Las promesas se han cumplido y el tono de Donald Trump, como presidente, es cada vez más alto. Claudia Sheinbaum ha reiterado diariamente frases que plantean el dialogo, la colaboración y el respeto, invocando a la soberanía con palabras sutiles que parecieran despertar al Trump que es machista. A ese que anhela imponerse sobre las mujeres.

A diferencia de su primer periodo de gobierno enfrenándose a López Obrador, la voz que le responde en esta ocasión es distinta. Mesurada. Después de todo, gobernar bajo el mandato patriarcal de una sociedad que fácilmente ridiculiza a las mujeres no es sencillo. Los primeros deportados que aterrizaron en Tijuana estaban trabajando cuando un operativo les sorprendió y no pudieron siquiera tomar sus cosas. Las cenas y tarjetas del bienestar para paisanos parecen insuficientes.

Una renombrada feminista y antropóloga, en un generoso encuentro cercano, analizó con una severa advertencia la relación entre Donald Trump y Claudia Sheinbaum. Su mensaje reitera la urgencia de arropar a la presidenta, sin cuestionar su autoridad, menos su capacidad, para enfrentar lo que viene. Pero reconociendo algo.

Parafraseándola, el norteamericano ignora sus mensajes y declaraciones, como si deliberadamente declarará entre líneas que ella no existe en su mundo, como si no fuesen pares que pudieran tratarse de igual a igual. Trump mira a la presidenta de arriba hacia abajo, no la ve, no existe, no le responde, no se mesura. No le reconoce autoridad, guarda esa diferencia del trato con López Obrador, quien era desafiante por una irreverencia tajante en la que era complejo distinguir si la dureza era en serio o era una simple declaración viral, la presidenta Claudia continúa siendo diplomática y prudente. Ofrece respeto ante cientos de faltas que hemos recibido. Ofrece prudencia ante decenas de mensajes invasivos, imprudentes y sobrados de Trump. El macho facho es incapaz de reconocer en lo más básico a Claudia Sheinbaum y aunque el estilo de la presidenta es pacifico, humanista y conciliador, pareciera que Donald Trump ha interpretado la cordialidad con sumisión.

Presidenta, hoy es necesario reconocer que la dignidad es rebelde y que inclusive entre los que lucha, morir de pie es preferible a vivir de rodillas. No hablo de una muerte metafórica de las relaciones con Estados Unidos, habló de que independientemente de nuestra cordialidad y el estilo conciliador de gobernar, Donald Trump necesita la mano dura que Lopez Obrador narraba. Las palabras duras en las que aseguraba que lo pondría en su lugar. El coraje con el que defendía la mexicanidad, señalando que ellos son los que arman a México, que son quienes se enriquecen con el esfuerzo de los migrantes, que son los que pierden sin nosotros. Esa furia qué era capaz de levantar y convencer a los paisanos qué habitan ese espacio.

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Si es que los migrantes, únicamente los mexicanos, decidiera salir a protestar sin miedo, Estados Unidos se paraliza. Sus campos de producción, sus obras, sus actividades productivas detenidas. El lenguaje que Trump entiende y habla es ese. No es casualidad que el asalto al Capitolio, que dejó cientos de heridos y al menos 4 muertos, recibiera un indulto. Su mensaje en clave populista implica la movilización de masas y así es como la izquierda que arropa a la presidenta llegó al poder. Si después de todo, hay redada y amenazas de deportaciones, que tanto podrían temer a una última muestra de fuerza.

No basta con anunciar apoyo a los migrantes y convocar al consumo de lo nacional. Es hora de responder con aranceles a los norteamericanos, con advertencias de flexibilidad para comercializar con China, India, América Latina y Rusia. Es momento de llamar a los migrantes mexicanos a levantarse. Se calcula que al menos 46 millones de migrantes viven en Estados Unidos. Una protesta pacífica como siempre han sido en el movimiento obradorista, que pudiera convocar al menos al 10 por ciento, sería historia. Comparable con el movimiento de Martín Luther King.

Los migrantes mexicanos que trabajan en Estados Unidos aportan al fisco, contribuyen y generan enormes aportaciones de productividad –que raya en la explotación para cientos de empresas–. Nuestra dignidad en un tono más alto es necesario para afrontar una etapa en la que no hay condiciones para la diplomacia qué neutralizar los derechos de los nuestros.

Claudia Sheinbaum está llamada a hacer mucha más historia de la que ya está haciendo, no hay espacio para la cordialidad con quien ofende diariamente. Presidenta, adelante en la dureza, resistiremos. No se trata de ser iguales a los tiranos, por supuesto, se trata de retomar ese tono, esa seguridad en advertir qué somos mucho más, sin una guerra, con la digna resistencia de todo lo que realmente aportan nuestros paisanos a la economía norteamericana. Hacernos valer.