entre nosotros”.
Ojalá que el gobierno de la 4T considere que la Navidad del 2021 en México puede ser el inicio de una nueva etapa de unión en nuestro país. Ojalá que se deje de promover la polarización y AMLO haga suyo el deseo de unidad y prosperidad que tenemos todos los mexicanos. Feliz Navidad.
Javier Treviño en Twitter: @javier_trevino