LO CLAROSCURO. Haremos un breve ensayo, con la firme intención de no fastidiar su paciencia e intelecto.
Si en el imaginario sucumbiésemos a la tentación de tomar una postura inversa a la historia que conoce… por ejemplo del lobo, sobre la trampa a caperucita.
“El locuaz y tierno ‘canis-lupus’, hacía gala de su inteligencia adquirida en la escuela lupina, donde las técnicas avanzadas le permitían acercarse a la carne humana sin ser detectadas sus intenciones caninas”.
“La lenguaraz humana que pretendía hacer tonto al lobo, terminó sucumbiendo al encanto del lobezno ‘¡Qué bello ejemplar eres lobito!’ apuntaba la presa. Finalmente aquél llevaba el alimento a la mesa familiar donde lo esperaban sus críos…”. Fin del ejemplo.
Los sentimientos nacionalistas han dado en formar a mexicanos que creemos a pie juntillas cada tramo de historia que moldea nuestra existencia.
A pesar de que hoy la nueva corriente gubernativa en turno ha contribuido a generar nuevos criterios donde ponemos en tela de duda inclusive al mismo Colón, no hemos sido empáticos para saber cómo los humillados o los que han sido espectadores en este México multicolor, no obtuvieron el beneficio que otros –como los mexicanos petroleros, políticos, hijos de encumbrados y aquellos que hasta hoy escriben la historia oficial-.
La época navegante de los países que dominaban al mundo, tenía en Inglaterra a la máxima potencia y su contraparte, la Corona de España, a un país en franca decadencia.
De esta manera la historia española no hace mayor énfasis a la colonización de los pueblos indígenas como lo hacemos nosotros, los conquistados.
Colón no figura como le hemos dado su lugar en nuestra escritura.
A decir de los españoles, la conquista les permite sentirse orgullosos de la presencia del lenguaje en más lugares del planeta; apenas conocen algo de México u otro país novohispano. Punto.
Otro ejemplo.
La propuesta de una triunfante batalla de México sobre los franceses el 5 de mayo de 1862 trasciende por dos motivos; además de que efectivamente representaría la victoria de 5 mil maltrechos combatientes mexicanos sobre 6 mil adiestrados soldados peninsulares galos.
Este festejo es mayormente observado en los Estados Unidos, donde a mofa que de nuestro idioma hacen sobre las costumbres gastronómicas mexicanas y el insaciable gusto por los aderezos para los tacos, de las palabras castellanas “cinco de mayo” que al émulo del idioma sajón, les suena a “sink of the mayo” traducido a ‘hundimiento de la mayonesa’.
Además, los franceses (que efectivamente perderían esa primera batalla con el conde Ferdinand Letrille al frente del comando francés), no sólo no desistirían de su intento por cobrar la cuenta ficticia de sus pasteles; su expedición por apostarse en territorio mexicano llevaría a un segundo encuentro triunfador para sus huestes, sumado al enamoramiento de los galos por nuestra tierra.
A decir de muchos de los 1 mil 800 oficiales que se quedarían a vivir en México, exclamaban entre otros el coronel Adrián de Tucé –Uruapan, febrero 1865 -¡Jamás he visto algo tan hermoso! De no estar tan lejos, sería un placer vivir en semejante país”.
Tal fue el embeleso entre estas dos naciones y culturas, que uno de los militares de aquella batalla de Puebla resultó Presidente de la Nación y un ferviente admirador de Francia y su cultura. El general Porfirio Díaz.
Sus obras aún permanecen vigentes en el vestigio de la arquitectura de muchas ciudades porfirianas.
Existen miles de anécdotas más que complementarían las historias que ‘nos hacen patria’ desde un diferente punto de vista, que no de los ganadores.
La actual, es observada y narrada desde la perspectiva de gobernantes y de sus beneficiarios. Héroes y políticos enaltecidos. Con instituciones que bien podrían ganar una batalla mundial, como el sistema de salud o la CFE.
Donde los traspiés son producto de acechanzas de gobiernos externos y de economías que arrastran a la nuestra como ‘catarritos’. Nunca es nuestra culpa.
¿Qué historia obtendríamos si se contase desde una óptica distinta de la oficial?
Donde la prosa escrita por quienes hoy son testigos del país que heredan, sin pestañear escribirían quizá líneas como éstas:
-”Vivíamos en un país que escribía su historia modernista partiendo el segundo milenio. Gobernado por actores que se decían distintos pero que finalmente eran los mismos. Sólo se pusieron botas y cambiaban de colores; con tales reacomodos aseguraban que pensaban distinto. Y no lo creímos”.
“Todos prometían acciones ‘pensando en los gobernados’ y no en sí mismos. Regalando pantallas y despensas como si fuera la forma de lograr la prosperidad”.
“Repetían los métodos de gobernar una y otra vez y la única manera en que dejaban los encargos, era porque la vejez les impedía continuar”.
“Eran los héroes de tres generaciones; Camacho, Salinas, Cárdenas, Muñoz Ledo, Bartlett y otros que escapan a la memoria”.
“Ellos seguirán creyendo que la verdad y la razón, sólo le asiste a la clase gobernante bajo su tutela. Nosotros seguiremos votando y recibiendo las prebendas… buscando migrar de este país. El verdadero sueño mexicano”.
COLOFÓN: Quizá el lobo no era tan malo. Quizá los malos eran las fuentes oficiales de la historia…