El Partido Acción Nacional es una organización política amada por unos y detestada por otros. A lo largo de su historia, ha sido capaz de mantenerse como una institución que pugna en favor de ciertos valores morales y políticos tradicionalmente asociados con el centro derecha.
El lector recordará que el PAN fue fundado en 1939 por Manuel Gómez Marín con el objetivo institucional de ofrecer al electorado mexicano, a la sazón, apegado al oficialismo del PRM, y más tarde, del PRI, una opción política que sirviese como contrapeso ante el partido de Estado.
Si bien el PAN fue, durante sus primeros años de existencia, condenado a sobrevivir en los márgenes del espectro político, limitado, pues, a un puñado de electores católicos y que rechazaban el nacionalismo revolucionario, se abrió espacios hasta consolidarse, en la década de los ochenta, en un partido digno de oposición.
De esta manera, gracias a la acogida de la sociedad civil y al resultado de la politización creciente del electorado mexicano, el PAN comenzó a ganar elecciones, hasta alcanzar la gubernatura de Baja California con Ernesto Ruffo, arrebatarle la mayoría al PRI en la Cámara de Diputados en 1997, y finalmente, con el triunfo histórico de Vicente Fox en 2000.
En tiempos recientes, la elección de 2024 sacudió los cimientos de Acción Nacional. Bajo el lamentable liderazgo de Marko Cortés, el PAN confirmó su retroceso en todas las materias, desde sus derrotas electorales hasta su percepción pública; esta última fuertemente enfangada tras el escándalo de Genaro García Luna.
Con la elección de Jorge Romero se ha abierto una nueva oportunidad para el renacimiento del PAN como primera fuerza política de oposición, en un espíritu de reencuentro con aquel Acción Nacional surgido para combatir el nacionalismo revolucionario del PRI.
Sin embargo, según se mira, Jorge Romero no cuenta con una credibilidad pública que le ofrezca las credenciales para tal misión. Se le ha acusado –sin pruebas– de pertenecer al llamado cártel inmobiliario.
La presidenta Sheinbaum y la maquinaria morenista lucen decididas a destruir el escaso margen de maniobra de un PAN que sobrevive ante las sucesivas catástrofes electorales de los últimos años.
Derivado de ello, Romero tendrá la obligación de sacudirse las sospechas de corrupción, y si es posible, dirigir al PAN hacia un reposicionamiento contra un nuevo partido hegemónico que emula las prácticas del peor enemigo de Acción Nacional de antaño. El PAN, al final, es más que Jorge Romero y su dirigencia.