Disclaimer: Una gran diferencia a “La casa blanca de EPN”, en la que el propio presidente vivía, hecha por la constructora favorita y con una banalidad personalizada.
El presidente se llama Andrés Manuel López Obrador. Lo recuerdo a propósito ya que como cabeza del Ejecutivo en un país de sistema presidencial, sus acciones y decisiones públicas son privadas y viceversa. Parece desdibujarse la delgada línea que separa al funcionario de la persona y al padre del personaje. Un reportaje ha documentado el ostentoso estilo de vida con el que la familia López-Adams reside en Houston, Texas. Sin duda, una vida que no es accesible para cualquier persona. Y es que Carolyn Adams no es cualquier persona.
En este caso, es importante calmar el entripado acostumbrado a los casos de corrupción para analizar con la mayor objetividad posible. Comencemos por la dueña de la casa que fue documentada por Loret y Mexicanos Contra la Corrupción.
Adams es la hija del sueño americano hecho realidad: su madre migró a Estados Unidos desde Brasil y ahí conoció a un norteamericano con quien pudo procrear a una niña de nacionalidad estadounidense. No nació en cuna de oro: logró sus estudios por ser una alumna destacada y conseguir becas que le permitieron llegar a terminar la formación universitaria - bastante cara, por cierto- y posgrados. La beca Bill Clinton la sufragó y prácticamente pudo dedicarse al sector energético y petrolero por más de 15 años -antes de conocer al hijo del presidente-.
British Petroleum es una compañía de energía dedicada al petróleo y al gas natural con sede en Londres, Reino Unido. Esa empresa la mantuvo contratada un largo tiempo en Dubai, el corazón de la banalidad ostentosa. Probablemente fue en ese excéntrico país en el que Adams aprendió de los Jeques y magnates a ser llamativa. Una mujer en un lugar que sigue teniendo como fe la religión más misógina del mundo, que es el Islam, debió tener un camino lleno de obstáculos.
No creo que la casa en la que vive José Ramón López Beltrán sea una simple residencia clasemediera en Estados Unidos, como algunas personas quisieron justificar el fin de semana.
Tampoco creo que la banalidad y superficialidad con la que ha vivido -con esfuerzo personal- Carolyn Adams sea representativa de la Cuarta Transformación. Mucho menos creo que el presidente hubiese aprobado que esa casa y ese estilo de vida se relacionara con él. Me parece que ni siquiera ha visitado ese sitio.
Mientras Adams esté casada con su hijo, tanto López Obrador como la oposición se tendrá que acostumbrar al estilo de vida que ella ha tenido. Me refiero a que no es un estilo de vida reciente, ni uno que se pueda entender con la llegada de Morena a la presidencia. López Beltrán tampoco tenía ese estilo de vida antes de relacionarse con Carolyn Adams. De hecho, a decir por la personalidad de ella y el hambre de éxito que ella misma ha presumido en redes sociales, creo que tener como marido al hijo de un presidente le parece lo suficientemente atractivo. Sin embargo, ella nunca se comprometió con la austeridad, de hecho, después de Dubai, Adams se dedicó a ser cabildera en la misma materia (desde 2016). Adams nunca compitió por un cargo público, ni abanderó los principios franciscanos, tampoco aspiró a la dignificación de la vida pública de México y tanto desapego tiene por el país, que su residencia ha sido extranjera en medida que ha podido.
EU puede investigar el origen del dinero, en todo caso
A diferencia de la mitad de ex funcionarios calderonista que cuentan con órdenes de aprehensión por actos de ilegalidad, Adams como ciudadana estadounidense prácticamente habrá tenido que lidiar con las estrictas disposiciones anti lavado de dinero que los bancos y los sistemas de control gubernamental mantienen para las transacciones de inmuebles.
Siendo que no existe algún tipo de cargo por el que se les acuse, entonces eso implica que la casa y los lujos coinciden con el nivel de ingresos que ha tenido Adams como fruto de su empleo.
Según Mexicanos contra la Corrupción, uno de los inmuebles en Houston era propiedad de Keith L. Schilling, dueño de Baker Hughes, otra trasnacional petrolera con la que el gobierno de López Obrador tiene contratos -y que, siguiendo la lógica de los antagonistas, tendría que ser una empresa conflictuada con la 4T por la intervención monopólica que deja en desventaja a los privados-. Esa acusación podría tener un tufo de conflicto de interés, pues fue en septiembre de 2019 cuando esa casa se colocó nombre de Adams.
Durante la mañanera del 28 de enero, López Obrador tenía un semblante molesto. Lo más sano es que si existen contratos con BH, sean investigados y transparentados.
No creo que López Beltrán haya militado siempre en la idea de vivir con austeridad, que más allá de la legalidad de los actos, implica la moralidad que le interesa demostrar al presidente. Sin embargo, tampoco es serio dejar de reconocer en López Obrador los intentos por dignificar la vida pública a pesar de Carolyn Adams.
Duro dilema: ser fiel a las ideas sobre cómo deben de vivir otros adultos mayores de edad y darle la razón a quienes intentan golpear políticamente un movimiento colectivo o guardar el silencio sepulcral en el que únicamente la oposición recita el soliloquio puritano que es escuchado por los políticos con hijos igual o más “juniors”, por “juniors” que se enriquecieron de la política o por los decepcionados que, aunque no estén de acuerdo en todo, tampoco volverían a elegir a aquellos por los que hoy estamos donde estamos.
Frida Gómez en Twitter: @FridaFerminita