Estimados lectores, hoy hablaremos de un mito genial dentro de la aviación; no puedo negar que durante muchos meses he leído montones de columnas, notas periodísticas, incluso comentarios en redes sociales afirmando, como verdad absoluta, algo que no es más que una leyenda urbana.
Cuando el gobierno actual toma la determinación de no continuar con las obras del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), los que apoyaban el proyecto, además de “poner el grito en el cielo”, sentenciaron que era la peor equivocación de la 4T, que se trataba de una vendetta, y que tal decisión nos iba a dejar sin el “aeropuerto de primer mundo” que nos habían prometido los gobiernos anteriores.
Posteriormente, cuando se anunció la construcción del nuevo aeropuerto en la base militar de Santa Lucía, salieron “expertos aeronáuticos” hasta de debajo de las piedras y ocuparon sus redes sociales, las columnas de opinión y hasta las pláticas familiares para sentenciar que esa decisión era una locura.
No contentos, continuaron con su narrativa “catastrófica”, y cuando le hicieron las pruebas a una de las pistas, compararon las instalaciones militares con la Bodega Aurrerá. Sólo como dato cultural ¿saben que significa aurrerá? Es una palabra en euskera que significa “adelante”, y sin querer, al compararla con dicha cadena comercial, no se dieron cuenta que estaban diciendo “adelante”.
Y así sucedió. A pesar de las múltiples críticas, la construcción continuó. Luego vinieron las quejas por el ruido, derivado del rediseño del espacio aéreo. Quejas tan amargas que expresaban una “tragedia nunca antes vista”. ¿Perdón?, Se olvidaron de la población que lleva más de 50 años habitando las colonias colindantes con la terminal aérea de la ciudad. De pronto se les olvidó cuando el avión Concorde llegó a México, allá por los años 70, y que era todo un acontecimiento verlo despegar o aterrizar; entre lo más llamativo y característico de la nave era su sonido atronador. Hasta el director de orquesta francés Franck Pourcel compuso un tema en 1975 incluyendo el sonido de los motores.
Después la narrativa se enfocó en el tema de que la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) no había certificado el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) calificándolo de aeropuerto “patito”, una central avionera en toda regla. Aquí hagamos una necesaria escala.
¿En realidad la OACI certifica aeropuertos? Para despejarnos esa duda, les comparto lo que la propia organización cita en su página de internet:
“La OACI no es un ente regulador de la aviación internacional, de la misma manera que INTERPOL no es la policía del mundo. La OACI no puede cerrar o restringir el espacio aéreo de un país arbitrariamente, ni cerrar rutas u ordenar el cese de aeropuertos o líneas aéreas por no mantener las condiciones de seguridad o brindar mala atención al público.”
Como se pueden percatar, cuando argumentan que el AIFA no cuenta con la certificación de la OACI, lo único que demuestran es su gran ignorancia sobre el tema, pues en el país quienes pueden realizar dichas certificaciones son dos entes: la empresa ALSA, consultora en aeronáutica, y Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA), ambas certificadas por la Entidad Mexicana de Acreditación (EMA).
Así es que si leen en algún post, o en una columna que al AIFA le falta la certificación de la OACI, ustedes ya saben que no puede faltarle algo que simple y sencillamente no existe. Por favor, no se dejen engañar. Estén atentos a este espacio, muy pronto hablaremos de la degradación de Categoría 1 a Categoría 2 por parte de la FAA a la aviación mexicana.