Dijo el legendario divulgador científico y astrónomo Carl Sagan, en uno de los puntos álgidos de la “Guerra Fría”: “la carrera de armamentos nucleares es cómo dos enemigos a muerte hundidos hasta la cintura en gasolina, uno con tres cerillos en la mano y el otro con cinco”.

Durante la vida del científico, quién falleció a mediados de los noventas, la humanidad pasó de estar bajo la sombra de un holocausto radioactivo a una supuesta era de “paz” tras la disolución de la Unión Soviética.

Pero los Estados Unidos de “América” echaron a la borda el “bono de paz” que les otorgó la caída de su adversario ideológico y militar y en lugar de disolver la OTAN y deshacerse de su arsenal de armas de destrucción masiva, comenzaron a utilizar su poderío militar para imponer el depredador sistema neoliberal en el resto del planeta, con las excepción de unos cuantos países como Cuba, Corea del Norte y China.

Rusia logró sobreponerse a la “terapia del shock” y tras un fracaso militar -pero éxito en lo económico para el “complejo militar industrial”- durante la “guerra contra el terrorismo”- facciones del gobierno estadounidense han comenzado a azuzar nuevamente el prospecto de un intercambio nuclear “limitado” (sic) en el marco de la guerra en Ucrania.

Joe Biden, quién ante sus cada vez más notorios problemas cognitivos difícilmente está completamente a cargo del gobierno de su país, ha advertido de un riesgo de un “Armagedón nuclear en el mundo, no visto desde la Crisis de los Misiles en Cuba. Por su parte, el payaso títere de Ucrania, Volodímir Zelenzki, azuza a sus “aliados” de la OTAN para llevar a cabo un “ataque preventivo” -léase, nuclear- contra Rusia.

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Es grotesco ver cómo los medios estadounidenses contribuyen abiertamente a hacer propaganda de guerra normalizando un eventual intercambio nuclear que, de acuerdo a las palabras de Sagan en un artículo publicado en 1983, causaría 1000 millones de muertes “de forma instantánea” y miles más en un subsecuente invierno nuclear y hambruna, si no es que la completa erradicación de la vida humana y de varias especies animales y vegetales en el planeta. Pero esa ha sido siempre su función.

Contra la normalización de la guerra nuclear en medios corporativos, podemos oponernos difundiendo información que recuerde a las generaciones que no tienen consciencia de los peligros de las armas de destrucción masiva, que de un intercambio con armas de destrucción masiva, no hay vuelta atrás.