México vive la polarización. No hablo de la situación política, de la estéril confrontación entre el Presidente de la República y la oposición. Hablo de otra confrontación, una que está cubriendo regiones del país de muertos; que provoca el desplazamiento de comunidades y graves daños a la vida social. Me refiero a la polarización entre grupos del narcotráfico, protagonizada por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cartel de Sinaloa; así como, a los recientes fenómenos en Zacatecas, Michoacán y Colima.

Tal parece que el país es el campo de operación de dos grandes corporaciones delictivas, dos auténticas federaciones del mal, ante las cuales bandas y grupos locales se alinean en uno u otro bando. Ambos cárteles, además de armas, tienen inmensos recursos financieros y humanos para seguir confrontándose. México tiene un régimen democrático y un gobierno electo legítimamente. Incluso puede documentarse una disminución de varios delitos, pero no deben cerrarse los ojos a la realidad: el alto número de asesinados y desaparecidos producto del crimen organizado.

En 2020, Guanajuato padeció una ola de violencia, recuérdese la triste celebre historia del Cártel de Santa Rosa de Lima. En 2021, Quintana Roo y Baja California, ambos estados receptores de turismo internacional, principalmente de Europa y Estados Unidos, respectivamente, fueron escenario de esta disputa entre grupos delictivos.

¿Qué pasa en Zacatecas, Michoacán y Colima? En junio, realizaron elecciones para renovar a sus gobiernos, los tres fueron ganados por Morena. Iniciaron sus funciones en la segunda mitad del año pasado, pero sólo ahora enfrentan su verdadera prueba de fuego.

La polarización se ve en Zacatecas, principalmente en la zona de Jerez, donde varias comunidades se han convertido en pueblos fantasma. No sólo hay enfrentamientos, las bandas realizan levas y secuestran a los hombres de dichas comunidades; quÉ decir de los diez cuerpos que el seis de enero fueron abandonados en la plaza principal de esa entidad.

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La polarización se ve y se siente en Colima, en donde se vive un estado de sitio desde hace tres semanas. Casi cuarenta asesinatos, balaceras en colonias de la capital. El presidente visitó la entidad y dispuso la llegada de tres mil elementos de la Marina.

La polarización se ve en Michoacán, en donde el fin de semana se difundió en redes sociales y medios de comunicación un video de una ejecución, en los límites con el estado de Jalisco, de un grupo de personas, 17 dicen los medios y las redes, pero las autoridades estatales y federales no han localizado los cuerpos.

Muy pocos estados tienen la capacidad de enfrentar a los carteles del narcotráfico. CDMX, Estado de México, Nuevo León, Jalisco, Puebla y quizá Yucatán. El resto de las entidades necesitan del apoyo del Ejército, la Marina o la Guardia Nacional. Son importantes las labores de inteligencia y de revisión, pero resulta claro que la sola presencia de las fuerzas federales es insuficiente para garantizar la seguridad de los lugares en donde se despliegan.

Nadie quiere enfrentamientos entre los cárteles y el Ejército, como ocurrió en gobiernos anteriores, pero sI alguien puede enfrentarlos son ellos. De no ser contundentes en sus operativos, la polarización entre cárteles podría bañar al país de sangre.

La política es de bronce.

Onel Ortiz Fragoso: @onelortiz