Cuando inició el actual gobierno, todo el mundo dijo que la persona más eficaz del gabinete de AMLO era el canciller Marcelo Ebrard. Pronto probó que él era más ruido que nueces.
Durante la primera parte del sexenio, el presidente López Obrador tuvo en Julio Scherer a un extraordinario operador político, sobre todo en la relación con los poderes legislativo y judicial. La grilla que todo lo destruye en la administración pública lo puso fuera de combate.
Los temas que Julio manejaba, Andrés Manuel los entregó a su segundo secretario de Gobernación, Adán Augusto López. Pero este hombre, de formas finas, no es tan eficiente como el hijo del fundador de la revista Proceso.
Aunque su propaganda dice lo contrario, la nave de Adán Augusto hace agua un día sí y otro también en los mares agitados del Senado, de la Cámara de Diputados y Diputadas y, sobre todo, de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Un ejemplo: no tenía por qué informar a legisladoras y legisladores que su jefe, el presidente de México, ordenó paralizar al INAI. Lo dijo en reunión multitudinaria y lo grabaron. Pudo haber sido discreto, pero no lo fue.
En la corte, Adán se lleva bien con ministros y ministras, pero el plan b de AMLO nomás no avanza y el colmo es que un jurista cercano a López Obrador, con el que Scherer se habría entendido en minutos, ha propuesto que se considere inconstitucional la adscripción de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa. Quizá el proyecto de Juan Luis González Alcántara Carrancá no logre los ocho votos que necesita para salir adelante, pero su propuesta ya generó problemas al titular del ejecutivo. Scherer lo habría convencido de, al menos, no empalmar esa discusión con la del plan b electoral, que han propuesto invalidar los ministros Javier Laynez y Alberto Pérez Dayán. Una discusión seguirá inmediatamente a la otra, esto es, un debate contaminará al otro, y no será positivo para el presidente.
La gran figura del gabinete ha terminado siendo —era lógico— una mujer, la secretaria de Seguridad. Ella, ayer, me hizo recordar una frase de la diseñadora Diana Von Fürstenberg, inventora del wrap dress: “Cuanto más envejezco, más me impresiono de las mujeres. Todavía no conozco a una mujer que no sea fuerte. No existen”. Verdaderamente me emocionó la dignidad y la fuerza con que encabezó Rosa Icela Rodríguez a la delegación mexicana que participó en Washington en una reunión de alto nivel sobre el fentanilo.
Si Marcelo Ebrard, perturbado por sus sueños presidenciales, había llevado a la ignominia la relación con Estados Unidos, ayer Rosa Icela la elevó al nivel de la cooperación entre iguales que parte de no ceder soberanía.
La secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana cumplió a cabalidad el papel de vocera del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien debe estar satisfecho: no se equivocó al nombrar a Rosa Icela presidenta de la comisión para luchar contra el fentanilo, en la que participan los titulares de las secretarías de Gobernación, Relaciones Exteriores, Defensa Nacional, Marina y Salud y quienes encabezan la FGR, la Unidad de Inteligencia Financiera, la Procuraduría Fiscal de la Federación y el Centro Nacional de Inteligencia y la Guardia Nacional.
En lógica política eso significa la degradación de Marcelo Ebrard, quien en lo verdaderamente importante del plano internacional ha quedado en una posición de segundo orden. Por cierto, la comisión presidida por Rosa Icela significa también el fin del Grupo de Alto Nivel de Seguridad que encabezaba —y tanto presumía— Ebrard.
En mal momento político le llega el bajón a Ebrard. Es un golpazo que Marcelo trató de atenuar con una ‘nota informativa’ de la SRE que aseguraba que presidió la reunión en Washington. No fue así. La voz importante por parte de México fue la de Rosa Icela, cuyas palabras evidentemente impactaron en Elizabeth Sherwood-Randall, asesora de seguridad nacional de la Casa Blanca.
Por cierto —sin duda vivimos tiempos de mujeres—, los tres hombres, que comandan los poderes ejecutivos en México, EU y Canadá, pusieron a mujeres a encabezar la cruzada contra las armas ilegales y el consumo de drogas sintéticas: no debe olvidarse que la parte canadiense en este proyecto la coordina Jody Thomas, viceministra del Departamento de Defensa Nacional.
Rosa Icela Rodríguez fue contundente en Washington. Solo unas frases muestra:
- “Los Estados Unidos tienen un complicado problema de salud pública y México está combatiendo a los cárteles del crimen organizado que lucran con la venta de droga y se abastecen con dinero y armas de alto poder. Es un círculo vicioso contra el que peleamos diariamente”.
- “Por eso podemos asegurar que México no fabrica precursores químicos, vienen de Asia”.
- “México tampoco fabrica armas de alto poder, pero en México, mi México, padecemos la violencia originada por el tráfico de drogas sintéticas y el poderío del fuego de las armas ilícitas”.
- “Queremos aumentar incautaciones de drogas y armas, seguir con la detención de objetivos prioritarios, desmantelar sus redes financieras; debilitar la capacidad y cadenas de suministro del crimen organizado”.
- “También instalar una campaña binacional preventiva que muestre lo que hacemos ambas naciones y que podemos juntas combatir este flagelo”.
Con más tiempo en el gabinete, Rosa Icela habría sido corcholata presidencial. Hoy su relevancia justifica de sobra la candidatura a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. No sé si ello esté en los planes de Morena y AMLO, pero debería estar.