La alternancia política en México y su, innecesariamente, atropellada y pospuesta transición democrática, a la que por fin le empezamos a ver forma, desde las reformas electorales de 1996, nos quitó a un gran cómico, fino, versátil, de agilidad mental admirable, con personajes que ya eran entrañables y que arrancaban risas auténticas, como también lo hacía, por cierto, el malogrado Francisco Stanley, y es Víctor Trujillo, que desde su aparición en Imevisión en los años 80 con su compañero de entonces Ausencio Cruz (este decidió, lamentablemente, dejar el medio) empezaba ya a marcar un estilo. De ahí siguieron, ya con la TV estatal ya privatizada, personajes como la Beba Galván, el mismo payaso Brozo y otros.
La decadencia y posterior pérdida de ese gran personaje y artista comediante comenzó con su paso a Televisa, donde en algún momento tuvo el privilegio el ser un analista político por medio de uno solo de sus personajes, Brozo. Fue ahí donde el dinero y cierta cuota mísera de poder empezaron a envilecerlo, a perder el rumbo, a levitar, a ser un barbaján e inspirar a los demás a faltar al respeto a cualquiera, a meterse en la distorsión de la información con el fin de manipular a la opinión pública a conveniencia, llegando al extremo del insulto y la ofensa ruin a nuestra principal institución de autoridad, que es la Presidencia de la República y quien ostenta su investidura, a prestarse al cuento de “la dictadura y el fin de la democracia”. En fin, un ocaso muy triste de un comediante que sin exagerar, debió haber marcado una época, a la altura tal vez, de un Cantinflas, pero que escogió una actividad que le ha granjeado ya la antipatía de millones de mexicanos.
El otro lado de esa moneda son los nuevos comediantes que la política mexicana y su ya citado proceso de transición democrática nos dejó, no sabemos algunas veces si son involuntarios o no, pero sí que son muy malos, su histrionismo es tragicómico, de pena ajena y más apegado a aquello que se conoce, históricamente, como ‘teatro del absurdo’, pero con una calidad ínfima: ahí están pues, los Alazraki, los Pagés, los Ferriz, los Derbez y tantos otros, que derrotados en sus preferencias y alineaciones políticas, parecen haber perdido el juicio, provocando las risas del auditorio, esas mismas risas que se fueron cuando perdimos a Victor Trujillo, pero que francamente, tienen a la comedia mexicana en una crisis sin precedentes. Ni modo, ¡a disfrutar lo que hay, que no es mucho!